La Química de lo Prohibido

Capítulo 12: «Mg» (Magnesio)

Vittoria 

Siento como si estuviera flotando en un sueño, desconectada de la realidad que me rodea. Las palabras de la noticia resonaron en mis oídos, pero mi mente lucha por comprender lo que significan realmente. ¿Yo? ¿Una asesina? Es inconcebible, absurdo, como si estuviera viviendo la vida de otra persona en lugar de la mía propia.

Las imágenes de la acusación danzan frente a mis ojos, pero no puedo conectarlas con mi propia identidad. ¿Cómo puede ser que alguien como yo, alguien que ha dedicado su vida a servir a los demás, sea señalada como responsable de un acto tan abominable?

Intento aferrarme a la realidad, a las verdades que he conocido durante tanto tiempo, pero todo se siente borroso, distante. ¿Es todo simplemente una cruel ilusión?

El peso de la realidad comienza a presionar sobre mis hombros, y siento un nudo en mi garganta mientras lucho por aceptar la verdad que se me ha presentado. Sin embargo, por ahora, en este momento de incredulidad y confusión, me siento perdida en un mar de incertidumbre, sin saber qué creer, qué sentir, o qué hacer a continuación.

—Vitto, Vittoria…

La voz de Piero me saca de mi aturdimiento, como un faro que me guía de regreso a la realidad. Abro los ojos lentamente, sintiendo su presencia reconfortante a mi lado en la oficina. ¿Cómo llegué aquí? Ni siquiera lo recuerdo, pero su cercanía me tranquiliza en medio de este torbellino de emociones.

—Piero… —murmuro, mi voz apenas un susurro entre el caos que me rodea.

Él me mira con preocupación, sus ojos reflejando la misma turbación que siento yo. 

—Vittoria, ¿estás bien?

Asiento lentamente, incapaz de articular palabras en este momento de confusión. Pero su simple presencia es suficiente para recordarme que no estoy sola, que hay alguien aquí para apoyarme en este momento de crisis.

Él me ofrece una mano reconfortante, y la acepto con gratitud, aferrándome a ella como a un ancla en medio de la tormenta. Aunque no tengo todas las respuestas, sé que mientras esté junto a Piero, podré enfrentar lo que sea que esté por venir.

—Yo no lo hice, Piero. No fui yo. —repito una y otra vez, como si estuviera en trance, aferrándome a esas palabras como a un salvavidas en medio del desconcierto.

—Lo sé, Vittoria. Yo sé que no fuiste tú. —Piero me mira con ternura y comprensión, su voz suave y tranquilizadora. 

Sus palabras son como un bálsamo para mi alma herida, pero también son el catalizador de una avalancha de emociones contenidas. Las lágrimas comienzan a brotar, desbordando mi contención mientras el peso de la acusación se hace más evidente.

—No puedo creer que piensen que fui yo… —sollozo, dejando que la angustia y el miedo se liberen finalmente.

Piero me abraza con fuerza, envolviéndome en su cálido consuelo. 

—Esto… esto es solo el principio —murmuro entre sollozos, mi voz quebrándose con la carga emocional—. No sé qué va a pasar ahora.

—Estoy aquí, Vittoria. No estás sola. Vamos a superar esto juntos.

Sus palabras me reconfortan, pero sé que esta acusación es solo el advenimiento de algo mucho más grande y peligroso. Aunque confío en Piero con todo mi ser, el futuro se ve oscuro y lleno de incertidumbre.

—Vamos a casa, Vitto. No podremos hacer mucho, ambos estamos alterados… 

—Está bien. —Acepto. 

De regreso a casa, siento que la angustia me abruma, pero la presencia reconfortante de Piero me da algo a lo que aferrarme en medio de la tormenta. No puedo permitirme mostrarle a mi hija el caos que hay dentro de mí en este momento, así que ingreso a la casa de Piero con la esperanza de encontrar algo de paz.

Él me prepara una taza de té con manos expertas, y se sienta a mi lado en el sofá mientras tomo sorbos lentos, dejando que el calor reconfortante penetre en mi cuerpo tenso.

—Sé que estás preocupada por Cara, pero no es bueno que te vea así —dice Piero con suavidad mientras se acomoda para que quedemos de frente. 

Asiento con tristeza, sintiendo el peso de la responsabilidad maternal sobre mis hombros. 

—Lo sé, Piero. No quiero preocuparla más de lo necesario.

—Estará bien. Cara es más fuerte de lo que pensamos, y sabrá entender cuando le expliquemos lo que está sucediendo.

Me encojo ligeramente en el sofá, envolviendo mis manos alrededor de la taza de té para absorber su calor reconfortante. 

—Es solo que… me siento impotente. No puedo soportar la idea de que piensen que soy capaz de hacerle daño a alguien. Menos a alguien que solía amar, el padre de mi hija…

Piero me toma la mano con ternura, transmitiéndome su calma con ese simple gesto. 

—No eres la única que sabe eso, Vittoria. Yo también lo sé. Y vamos a demostrarlo juntos.

Sus palabras me dan un rayo de esperanza en medio de la oscuridad que se cierne sobre nosotros. A su lado, siento que puedo encontrar la fuerza para enfrentar cualquier adversidad.

—Me siento perdida, Piero —confieso con sinceridad, buscando consuelo en sus palabras tranquilizadoras.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.