La riqueza no lo compra todo

Capítulo 2: Soñando con un mañana

 

 

Tengo mucha curiosidad por lo que habrá salido de los labios del joven Smith, pero no me doy vuelta en ningún momento. Solo continúo caminando apresuradamente hacia mi primer lugar de trabajo, ya que hoy me dedicaría a limpiar solo un piso. Estoy aprueba, no puedo dar lo mejor de mí.

Bueno, al parecer no hay nada sucio en donde me encuentro, así que por el día de hoy no voy a realizar la limpieza. Mañana vendré con todas las pilas, solo para comenzar con mi nuevo trabajo.

Al salir del edificio, respiro profundamente llenando así mis pulmones con aire fresco. Estoy segura de que ese hombre hace temblar a cualquier ser humano que lo vea, pero eso no va a suceder conmigo.

Por suerte, para mí, no vino ninguna grúa a llevarse mi auto. Sin embargo, debo regresar a casa de mi mejor amiga, a pesar de todo lo que está sucediendo, debo confesar que sus fascinantes ojos esmeralda nunca abandonaron mis pensamientos.

Como todos los días de mi triste vida, llego a casa muerta de hambre y sumamente cansada, lo primero que encuentro, son las facturas sobre la mesa y mi mente comienza a calcular el modo de llegar a fin de mes con el sueldo tan bajo de Lucía y yo recibimos.

Lucía es la única que vino a apoyar mis decisiones cuando me marché de la casa de Celine; vivimos en un pequeño departamento de un edificio con ocho bloques, que se encuentra en Mataderos; un hermoso barrio porteño con una historia impresionante.

Nuestro departamento mide poco, pero para dos personas no está nada mal, ya que cuenta con dos habitaciones (con el espacio suficiente para poner una cama y un armario). Solo tenemos un baño que separa los dos cuartos, es diminuto y posee azulejos rosados y una bañera del mismo color; la cocina es un poco diminuta, pero cabe todo lo que compramos; y también tenemos un living con sofás y el televisor, hay una pared que separa ese ambiente del comedor.

Sentada en el cómodo sofá, decido darle una probada a mi delicioso churrasco, como siempre que trato de encontrar algo divertido en la televisión no hay nada: todo está repetido. Me llama la atención cuando la cerradura de la puerta resuena y mi mejor amiga todavía llevando su uniforme de policía.

—¿Qué tal? ¿Cómo te fue en tu trabajo? —Pregunto girando con cuidado la cabeza para visualizar unos enormes y tristes ojos marrones.

—Podría haberme ido mucho mejor, pero tuve que dispararle a una mocosa que intentaba acabar con la vida de su perro. —Lucía se encoge de hombros dejando su mochila en el suelo.

Me fascina escuchar todo lo que pasa en el trabajo de mi mejor amiga, ella siempre tiene cosas que contar, mientras que yo nunca tengo una anécdota o algo que decir, ya que siempre me despiden de los trabajos.

—Ya me había olvidado, pero ya tengo los boletos para ir a Estados Unidos. Todo fue un desastre, pero los conseguí. —Me informa llena de felicidad, mientras mueve sus brazos como si estuviera alentando un partido de Club Atlético Nueva Chicago.

No puedo evitar abrir mis ojos desmesuradamente, me parece imposible; la sonrisa que se me dibuja me llega hasta las orejas. Hemos estado ahorrando años para poder ir a visitar ese paraíso de oportunidades, claramente, no nos podemos permitir demasiados lujos, pero, por primera vez, creo que nos lo merecemos y saber que nuestro arduo esfuerzo dio frutos, sin duda, es gratificante.

—Pero… hay una cosa que no pude conseguir —susurra bajando la mirada—. No he conseguido un hotel.

Suelto una risita divertida y niego con la cabeza tan solo una vez.

—Tengo familia, así que no te preocupes, ellos nos darán la estadía —respondo con un tono de diversión.

Me sorprende que Lucía no sea la presidenta de Argentina, ella es sumamente inteligente. Debería pensar seriamente serlo en un futuro.

—¿Y tu día, amiga mía?

Trago saliva sonoramente con el solo hecho de recordar al magnífico hombre que he conocido hoy. Supongo que no debo aclarar que no es verdad lo magnífico.

—Supongo que me fue bien.

Alzo ambas cejas ante su respuesta.

—¿Supones? —Insinúa sentándose a mi lado, rápidamente puedo notar ese tono de pregunta retórica. Ella quiere que le cuente la verdad o me cagara a palos.

—Ya sabés, lo mismo de todos los días… Un tráfico de porquería y demasiado estrés —balbuceo como un pez fuera del agua tratando de evitar las preguntas de mi mejor amiga, Lucía Ramírez.

Ella me mira fijamente a los ojos y me obliga a morder mi labio inferior incómoda por todas las cosas que me esperan.

—¿Te estás poniendo como un tomate?

—¿Qué? No, esas son tonterías tuyas —hablo lo más rápido posible, mientras gesticulo con mis manos para restarle importancia al asunto. En realidad, yo me hago la misma pregunta.

La sala se queda en un gran silencio incómodo y sé perfectamente que esta es su segunda táctica para conseguir su cometido. Nunca se va a terminar, no lo hará hasta que le suelte todo lo que tenga que decirle.

Suelto un fuerte bufido de mis labios y me rindo poniendo los ojos en blanco, solo, por un instante, pero luego me acomodo mejor en el sofá y comienzo a hablar:



#21402 en Novela romántica

En el texto hay: romance, dolor, multimillonario

Editado: 23.09.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.