Evidentemente, hace unas horas que no puedo pegar un ojo; nada me ayuda a olvidar la amargura del momento. Estoy harta de sentirme fuera del mundo en el que vivo. La simple curiosidad me está carcomiendo por dentro; sé que no debo hacer este tipo de cosas, pero soy Escorpio. Después de esa estúpida venganza del señorito ese, decido que lo mejor es buscarlo por Internet, solo para saber con quién me estoy metiendo. Me llama mucho la atención que en la revista Caras de Argentina se encuentra un gran artículo donde el señor Smith responde todas las preguntas con respuestas sumamente largas de demuestran su egocentrismo a flor de piel.
Señor Smith, usted con tan solo veinticinco años, logró un imperio en el sur del continente americano, ¿piensa expandir su reinado hacia el continente europeo?
Sí. Mi idea principal es mantener el imperio en el continente americano y expandirlo por todo el mundo. Sé que será toda una odisea; sin embargo, las cosas están yendo muy bien, quizás muy pronto haya noticias de España o Italia.
Wow, pero qué genialidad, este sujeto sí que sabe responder las preguntas de una periodista.
Definitivamente el buscarlo produce que mi mente no pueda olvidarlo, creo que lo mejor será olvidar por completo lo que mi imaginación había comenzado a dibujar hace unos días. El encuentro que tuve fue humillante, todavía no puedo creer que pensé que ese hombre me podría haber besado. Estoy segura de que la impresión que le di es que soy una mujer muy fácil, la mujer que con solo confundirse sale corriendo en dirección opuesta a la multitud.
Cierro los ojos por un segundo, pero me doy cuenta de que perdería el tiempo, ya que era de día; el sol se cuela entre las rendijas de la ventana, quemando mis pupilas; frente a la cama hay una pantalla enormemente plana que está encendida en un canal de noticias. Cuando noto la hora, me estiro soltando un fuerte bostezo de mis adentros, pero luego vuelvo a taparme por completo con las sábanas.
Nunca en mi vida me había imaginado que una estúpida y fogosa atracción me dejaría como estoy. Balder hace que cada una de mis pobres células corran buscando la manera de que vuelvan a crear una sinapsis entre ellas, que mi cuerpo arda en el infierno pidiendo su toque, mientras que la imaginación que nace en mi cerebro se hace cada día más fuerte y detestable.
Sé que todo lo que me está pasando no se trata de amor, no es nada de esas ridiculeces que nos dibuja Disney. Lo único que puedo admitir es que él es un hombre muy hermoso; él es el hombre más hermoso que vi en toda mi vida, seguramente eso es lo que me hace actuar como una completa idiota ante sus encantos de dios nórdico; no obstante, él sigue siendo un hombre detestable y lleno de dinero. Puede que lo esté juzgando de más, pero no lo sé, hasta ahora no me ha dejado de otra; él se comporta de ese modo horripilante.
Algún día voy a despertar de este infierno y ese mismo día haré que, cada uno de mis enemigos, caigan en la miseria de mi venganza.
—¿Te vas a quedar todo el día haciendo nada? Vamos a salir, es un día hermoso para disfrutar —comenta Lucía adentrándose en mi cuarto con una enorme sonrisa sobre sus labios.
—No, no tengo ganas de hacer nada…
—¿Estás loca? O sea, yo no puedo hacer todo por vos, no entiendo lo que te está pasando, pero tengo ganas de que abras los ojos y me digas todo lo que te pasa.
Suelto una risita llena de diversión ante su pregunta.
La habitación en la que me encuentro es mucho más grande de la que tenía en nuestro departamento, no hay nada que me diga que este es mi cuarto. En las paredes hay cuadros de artistas famosos; los colores claros y delicados me demuestran que la persona que lo pinto sabe de facetas coloridas.
—Ya decime… ¿Te sentís bien?
Asiento con la cabeza, pero estoy mintiendo.
—Claro que me siento muy bien… —Respondo poniéndome de pie—. Estaré lista en unos minutos, ¿sí?
Mi aburrida rutina de las mañanas consta de una ducha de minutos, que solo me hace pensar que soy una simple mujer que quiere y desea una vida mejor, pero que no puede conseguirlo por su pasado. Ni siquiera tengo idea de lo que tengo de especial, bueno, quizás no hay nada.
El color de mi piel es muy similar a una pared u hoja completamente blanca; mis rasgos faciales no son nada angelicales, mejor dicho, parezco una muerta andante; mis labios son carnosos y rosados; por supuesto, tengo una nariz argentina, pero los demás países siempre exageran la proporción; y para concluir con mi descripción, puedo decir que mis curvas son verdaderamente perfectas.
De lo único que estoy segura es que yo nunca podré estar con un sujeto con tanto dinero, los multimillonarios y yo no encajamos.
Acomodo mi vestido negro, me observo por un par de segundo en el espejo y me sonrío con curiosidad. Cuando ya estoy lista, me dirijo al cuarto de Lucía, ambas comenzamos a caminar hacia la cocina con curiosidad.
—¿Estás oliendo esa delicia? —Pregunta Lucía con una enorme sonrisa sobre sus labios.
—No, no siento nada… Quizás es por tu embarazo.
—Es olor a café —dice llena de seguridad y comienza a buscar a mi tía.