Como todos los días sigue la rutina monótona, nos levantamos y vamos a desayunar, donde nos ponemos a platicar sobre la vida y lo mucho que amamos nuestros trabajos. La madre de Balder se va antes de que llegue Alec, ya que siempre Balder se encarga de adelantar los relojes y su madre piensa que llega tarde a todos lados.
Alexander le quiere contar a su madre que su querido hijo mayor se está muriendo, pero Balder no quiere que su hermano le arruine sus planes, así que siempre se ponen a discutir.
Por supuesto, yo me alejo de sus problemas mientras espero que el señor Michelini me envíe una respuesta, pero ya sé lo que me va a responder. No necesito de sus consejos para saber lo que tengo que hacer.
Hoy es domingo y le prometí a Enzo que lo iba a ver en el bar de acá a la vuelta, me sorprende que desee verme en un lugar concurrido por muchas personas, pero siento que ese punto me da ayuda a mí. Nunca se sabe lo que se le puede ocurrir a ese hombre.
Respiro hondo mientras voy caminando por la calle, creo que debo ser una de las pocas personas que da pasos en vez de ir en vehículo. Al ver el bar, trago duro, pero me armo de valor y me adentro con una sonrisa ladina sobre mis labios.
Cuando Enzo me ve, no duda en acercarse, me obliga a caminar junto a él y nos sentamos en unos sofás de color rojo elegantes; la luz tenue del lugar me obliga a tratar de ver mejor los actos de mi acompañante; sin embargo, el mesero llega para entregarnos una botella de champagne, lo cual no había pedido, pero está en la mesa.
—Enzo, yo solo he venido para hablar contigo y escuchar tu historia, pero no voy a cambiar mi versión —informo llena de seguridad en mis palabras.
—Hola, querida Camu, ¿cómo te está yendo en tu nueva casa con tu remplazo de novio?
Asiento con la cabeza tan solo una vez, ya que me estoy dando cuenta de que esta invitación solo es para hacerme quedar mal a mí. ¿Cómo no se me ocurrió antes? ¡Muy mal, Camila!
—¿Qué es lo que querés, Enzo? —busco una respuesta certera de sus labios, no quiero que me mienta como lo ha hecho todos estos años—. ¿Me vas a mentir en la cara una vez más? No tengo ganas de seguir jugando este juego.
Él niega con la cabeza tan solo una vez.
—Quiero hablar contigo —suspira profundamente para calmar sus nervios—. ¿Sabés? Cuando te conocí supe que serías algo magnifico de la vida. Me enamoré ese día que entré por la puerta y pensaste que era uno más de los nuevos criados. —Hace una mueca con sus labios y niega mostrando la tristeza que lleva dentro—. Después Celine me obligó a irme, me dijo que no eras nadie y que si me quedaba contigo, ella te mataría. Hice lo que me pidió y me alejé de ti por miedo a perderte, porque yo te amo, Camila. —Enzo hace una pausa en su discurso y sirve la bebida espumante en dos copas, me entrega una y me dedica una sonrisa—. Luego, vos te fuiste de Argentina con ese estúpido magnate, Balder Smith, y ahora estás con él. Quiero que lo dejés y vuelvas conmigo a Argentina, Camila.
Lo observo a los ojos sin poder creer lo que él me está diciendo, yo no puedo pensar en qué responder o decir, solo sé que no puedo creerle nada a este hombre. Ya no confío en él.
—Sos un maldito psicópata —susurro viéndolo a los ojos—. Eras el amor de mi vida, pero la cagaste de un modo asqueroso… entiendo que ahora querés arreglar eso, pero ya es demasiado tarde para eso, Enzo, la cagaste.
—Yo no he cagado nada, bonita, ni siquiera logré contarte la verdad de todo eso.
Ruedo los ojos sin querer escucharlo. No entiendo por qué quiere que lo sepa, ya pasó tiempo y no necesito que el pasado venga por mí.
—Pero… —Él no me deja continuar.
—Camila, todo lo que te conté tiene más cosas que deberías saber.
Asiento con la cabeza, pero realmente no tengo ni ganas de saber lo que él tiene para decirme, ¿por qué le cuesta tanto callarse y dejarme ir?
—¿¡No entiendes que no quiero saber más nada de ti!?
Él se acerca y toma mi mano con delicadeza, pero se da cuenta de mi mirada y se aleja con rapidez en su accionar. Enzo me mira con el ceño fruncido y asiente.
—No tienes idea de todo lo que tuve que hacer para poder verte aquí hoy —dice con un tono de voz preocupado—. Tuve que hacer un montón de cosas, cariño.
Él niega bebiendo de su copa, así que imito su acción y bebo todo el contenido de un trago, cuando él está a punto de decir algo decido ponerme de pie y caminar hacia la salida. Sin embargo, algo me detiene, mejor dicho, yo me detengo.
Observo a mi alrededor sintiendo que todo da vueltas, no entiendo nada de lo que está ocurriendo. Un calor abrasador me consume por completo, mientras trato de dar un nuevo paso para largarme de allá, pero no puedo.
—¿Camila? —Pregunta él acercándose hacia mí—. ¿Estás bien?
Niego con la cabeza. Mis ojos se van cerrando, pero antes de quedarme dormida trato de mantenerme despierta observando el suelo, el modo en que los pies de las personas se mueven al compás de la música.
Puedo sentir como me alejan de la multitud, noto y escucho la voz de Enzo, pero trato de escuchar mejor, ya que el sonido de la música no me deja escuchar nada más.
—Alexander Smith me ha dejado libre esté lugar —dice él.
—Puede pasar —responde el guardia de aquel sector.
Levanto mi mano con cuidado y tomo la mano del guardia, pero él me mira a los ojos y me obliga a soltarlo. No puedo hacer nada, solo seguir respirando y aguantar lo que me depara el fututo.
—Ya… Ya basta…
—Lo siento, Camila, así es la vida —responde con una enorme sonrisa sobre sus labios.
Siento como mi cuerpo es suspendido en el aire; siento frío y me deslizo por una sábana de seda azulada. Cierro los ojos y caigo en un rotundo sueño, que me deja inmóvil; no puedo sentir nada más.
Siento como unos brazos me cargan, lo hacen con cuidado, apoyo mi cabeza sobre aquel pecho y escucho unos latidos cardiacos dulces y calmantes. En ningún momento abro los ojos, aunque quiero hacerlo no puedo.