Al día siguiente, las cosas siento que mejoran con rapidez. Sin embargo, Balder esta vez no puede hacer nada por la cena que su cuñada quiere tener con su madre. No podemos innovar nada para desmantelar ese momento, todos desconfiarían de nosotros si lo impedimos.
No sé qué vamos hacer para componer las circunstancias. La policía sigue buscando a Alexander por todos lados; nadie puede encontrar a ese criminal. Yo tengo miedo de salir y que me enganche o algo así, por lo menos, sé que Enzo está en prisión. No quiero desaprovechar el tiempo, pero la desconfianza me estremece.
Observo a Balder tomarse una pastilla, debe ser una de las pocas que empezó a tomar ayer, parece que eso le hace bien para el dolor de cabeza que lo detona. Debe empezar con los signos de su enfermedad.
No estoy lista para perderlo, ayer recién confesé todo lo que siento por Balder. No puedo pensar que cada vez falta menos tiempo para perder. No quiero que me abandone, no pudo pensar en su muerte, no quiero creer en eso.
Balder Smith es la luz de mi penumbra, gracias a luminosidad que resguarda como un manto mi oscuridad, puedo sentir que nuestro amor es como un eclipse; no hay nada más oscuro ni luminoso al mismo tiempo, solo eso, un eclipse.
A lo lejos, percibo los pasos de Balder retornando a la habitación. Él se detiene y suelta una exhalación de sus labios, se avecina y toma asiento junto a mí.
—¿Todo está bien, cariño?
Él niega con la cabeza.
—Hoy Phoebe va a hablar con mamá en la cena, Cami… ella le va a decir todo y voy a tener que ver el dolor en su cara una vez más.
—¿Una vez más? —Averiguo sin percibir lo que él me expone.
—Sí, mi padre murió por lo mismo que voy a morir yo, Cami.
Me acerco a él y lo abrazo con delicadeza. Balder corresponde, pero con lentitud se va alejando de mí.
—Balder, debés decirle a tu madre lo que está pasando, ¿lo entiendes?
—No, no puedo ver la tristeza en sus ojos una vez más.
Tomo su mano para manifestar apoyo y luego asiento con la cabeza tan solo una vez. No puedo negar que las vicisitudes no son lo que me conjeturé, pero no puedo forjar nada para que él cambie de veredicto.
—Balder, vamos a comer, no podemos hacer más nada que comer y esperar el momento.
—Algo se me va a ocurrir, no puedo dejar que Phoebe arruine la vida de mi madre.
Nos ponemos de pie y comenzamos a caminar rumbo a la sala de estar, la madre de Balder se encuentra hablando con su nuera, no tengo idea de lo que se estarán diciendo, pero espero que no sea nada sobre Balder.
Él aprieta mi mano para que le dé fuerzas, no lo pienso soltar nunca. Siempre voy a estar a su lado, no pienso dejarlo.
—Mamá, ¿qué está ocurriendo? —Cuestiona Balder tomando asiento junto a mí—. ¿Madre?
Marie lo mira con el ceño fruncido y luego niega con la cabeza, parece que no está comprendiendo lo que sucede. Creo que Phoebe no le dijo nada con respecto a la muerte.
—Sí, cariño, todo está bien —manifiesta la señora—. ¿Por qué preguntas tan intranquilo?
Él se encoge de hombros y la mira negando con la cabeza. Balder suelta un suspiro de sus adentros y deja un beso sobre mis nudillos, luego sonríe amplio y mira a Phoebe con ojos de piedad; sin embargo, ella parece estar muy decidida con lo que va a hacer en algún momento.
—Señora, Balder se está muriendo —dice Phoebe colmada de seguridad y le lanza los estudios en la cara a la madre—. Tiene la misma enfermedad que su padre, solo le queda un año.
Marie comienza a ver los estudios, los resultados, la cara de su hijo. La mirada de la señora se torna afligida y sus ojos se ensombrecen llenos de un padecimiento que la disgusta por segunda vez en su vida.
—¿Qué? —Duda la madre.
—Balder se muere…
—Balder, ¿tienes algo que decir?
El hijo de Odín vuelve a tomar mi mano y aniquila a su cuñada con la mirada, pero luego me observa a los ojos y se consuela con tenerme a su lado, me dedica una de sus sonrisas hermosas y focaliza su iris en los de su madre. Ambos ojos, los suyos y los de Marie están cristalizados.
—Mamá, me queda un año… —Confiesa él bajando la mirada.
—No, cariño, eres mi bebé. No puedes estar muriendo, no antes que yo, no… no es posible, Balder —responde ella lloriqueando—. Tiene que haber algo para hacer, no puedo permitir que mueras antes que yo.
Él sonríe amplio y niega con la cabeza tan solo una vez.
—No puedes hacer nada, solo ser feliz junto a mí.
Asiento al oír las palabras de Balder y aprieto su mano con delicadeza.
—Eso es lo que vamos hacer todos, vamos a estar a tu lado hasta que todo termine —digo con seguridad en mi tono de voz.
Marie me mira con el ceño fruncido y niega al escuchar mis palabras. Se nota que no le agrada lo que he dicho, pero no veo nada malo a lo que dije con respecto a la muerte de Balder.
—Tú debes regresar a tu país, mi hijo se está muriendo, aléjate de él. Balder tiene que estar con su familia ahora, nada de novias o perder el tiempo con chicas, ¿me entendiste?
Sorbo saliva sonoramente ante aquellas duras palabras, no puedo creer que esta mujer me diga qué es lo que tengo que hacer. A mí nadie me dice qué hacer o no hacer, yo hago lo que quiero.
—Madre, no voy a dejar a Cami.
—Se hará lo que ya se dijo.
—No.
—Balder, tranquilo —musito con una sonrisa.
—Nadie me dice cómo vivo mi vida, nadie me dice a quién amar —responde él con seguridad—. Y no voy a dejar que la idea de alguien sobre el destino me impida amarte o estar contigo… O construir un futuro cercano contigo, porque… —Concibe una pausa y se pone de pie, luego se inclina frente a mis pies y vuelve a tomar mi mano—. Tú eres mi vida… —señala con una enorme sonrisa sobre sus labios y toma un anillo que está en su bolsillo trasero—. Camila Rodríguez, ¿te casarías conmigo?