La reina del invierno

Capítulo 16

Una mano acariciaba mi mejilla con movimiento suaves, como si mi piel fuera tan frágil que solo soportara el roce más afectivo.

—Nadine, despierta —instó Eric en voz dulce.

Abrí los ojos despacio. Lo primero que vi fue a Eric mirándome desde arriba, su cabello plateado caía a sus costados, rozando mi rostro con sus puntas. Inspiré hondo, intoxicándome con el fresco aroma que él despedía.

—¿Qué sucedió? —pregunté, desorientada.

—Volviste a desmayarte en la transportación. Ya estamos en Dranberg —dijo en un susurro.

Una descarga de adrenalina me sacó del estupor. De golpe, me incorporé del suelo, revitalizada. Miré a mi alrededor, efectivamente nos encontrábamos en casa. La sonrisa más amplia se dibujó en mis labios en tanto que contemplaba la vista desde el mirador del castillo. Sentí el corazón henchido de alegría, solo me había ausentado un par de días, pero había echado de menos Dranberg como si me hubiera ido toda una vida.

—Veo que estás contenta —comentó Eric a mis espaldas.

—¡¿Quién está ahí?! —preguntó una voz potente.

En un segundo, el mirador se llenó de guardias apuntando sus espadas en nuestra dirección. Eric se giró para encararlos, sin mostrarse ni mínimamente intimidado. Los guardias lo superaban en número, pero él era un Invernal, las probabilidades jugaban a su favor.

—Alto —intervine colocándome frente a Eric de un brinco. Lo último que necesitaba era que se desatara un altercado entre la guardia real y mi esposo.

—Princesa Nadine, es usted… La hemos buscado por todo el reino —dijo uno de los guardias.

El resto de los hombres me miraron boquiabiertos, como si no pudieran creerse que estuviera aquí.

—¿Dónde está mi padre? Necesito verlo de inmediato —dije con voz de mando.

—Se encuentra en el salón del rey coordinando los grupos de búsqueda. Ha puesto el reino de cabeza para encontrarla —mencionó el guardia, a lo que varios de sus compañeros afirmaron.

Suspiré con alivio, pronto la zozobra de mis padres terminaría.

—Ven conmigo —le pedí a Eric en tanto que me encaminaba al interior del castillo.

Eric me siguió de cerca, como también lo hicieron los guardias. Sus firmes pasos retumbaban detrás de mí, dando la impresión de que más que presentarme ante el rey iba al frente de una batalla.

En realidad, los guardias no me estaban haciendo caravana a mí, ellos nos seguían para vigilar a Eric. No podía culparlos por sentir recelo por su presencia; en estos días yo me había habituado al peculiar aspecto de Eric, pero ver a un Invernal por primera vez no era poca cosa. No podía ni imaginar lo que pasaba por la mente de los soldados.

Llegamos al salón del rey. Los guardias parecían tener intención de negarle el acceso a Eric, pero venía conmigo y no les quedó más que dejarlo entrar ante el monarca.

Lo primero que vi al cruzar las puertas, fue a mi familia reunida alrededor de una mesa, todos con expresión de angustia. Estaban tan absortos en su preocupación, que no se percataron de que alguien había entrado. Odette fue la primera en girarse hacia la puerta.

—¡Nadine! —exclamó mi cuñada al verme, llamando la atención del resto de la familia.

De inmediato, mi madre corrió hacia mí para abrazarme.

Triana, a su lado, intentó hacer lo mismo, pero Alexor se lo impidió pescándola del brazo y colocándola detrás de él en actitud protectora. La rápida reacción del príncipe alertó al resto de mi familia de que algo iba mal, entonces dejaron de mirarme a mí para enfocar su atención en Eric.

A la reina poco le importó la amenazante presencia a mi lado, ella me envolvió en sus brazos, eufórica.

—Hija, ¿dónde estabas? Moríamos de angustia —dijo, estrujándome con fuerza.

—Estoy bien, mamá, estoy bien —respondí, aferrándome a ella.

—¿Estás herida? ¿Tienes hambre? ¿Frío? —preguntó con palabras que se atropellaban entre ellas.

—Estoy bien —repetí en la voz más reconfortante que sabía hacer para tranquilizarla.

En tanto que mi madre me llenaba de abrazos y besos, mis demás familiares se intercalaban entre dedicarle miradas de recelo a Eric y observarme a mí.

—¿Qué está pasando, Nadine? ¿Quién es este hombre? —preguntó mi padre caminando al frente con orgullo. Si tenía miedo del Invernal, no lo estaba dejando asomar.

Mi hermano Luken se irguió cuan alto era para caminar al lado del rey, haciendo alarde de la valentía Mondragón.

Eric se irguió también con expresión impasible.

—Un gusto, mi nombre es Eric Snowborn, rey de Frostmore y esposo de Nadine.

Emití un grito ahogado, sin poder creer que Eric acabara de soltar la noticia de nuestro matrimonio con tan poco tacto.

La descarada introducción dejó perplejos a mis familiares.

—¿Qué fue lo que dijiste? —preguntó mi padre, entre aturdido y encolerizado.

—Mi nombre es…

—¡Me importa un comino tu nombre! ¿Qué dijiste acerca de mi hija? —exclamó el rey cada vez más furioso.




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