La Química de lo Prohibido

Capítulo 11: «Na» (Sodio)

Dante 

Día del accidente…

Salgo de casa cerrando la puerta con fuerza detrás de mí, sin importante si se despierta la niña o no. Estoy molesto con Vittoria, siempre es lo mismo con ella, me arrepiento de haber ido tras ella en la universidad, dado que no queda rastro de la mujer atractiva que fue una vez. 

Ahora solo es un vestigio de mujer, si es que se le puede llamar así. Su falta de atención hacia sí misma me ha empujado a otras mujeres a lo largo de los años, es su culpa que le sea infiel, solo soy un hombre que busca fuera lo que no puede conseguir en casa. 

Me subo a mi auto y marco el número de mi nueva novia, una joven divertida, inteligente, pero sobre todo, atractiva. Me pierdo en sus curvas cada vez que tengo la oportunidad, lo cual pasa cada vez más seguido. 

Decido a mejorar mi noche, llamo a Anya para ver si puedo recogerla. 

—Amor… —ronronea del otro lado de la línea.

—¿Podemos vernos? —Voy directo al grano, no tengo paciencia para juegos. 

—No sé, mis papás están de visita y no quiero dejarlos solos. —responde. 

Pongo los ojos en blanco, debí conseguirme una novia sin familia, yo debo ser una prioridad en su vida, no sus viejos. 

—Amor, por favor. —musito con voz melodiosa—. Tengo miedo y quiero verte. Necesito hablar contigo. Estoy preocupado por Vittoria.

—¿Miedo por qué? —Hay alarma en su voz, bien. 

—Últimamente, ha estado actuando de manera extraña, y no puedo quitarme de la cabeza la sensación de que algo malo va a pasar. —Dramatizo. 

—¿A qué te refieres con «extraña»?

—Ha estado muy callada y distante, y esa mirada en sus ojos… me da escalofríos. No sé qué está planeando, pero tengo miedo de que pueda hacer algo peligroso. Vittoria está loca, Anya. Temo por mi vida, por lo que en medio de su locura pueda hacernos. 

—Escucha, Dante, vamos a hablar más en detalle sobre esto en persona. No te preocupes, encontraremos una solución juntos. Mantente tranquilo y asegúrate de estar a salvo. —Se oye movimiento en el fondo, asumo que está agarrando sus cosas—. Pasa por mí, amor. 

—Voy en camino. 

Bien, me salí con la mía. ¿Quién dice que mentir un poco no ayuda? Haré lo que sea requerido para obtener lo que quiero, eso es lo que me diferencia de otros hombres, hombres como Piero. 

Sabía que mi mejor amigo estaba enamorado de Vittoria, así como sabía que él no iba a dar el primer paso. Así que jugué mis cartas y me quedé con la mujer, una lástima que haya resultado siendo un desperdicio de mi tiempo. 

Arribo en casa de Anya, marco su número para que sepa que estoy en la entrada y a los minutos sale, hermosa como siempre. Lleva un mini vestido que permite ver sus piernas perfectas, tiene un trasero que provoca morder, una cintura estrecha y pechos perfectos. No como los caídos de Vittoria, que me dan repelús de solo pensar en ellos. Todo ese cuerpo estructural hace juego con una melena negra y ojos verdes. 

—Amor, estaba tan preocupada por ti —dice tan pronto como ingresa al auto. 

—Lo sé, amor. Vamos a un bar a hablar con más calma. —La corto. 

Ya la tengo donde quería, lo que menos quiero hacer es hablar sobre mi esposa tendiendo a semejante morena a mi lado. De camino al bar, acaricio sus piernas para entrar en calor, quiero que ella me desee de la misma manera en la que yo la deseo. 

Al llegar a nuestro destino, abro la puerta para ella y nos acomodamos en una mesa. 

—¿Sabes? Estoy tan contento de que hayas venido. Necesitaba un respiro de todo el drama.

—Sí, entiendo, pero…

—Pero nada. No quiero hablar de Vittoria ni de nuestro matrimonio en este momento. Solo quiero pasar un buen rato contigo. —La interrumpo, tal vez un poco demasiado brusco. 

—Pero, Dante, es importante…

—No me importa lo que pienses que es relevante en este momento. Solo quiero olvidar mis problemas y disfrutar de tu compañía. ¿Estamos claros? —La corto una vez más. 

—Sí, claro. Podemos hablar de otra cosa. —Cede. 

—Así me gusta, preciosa. —Le doy un beso corto—. Ahora, ¿qué te parece si pedimos otra ronda de tragos?

—Me parece bien. 

Ya perdí la cuenta de cuantos llevo encima, por fin me siento relajado. He estado bajo presión debido a las pérdidas que he tenido en mis negocios, le debo dinero a personas peligrosas, no obstante, solo necesito un golpe de suerte para recuperarme. 

—Un golpe de suerte, solamente eso. —repito en voz alta. 

—Creo que deberíamos irnos, has bebido mucho. —dice mi acompañante. 

—Este es el problema contigo, ¡siempre tratando de controlarme, Anya!

—Dante, por favor, baja la voz. No quieres causar problemas. —Intenta calmarme, pero me enoja más. 

—¡Cállate! —grito perdiendo el control de mis acciones. 

—Más respeto con la señorita, poco hombre. —Se mete un tipo. 




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