La rendición de Drago

Capítulo 6: Silver

—Es un placer conocerte—exclama Aiton Carter estrechando mi mano—. He oído hablar mucho de ti.

—¿Ah sí? Espero que bien.

—Sí. —sonríe.

No puedo creer que sea hermano de Drago. Él es completamente diferente a su hermano. Tiene un aire similar que deja claro que son hermanos, aun así son muy diferentes.

Aiton tiene ojos azules, de un color intenso y llamativo que brillan cuando sonríe y aunque es menor que Drago por dos años, parece mayor.

Imagino que Aiton tiene los ojos de su padre, el difunto Kenny Carter, porque la madre tiene los ojos marrones oscuros, igual que los de su hijo mayor.

A pesar de las diferencias, ambos son guapos, solo que Drago me parece más guapo e imponente. Ese aire desprolijo elegante le queda bien.

Ahí voy de nuevo pensando en él.

—Aiton es soltero, un estupendo abogado y un romántico... —comenta Sophie. El aludido pone los ojos en blanco.

—Ni intentes venderme, mamá. Sé que ya lo intentaste con Drago y me niego a ser la segunda opción.

—Bueno, está descartado—dice en mi dirección—. Falta que conozcas a mi hijo Izan. —indica Sophia.

Evito reír por su interés en casar a sus hijos y ofrecerlos sin vergüenza.

Si supiera que tengo un hijo con su hijo mayor.

—A ese no lo verás por aquí. Tiene miedo de aparecer por el hotel y que Drago lo ponga a trabajar. —expresa Aiton riendo.

—No hables así de tu hermano. Ya sentará cabeza. Tengo fé en él.

—Mamá, tiene treinta años, no veinte para que sigas justificándolo.

—Tarde o temprano aparecerá una mujer que lo hará un hombre trabajador y responsable.

—No todo soluciona conociendo mujeres y hasta ahora solo se ha fijado en las guapas que se dejan deslumbrar por su dinero y por su atractivo dándoles igual que sea un vago.

Me abstengo de opinar y de meterme en la conversación de madre e hijo. No es asunto mío y no conozco al tal Izan para opinar sobre él.

Abro la boca para disculparme con alguna tontería e ir con Nora hasta que llegue Drago y le pueda mostrar algunos diseños, cuando él entra por la puerta de su oficina y por su cara noto que no viene en plan de amistad.

—Drago... —exclama Aiton y se calla.

Sophia se esconde detrás de su hijo del medio.

—Madre, no te escondas.

—No hice nada.

—Cálmate, ¿qué pasó? —hace de intermediario Aiton.

—¿Qué pasó? Fui a correr antes de venir aquí y cuando volví a mi casa encontré una mujer desconocida en mi sala esperándome como si tuviera idea quien es. Resulta que me comentó que una señora la dejó pasar, motivándola a invitarme a cenar.

Ruedo los ojos y miro la puerta queriendo huir.

—No fue para tanto. La mujer era guapa, hablamos un rato y me comentó que está soltera, es instructora de yoga y está deseando conocer a un buen hombre con quien formar una familia. Me tuve que ir y le dije que esperara. Parecía confiable.

Drago está controlándose para no asesinar a su madre y no puedo culparlo, pues yo en su lugar también estaría furiosa.

—Perdiste tu tiempo porque le dije que prefería a los hombres.

—¿Te gustan los hombres? —pregunta Sophia, pasmada.

Aiton se tapa la boca evitando reír. Yo estoy estática sin saber qué hacer.

No creo que a Drago le gusten los hombres o tal vez antes no y ahora sí. Rayos. ¿Me acosté con un gay de closet?

—¿Tendrías algún problema con eso?

Ella niega con la cabeza.

—No, pero sería bueno que lo supiera, así podría buscarte hombres en vez de mujeres. No me importaría que adoptes un niño y le pongas el apellido Carter. No soy desconsiderada y un nieto es un nieto.

Eso es apoyo materno, pienso.

Drago suspira.

—No, madre, lo dije para que se fuera y me dejara en paz. Ahora te pido que dejes de buscarme mujeres o me veré en la obligación de alejarme de ti y no volver a hablarte. He sido paciente, tratado de ser comprensivo, pero todo tiene su límite y estoy cansado. Así que, detente o no volverás a hablar conmigo.

Se hace silencio en la oficina y todos fijamos la mirada en Sophia.

—Bien—habla—. Me disculpo y tienes razón. Puede que haya sobrepasado un poco los límites.

—¿Un poco, mamá? —espeta Aiton—. Has dejado a una extraña en la casa de tu hijo. Agradece, Drago, que no se te apareciera desnuda como me pasó a mí. Menos mal que no le apareció a Izan porque él hubiera aprovechado el momento para luego descartarla.

Abro los ojos con demasía. Que extremista es Sophia para casar a sus hijos. No quisiera estar en el lugar de ellos.

—Yo no tuve nada que ver con esa mujer desnuda—se defiende Sophia—. Yo tampoco aprobé su forma de acercarse.




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