La riqueza no lo compra todo

Capítulo 24: Una oportunidad

Caminamos felices por las calles hasta encontrar aquel restaurante cercano. No puedo transitar demasiado rápido, pero Balder parece que no lo entiende. Ruedo los ojos ante la situación; tomo el brazo de él y lo detengo con cuidado;  lo miro a los ojos y niego con la cabeza.

—Ten cuidado, Balder, que estoy lenta —digo con diversión en mi tono de voz.

Él me observa y hace una mueca con sus labios, pero comprende lo que me está ocurriendo, así que empezamos a caminar con lentitud por las calles. Al llegar, me abre la puerta y entramos buscando una mesa cerca de la ventana.

Tomo el menú y leo lo que hay, pero nada llama mi atención, hasta que veo la palabra mágica y sonrío señalando los canelones.

—Canelones —le responde Balder al mesero.

Mientras la comida se está cocinando nos ponemos a platicar de todo lo que nos imaginamos de la vida y de la muerte.

—¿Quieres saber lo que le dije a mis padres?

Realmente quiero, pero no deseo obligarlo a nada.

—Sí, bueno, si vos me querés decir…

Él me mira a los ojos y hace una mueca con sus labios, parece estar pensando seriamente en qué responder. Abre la boca para hablar y luego me dedica una sonrisa y asiente con la cabeza.

—Quiero —responde—. Les dije quién era y que muy pronto Antony nacerá.

Asiento con la cabeza.

—Sí, en un día… —Levanto mi labio superior—. No puedo creer, sigue…

Balder comienza a comer su canelón mientras me mira, pero luego bebe un poco de su bebida y abre la boca para responderme.

—Pedí perdón por haber nacido.

Me atoro con la espinaca, bebo un poco de mi jugo y lo miro a los ojos cuando se me pasa la tos. No puedo creer lo que me está diciendo, no otra vez.

—Balder, ya te he dicho que no tenés que pedir perdón por haber nacido.

Él se encoge de hombros, no le agrada que le repita las cosas, y siendo sincera a mí menos. Ya estoy harta cuando Balder se hace de menos.

—Pero es así, siento que no debí… Yo no debí haber nacido, ¿no lo entiendes?

Suelto una carcajada sonora y niego sin comprender.

—No, no lo entiendo, ¿me podés explicar mejor?

Él asiente.

—Porque mis padres ya sabían que iba a morir, ellos sabían que estaba enfermo, ellos… —Hace una mueca con sus labios—. Mi papá decidió que viva porque yo había matado a mi madre, él…

Lo miro a los ojos y niego.

—¿Qué? No. Eso es imposible, Balder.

Él alza ambas cejas y me observa esperando que comprenda lo que significa aquella mirada. No me gusta en lo absoluto lo que me dijo, ¿cómo es posible que sus padres ya supieran lo que él tenía?

—Mi padre lo sabía, por eso te llevé a cada médico de los países a los que fuimos, no quiero que mi hijo herede esto… —Me responde—. Por ahora no lo tiene, pero no sé cuándo puede aparecer o quizás… tal vez, no aparece nunca.

Espero que jamás aparezca su enfermedad en mi pequeño Antony, no podría verlo partir también a él.

Balder me mira a los ojos sin comprender en lo que estoy pensando, doy gracias a eso, no me gustaría que lo sepa.

—¿En qué piensas?

—Que… Pienso que no deseo que mi hijo muera, supongo que tu madre tampoco lo deseaba y tu padre —respondo llenándome la boca de canelón.

El hijo de Odín prefiere quedarse callado cuando quiere, es un poco extraño, pero me doy cuenta de que no se siente nada bien. Creo que es uno de los días donde su medicación no le brinda una pizca de alivio.

—Disculpa… Iré al baño —me informa poniéndose de pie con cuidado.

Asiento con la cabeza tan solo una vez.

—Balder, vayamos a casa, no quiero que te esfuerces por nada del mundo, ¿sí?

Él me mira llevándose la mano a la frente para secar su sudor, me observa y niega caminando hacia el baño. Se detiene en medio del pasillo; lo veo tambalearse y me acerco lo más rápido que puedo, pero es inútil, él ya ha caído.

Todo el mundo se acerca a Balder, ya no puedo verlo, cuando por fin llego a su lado la ambulancia se hace presente. Lo cargan y alzo la mano para que me presten atención, lo cual hacen y se acercan a mí.

—¿Qué sucede, señora?

—Es mi esposo… Se está muriendo —le explico al hombre y me hace un lado para que pueda subir a la ambulancia con Balder—. Gracias…

—¿Qué tiene su esposo, señora? —Pregunta el enfermero.

—No sé algo que se hereda y… creo que me dijo algo llamado Neuropatía Automática —respondo con una pequeña sonrisa.

El enfermero me hace una mueca con sus labios y niega.

—Neuropatía autonómica —me corrige como si yo pudiera saber de lo que estoy hablando, ¿acaso no se da cuenta de que estoy haciendo lo mejor que puedo?

Me sorprende que me corrija, yo no sé nada de medicina, por supuesto que me voy a equivocar.

—Creo que no es tan solo autonómica, hay muchas otras cosas que me dicen que sufre otra Neuropatía —responde y luego me señala el vientre—. Según los nuevos estudios realizados por el Ministerio de Salud, los que sufren Neuropatía autonómica no pueden tener hijos y a menos de que haya engañado a su esposo, es imposible que esté embarazada.

Al escuchar lo que sale de los labios del médico mi entrecejo se tuerce, no puedo creer en sus palabras. Entonces, ¿qué demonios es lo que tiene Balder?

—¿Y qué es lo que tiene? —Cuestiono llena de intriga.

Mi corazón se detiene al ver que el sujeto abre la boca para responderme, Balder está entre nosotros tratando de mantener los ojos abiertos, pero le es imposible.

—No lo sabemos, pero le haremos análisis al llegar al hospital, no se preocupe.

—Su médico le dijo que le faltaba un año, solo le había dado un año de vida, fin.

El paramédico me mira sin poder creer lo que le estoy diciendo, bueno, yo tampoco me lo había creído en su momento, pero las pruebas están allá.

—Eso es imposible, pero no se preocupe, haremos todo lo que podemos.



#21423 en Novela romántica

En el texto hay: romance, dolor, multimillonario

Editado: 23.09.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.