A la mañana siguiente, Magda abrió la puerta de la recámara de una patada, provocando un ruido seco que me despertó de golpe.
—¡¿Qué pasa?! —pregunté entre asustada y desorientada. Tenía el corazón en la garganta y el pulso palpitaba en mis sienes—. ¿Qué modos son esos de entrar?
Magda arrugó el ceño en tanto que dejaba la bandeja que traía cargando sobre una mesita redonda al fondo de la habitación.
—Tenía las manos ocupadas con su desayuno, Majestad —dijo de mal modo—. ¿De qué otra forma podía abrir la puerta?
—Sabes, toda mi vida he tenido doncellas trayéndome el desayuno en las mañanas, pero jamás ninguna resolvió el cómo abrir la puerta del modo en que lo acabas de hacer —observé.
En respuesta, Magda chasqueó la lengua.
Solté un suspiro largo, tratando de sosegar los latidos de mi corazón. Era extraño haberme encontrado tan profundamente dormida tratándose de un lugar nuevo para mí, pero la verdad era que había pasado buena noche, a excepción de un sonido a la distancia que se había entremezclado en mis sueños.
—¿Hay lobos en Frostmore? —pregunté poniéndome de pie y colocándome la bata sobre el camisón.
—¿Lobos? Yo no sé de ningunos lobos —replicó Magda alzando mis zapatillas del suelo.
—Anoche me pareció escuchar aullidos… tal vez también gruñidos. Se me ocurrió que tal vez habían lobos por esta zona —le aclaré antes de tomar asiento frente a la bandeja repleta de alimentos.
Magda emitió una risita burlona que suprimió al instante.
—Ah… eso… Olvídelo, no es nada de cuidado —dijo divertida y luego volvió a endurecer el ceño—. Ayer una criada de la cocina me dijo que era mi deber ayudarla a cambiarse, que las señoritas de sangre azul no se visten solas. ¿Es verdad? ¿Usted espera que la vista como a una cría?
Dejé el trozo de manzana que estaba por llevarme a la boca a medio camino en tanto que me giraba hacia mi inusual doncella.
—Ayudar a vestirme es parte de tus deberes, pero despreocúpate, puedo arreglármelas sola, al menos con la mayoría de los vestidos —dije.
—Yo con gusto podría echarte una mano, para eso son los esposos, ¿no? —intervino Eric entrando a la habitación sin tocar.
Abrí la boca para reclamarle, pero entonces recordé que esta era su recámara y que anoche solo me había concedido privacidad por consideración.
—Ah, pues mejor usted que yo —replicó Magda al tiempo que salía rengueando.
Eric tomó asiento en la silla frente a mí y se acercó la bandeja con confianza, tomando uno de los bollos recién horneados. Su ropa olía a limpio y su cabello estaba húmedo, era claro que acababa de darse un baño.
—¿Noche larga? —pregunté, haciendo alusión a las pronunciadas ojeras bajo sus ojos.
—Podría decirse —replicó evasivo.
—Hoy…
—Iremos a Dranberg. No lo he olvidado, Nadine —dijo guiñándome un ojo.
Asentí conforme, ansiaba ir a casa. No podía ni imaginar lo deshecha que estaría mamá pensando que algo malo me había ocurrido. El secuestro de mi hermana había sido un duro golpe para mis padres, odiaba pensar que estaban reviviendo esos sentimientos.
Me levanté de la silla con dirección al ropero, tomé uno de los vestidos y fui tras la mampara para cambiarme. Mientras me mudaba de ropa volví a pensar en Magda y su sorpresa al enterarse de sus deberes. En realidad, prefería encargarme de mi propia vestimenta que pasar más tiempo del estrictamente necesario con mi doncella.
—¿Necesitas una mano? —preguntó Eric desde su asiento.
Asomé la cabeza por la mampara y le dediqué una mirada reprobatoria.
—Lo ofrezco sinceramente —se defendió antes de dar un bocado al bollo.
Una vez vestida, volví a mi asiento a la mesa. Eric estaba dando buena cuenta de los alimentos.
—¿Cuánto nos tomará llegar a Dranberg? —pregunté impaciente, entre menos sufriera mi familia por mi ausencia, mejor.
Los ojos de Eric estaban fijos en mí en tanto que su boca masticaba despacio. En la recámara se hizo un silencio incómodo, pero mi esposo no parecía tener intenciones de darse prisa en tragar.
—Nada —dijo tras un largo rato.
—¿Nada? —repetí con el ceño fruncido.
—Llegaremos de forma instantánea, justo como llegamos aquí. Ahora, ¿puedo terminar mi desayuno en calma? Come algo tú también y dame un respiro —dijo ligeramente irritado.
—No comprendo a qué te refieres, ¿cómo podemos llegar de forma instantánea a Dranberg? ¡Está lejísimos! —refuté, temiendo que me estuviera viendo la cara y no pensara llevarme a casa.
Eric puso los ojos en blanco.
—Nadine, ¿cómo llegaste aquí?
Medité un segundo la respuesta, mi último recuerdo en Dranberg era en el mirador cuando encontré a Eric, luego desperté en esta recámara sin tener idea de cómo había llegado. Me encogí de hombros, dándole a entender que lo ignoraba.
—Te traje conmigo —dijo en tono condescendiente—. Es parte del poder Invernal, tenemos la habilidad de ir de un lugar a otro sin tediosos traslados. No lo recuerdas porque perdiste el conocimiento, asumo que por el impacto de haber sido tu primer transportación. Espero que esta vez puedas soportarlo sin desmayarte o al menos por menos tiempo.