Oigo el sonido de mi celular nuevo sonar sin cesar. Con la mano comienzo a buscar el artefacto hasta que lo encuentro y atiendo, ya sé que se trata de Balder, así que no le doy muchas vueltas al asunto. Todo debe tratarse de un juego macabro del que no voy a poder salir nunca.
Antes de contestar la llamada, bostezo y atiendo diciendo:
—¿Señor Smith?
—Necesito que venga, es un trabajo muy importante.
Me siento en la cama y observo la hora en el reloj, hago una mueca con mis labios al notar que son las tres de la mañana. Ruedo los ojos negando más de una vez por la situación, pero rasco mi cabeza y asiento; sin embargo, recuerdo que él no puede ver mis acciones, así que decido responder con mis palabras.
—Son las tres de la mañana, señor Smith, ¿qué puede necesitar a estas horas?
—Pues, deberá venir para saberlo. La espero en esta dirección, ahora le llegará.
Corto la llamada y me hundo en la cama, no hago nada más que cerrar los ojos y al abrirlos darme cuenta de que pasaron unos minutos. Lo único que deseo es dormir y no volver a despertar, pero creo que eso es imposible.
Me pongo de pie con cuidado y camino hacia el vestidor para ponerme cualquier cosa que encuentro primero, no tengo ganas de buscar por demás y hacerlo esperar. Mi trabajo se puede ir fácilmente de mis manos, no deseo que eso ocurra.
Acomodo mi vestido azul con dos pequeñas tiras y camino hacia la puerta, cuando llego me doy cuenta de que Lucía me está mirando con el ceño fruncido, mientras se encuentra comiendo las sobras del almuerzo de ayer. Esto del embarazo la tiene comiendo cada dos segundos, pero cuando comienza no puede parar.
—¿A dónde vas a estas horas de la mañana?
Me encojo de hombros, pero luego bostezo y respondo:
—Tengo trabajo, puedes creer que tengo trabajo a estas horas…
Ella niega con la cabeza.
—Ese tipo se está vengando de algo, ¿verdad?
Rasco mi mejilla con frustración y asiento.
—Sí, ¿no te parece divertido que otra persona se quiera vengar de mí? —Pregunto con diversión y tomo mi bolso—. Yo no sé por qué siempre me meto con personas que se quieren vengar del mundo y para cumplir con su palabra me usan a mí.
—Es muy extraño, pero vete ya o van a terminar acabando con tu vida.
Hago una mueca con mis labios ante las palabras de mi amiga, solo espero que ella esté jugando, aunque con el señor Smith nunca se sabe: creo que él sí podría matarme.
—Tenés toda la razón del mundo, nos vemos luego.
Me subo a mi vehículo y manejo con cuidado por la ciudad, hasta que llego a la casa del señor Smith, mejor dicho, su majestuosa mansión de juguetes. Toco el timbre y el hijo de Odín abre la puerta con aires de superioridad, pero luego observa hacia ambos lados y me obliga a pasar. Cuando lo hago me quedo en shock ante toda la decoración que estoy viendo, no hay palabras para describir algo tan hermoso, o tal vez, estoy demasiado dormida para ponerme a pensar en algo que no sea dormir.
—¿Qué necesita, señor Smith?
Él hace una mueca con sus labios y toma mis manos para dirigirme hacia el sofá de la sala, primero trato de empujarlo, pero luego cedo y lo observo fijamente. Puedo notar que su rostro cambia de un momento para otro, hay algo dentro de él que parece que está roto.
La situación me llena de nervios, pero espero callada hasta que él diga algo, después de todo, yo solo vine para ayudarlo y no puedo hacer nada. Sea lo que sea, se nota que es difícil de decir, parece que lo está practicando o algo así.
—Señorita Rodríguez, necesito de su ayuda…
Asiento con la cabeza.
—Claro, dígame en qué puedo ayudarlo.
—Olvídelo. No va a querer darme su ayuda.
—Ni siquiera me dijo para qué necesita de mi ayuda, créeme… no haga suposiciones, señor Smith.
Él hace una mueca con sus labios, pero asiente tan solo una vez.
—En un par de días, mis padres van a venir de Estados Unidos, necesito que se haga pasar por mi cita —responde avergonzado.
Se nota que está muriendo por dentro, pero yo no puedo evitar soltar una carcajada sonora de mis labios, ya que todo esto me parece una verdadera estupidez. La cara de Balder se transforma al verme tan divertida, pero casi de inmediato puedo notar que no está jugando.
—¿No es una broma?
Él niega.
—No. No es una broma, señorita Rodríguez —dice lleno de seguridad en sus palabras.
—Pero… ¿Por qué yo? —Alzo ambas cejas—. Usted puede tener a cualquier mujer en el mundo, yo no soy nadie.
Él es ahora el que suelta una gran carcajada de sus labios y niega más de una vez, de ese modo, su cabello se mueve al compás y lo hace lucir mucho más humano. Creo que es la primera vez que puedo verlo siendo un ser real y no algo que debe ser.
—Yo no quiero a cualquiera… —Frunce el ceño y acaricia mi mejilla con la yema de su dedo pulgar—. Yo la quiero a usted, señorita Rodríguez.
—Pero yo… —No me deja continuar con mis palabras, ya que une sus labios con los míos.
Me quedo completamente desorientada, aunque me dejo transportar por la parsimonia provocativa del besuqueo. Casi de inmediato puedo sentir como sus fuertes y grandes manos tiran de mi cuerpo hasta tenerme ahorcajadas sobre su regazo, la pobre distancia que había entre nosotros ha desaparecido por completo y todo esto me hace sentir una persona nueva: una persona viva. El sabor mentolado, mejor dicho, a eucalipto de su boca me aguijonea a perseguir examinando en las apacibles fronteras de su interior oscuro y aterrador; me aferro a su camisa de cuadros bonitos. Los movimientos despiadados de su lengua comienzan a embelesar; nuestras inspiraciones estremecidas colisionan entre sí; las grandes manos del hijo de Odín apretujan mis glúteos con fuerza, lo que me constriñe a soltar un descontento de mis labios.
Lo empujo con fiereza, pero me doy cuenta del error que estoy cometiendo, ya que no deseo que se separe de mí. Tiro del cuello de su camisa suplicándole por más, suplicando no solo un baboseo, sino que deje a un lado, de una vez por todas, las tergiversaciones absurdas y, al parecer, mis suplican son escuchadas. Sus rigurosos labios se mueven con mucha más fuerza apoderándose de los míos en una proscribe pendencia por la superioridad, dejándome sin respiración, poniendo mi cabeza a volar más allá del mundo que conocemos. Sus destemplados, pero pacíficos sofocos en busca de aire me exportan derechamente a mi destrucción, y cuando sus dientes resplandecientes roen mi labio inferior una Vía Láctea me golpea por completo.