Antes de llegar al final del pasillo, una mano fría me obligó a detenerme pescándome del brazo.
—Espera, Nadine, ¿a dónde vas? —preguntó Eric girándome hacia él—. ¿Qué narices te hizo salir corriendo de ese modo?
Mis intenciones de fingir normalidad quedaron en nada. Me sentía tan abrumada que actuar de forma sosegada era lo último que me interesaba.
—¡La falsa amabilidad de todos en el comedor! Hay algo podrido aquí y demando saber qué es —exclamé a todo pulmón—. ¿A qué me trajiste? ¿Qué quieres de mí?
Eric entornó los ojos ligeramente.
—Quiero una esposa, claro está —replicó, manteniéndose sereno—. Mi deseo es que Frostmore se convierta en un reino sin comparación y, para ello, necesito una reina. Si los demás actuaban extraño, era porque estaban nerviosos por conocerte, pues saben lo importante que es para mí que esto salga bien.
—¡¿Qué es Frostmore?! Este sitio no está en ningún mapa que tengamos en Dranberg, jamás había escuchado mencionar este reino. Me trajiste a un lugar que, según el resto del mundo conocido, no existe. Ya basta de misterios. Si quieres que sea tu reina, más vale que empieces a darme explicaciones —exigí sin lograr sosegarme, poco me había durado la estrategia de mostrarme conforme.
—Claro que no estamos en ningún mapa, ni nadie sabe que existimos y, hasta hace poco, mi intención era que todo siguiera así. ¿Alguna vez has escuchado del reino de Adenabridge? Estoy seguro que sí, fue un reino que quedó en ruinas tras ser invadido mucho antes de que tú nacieras. Sus enemigos lo saquearon hasta que no hubo qué salvar y todavía quemaron los restos. Frostmore está asentado sobre las ruinas de ese antiguo reino. Estos muros que ves aquí, son lo que alguna vez fue el palacio de los reyes de Adenabridge. Poco a poco, Gia y yo lo hemos ido restaurando. Ha sido una labor ardua que por fin va tomando forma. Puede que no parezca gran cosa en estos momentos, pero pronto alcanzará su esplendor. Entonces Frostmore estará en condiciones de presentarse ante otros reinos y, no solo eso, sino que los superará en poder.
Entrecerré los ojos, en tanto que meditaba en su explicación, considerando si la encontraba satisfactoria o no.
—Dijiste que hasta hace poco tu intención era que nadie supiera de su existencia, ¿qué cambió? —pregunté tras unos momentos.
Eric soltó un suspiro y luego se reclinó de espaldas contra el muro más cercano.
—Todo comenzó a causa de Lorelei. Mi madre adoptiva es nativa de Adenabridge y siempre soñó con restaurar su antiguo reino. Ella huyó tras la guerra y fue a refugiarse a Encenard. Sin embargo, tuvo algunos problemas en ese reino que la hicieron salir y acabó viviendo en el Valle como nómada; ahí fue cuando yo llegué a su vida. Al hacerme mayor, decidí hacer lo que estuviera en mis manos para cumplir su sueño. Nos asentamos aquí con nuestro grupo y comenzamos a establecer los cimientos de Frostmore. Al principio lo consideré un proyecto meramente emotivo para hacerla feliz, pero después me di cuenta de que Frostmore tenía potencial y que podía lograr alzarse entre el resto de los reinos del mundo conocido. Ahí es donde entras tú: Nadine, la reina que me ayudará a gobernar esta tierra. Todo reino necesita una reina y yo te he elegido a ti para desempeñar el papel.
—¿Por qué yo? —cuestioné, desconfiada.
—Eres hija del rey Draco Mondragón, ¿no es así? Sangre real corre por tus venas —dijo con un encogimiento de hombros, satisfecho con su propia explicación.
—¿Eso es todo? ¿Estoy aquí por ser una princesa?
—¿Esperabas que le permitiera a una plebeya subir al trono de mi nuevo reino? ¡Qué ideas! Planeo hacer de Frostmore el reino más poderoso del mundo conocido. No puedo permitir que su corona se contamine con sangre común. Por supuesto que pienso echar mano de lo mejor a mi disposición y tú, hermosa mía, eres lo mejor.
Sentí una punzada de decepción en el pecho. Me di cuenta de que esperaba otra clase de respuesta, que dijera que me había elegido por mí, por lo que yo le había evocado y no solo por mi posición al nacer. Su interés era meramente circunstancial. Mi aspecto podía ser cualquier otro, mi personalidad era irrelevante, él quería sangre azul para adornar su trono y nada más.
—Ah —contesté lacónica y con el orgullo ligeramente herido. Me di cuenta que, debajo de toda mi estupefacción, las cosas que Eric me había hecho sentir seguían latentes; vivían dentro de mi pecho, donde su mera cercanía o una mirada las alborotaba cual avispero—. Las cosas que vi en Dranberg, ¿eran reales? Durante días me pareció que a donde volteara, te veía en el reflejo de un espejo o por el rabillo del ojo. ¿Estabas ahí en verdad o se trataba de alucinaciones?
Eric alzó un hombro con indiferencia.
—Un poco de ambas. Estaba y no… Habría llegado por ti antes, pero no tenía la fuerza. Ese fue mi modo de darme a conocer, que supieras que estaba cerca y que jamás serías la mujer de ese mamarracho ridículo.
—Creí que estaba enloqueciendo —suspiré.
—Lo siento, hermosa mía. Verás que te lo compenso. ¿Ya terminó el interrogatorio?
—¡Ni de cerca! —exclamé, enérgica—. Aún tienes razones que dar. Esas pocas respuestas no han sido suficientes. Tengo mucho por preguntar. Por ejemplo, quiero saber cómo sobreviviste a los Autumnbow, se supone que ellos acabaron con los Invernales, pero tú y Gia están vivos. También quiero saber más de este lugar y el porqué tienes una madre humana…