El viaje a México no fue tan largo como yo me lo imaginaba, es más, me pareció mucho mejor que otros. Por suerte para mí, hablo en español y conozco algunas palabras de este país. Nunca había venido hasta hoy, debo confesar que todo parece increíble.
Junto con Lucía nos detenemos a ver llegar al magnate, Balder Smith, caminamos hacia él con suma tranquilidad y al llegar me detengo en seco. Lo miro sin decir ni una sola palabra, hasta que me doy cuenta de que es tiempo de decir algo, pero lo único que sale de mis labios es lo siguiente:
—Llegué —murmuro con una sonrisa ladina.
La mirada penetrante de color esmeralda me atraviesa por completo, dejándome en completa vergüenza, por lo que siento como mis mejillas se comienzan a tornar de un color muy diferente al común: un simple, pero dulce color escarlata.
—La estoy viendo, señorita Rodríguez. —Sonríe de un modo diferente al que suele sonreír, esta es más verdadera—. Es un gusto verla nuevamente.
Lucía hace una mueca y con delicadeza me empuja con su brazo, se da cuenta de que no le estoy prestando mucha atención, ya que no dije nada sobre ella. Sonrío amplia ante la situación y la señalo con el dedo índice.
—Ella es mi hermana, Lucía.
—Un gusto, señora Rodríguez. —Le extiende su mano.
Lucía niega con la cabeza, pero yo alzo ambas cejas para que me siga la corriente, así que sonríe dulce y responde con cordialidad:
—Igualmente, solo le diré una cosa: traté bien a mi hermana o juro que lo mataré. Si Cam llega a llorar, juro que usted jamás volverá a respirar —amenaza con su mirada seria, mientras aprieta la mano del contrario con demasiada fuerza.
Alzo ambas cejas sintiéndome en completo shock, no puedo ni siquiera creer lo que acaba de suceder; esto no es parte del plan. Debí verlo venir en algún momento.
—¡Lucía! —Grito en su dirección y las personas se me quedan viendo.
Trago saliva ante lo que está ocurriendo, me siento una completa idiota. No esperaba nada de eso, menos que mi mejor amiga me deje como una estúpida frente a alguien.
Un extraño sonido interviene en la conversación, mejor dicho, una voz muy familiar:
—¡Ahhh, no! ¡Ahhh, nooo! —Exclama Guido viéndonos entre la gente—. ¿Puede ser, pa?
Lucía y yo casi nos caemos de la emoción; todo eso era demasiado para nosotras. Me sostengo del brazo de Balder para no caerme al suelo desmayada.
—¿Esto es real? —Pregunto con una enorme sonrisa sobre mis labios—. ¿Sos vos?
Guido se acerca a nosotras y sonríe asintiendo.
—Es real. Debes darle las gracias a tu novio, sino esto no iba a ser real.
Frunzo el ceño ante su comentario y niego más de una vez.
—Pero Balder no es…
Siento como el señor Smith aprieta un poco mi brazo y me mira negando, una típica seña para que le siga la corriente.
Lo miro con una sonrisa amplia y asiento.
—Gracias, cariño —murmuro con diversión.
Lucía no entiende nada, no puedo culparla, ni siquiera yo puedo comprender del todo lo que está pasando.
—Todo sea por ti.
Quiero soltar una carcajada, pero no puedo hacerlo.
Guido nos mira, pero sé que está empezando a hacerse preguntas. Hay algo que le está llamando la atención, aunque no dice nada.
Mis ojos se encuentran con una enorme sonrisa, que solo había conocido por Internet. Los rulos de aquel hombre me recuerdan a los que poseía una de las hijas de Celine, ambas nos odiábamos, pero esa es otra historia.
—No puedo creer que todo esto sea real —murmuro con una enorme sonrisa sobre mis labios.
—Su sonrisa es hermosa, señorita Rodríguez —elogia el señor Smith imitando mi gesto.
—¿Estás lista para la mateada en México? —Pregunta Guido a Lucía, y por supuesto, al señor Smith y a mí.
—¡Por supuesto! —respondemos al unísono con Lu.
Comenzamos a caminar por el pasillo del hotel, lo único que se puede escuchar es lo bullicioso que se encuentra. En las pantallas hay un montón de videos de Tik Tok y la gente tratando de imitarlos, haciendo dúos y jugando con la aplicación. También hay música de fondo, se escuchan canciones argentinas.
Balder observa la manera en la que Guido y Lucía se ponen a platicar, me gusta como se ven juntos. El señor Smith entrelaza nuestros dedos con disimulo, y yo me pregunto: ¿qué rayos está tratando de hacer? Sin embargo, le sigo el juego. Cuando nos alejamos de los chicos, lo miro a los ojos esperando una respuesta por sus actitudes extrañas.
—¿Por qué me mira así? —Enmarca ambas cejas.
—¿Me estás preguntando? Después de todo lo que pasó, ¿me lo estás preguntando? —Alzo ambas cejas imitando su accionar—. Señor Smith, no entiendo nada de lo que está haciendo. Es muy extraña su actitud.
—No es muy extraña, es que… —Él no puede seguir con su oración, ya que los chicos llegan—. ¿Estás feliz, cariño?
Me resulta tan extraño que me llame de ese modo, no me gusta. Siempre que lo hace en mi cara se dibuja una sonrisa ladina, pero no es verdadera. Siento que no debería de sentirme como lo hago, aunque es demasiado tarde para cambiar la situación.
—Sí…
Con cuidado, la mano del señor Smith, vuelve a tomar la mía. El magnate se aclara la garganta, solo para sonar más extraño de lo que ya es y dice:
—No pareces estar muy feliz que digamos.
—¿No? —Alzo ambas cejas ante aquello—. ¿Por qué no parezco feliz?
Él se encoge de hombros mientras, nuevamente, me aleja de la multitud. Me lleva a un lugar lejos de donde nos encontrábamos con los chicos, ahora estamos en un pequeño pasillo. Me mira directamente a los ojos y espera que le diga algo, aunque yo también estoy esperando eso, ya que no entiendo nada.
—¿Qué es lo que te pasa? —Pregunto notando la cercanía que hay entre nosotros.
—No me pasa nada, es que… —Se detiene mirando directo al suelo y luego regresa a mis ojos—. No quiero que se ría o haga algo de lo que se pueda arrepentir.