La rosa del criminal

capítulo - 1

Rose se humedeció los labios cuando los sintió secos, aunque su garganta estaba reseca, era lo que menos le importaba, ya que su mente estaba ocupada por el único pensamiento de terminar pronto el trabajo de mierda e irse a casa. Ya era de noche y seguía en su oficina trabajando con algunos de sus compañeros.

 

Sus ojos marrones miraban fijamente la pantalla del ordenador frente a ella mientras sus dedos estaban en el teclado escribiendo. Sus rizos castaños comenzaron a balancearse en ondas cuando la brisa fresca la golpeó con una fuerza repentina.

 

Había un silencio absoluto en la estancia en la que trabajaba, excepto por los sonidos del ratón y del teclado. Además de ellos, Rose oyó un grito ahogado, pero no se atrevió a girar la cabeza porque ya sabía de quién se trataba y no estaba de humor para dramas innecesarios.

Ignorándolo, continuó con su trabajo, pero el sonido la estaba frustrando y su bondadoso corazón la instó a mirar en la dirección de donde provenía el irritante sonido.

 

Giró la cabeza hacia su lado derecho y vio a una belleza de pelo negro con gafas negras que soltaba un grito dramático. No había prueba de lágrimas en sus mejillas, pero se las arregló para sonar como si realmente estuviera llorando.

 

—Deja de llorar, Melisa—, gritó Rose mirando a Melisa frustrada.

 

Melisa era la colega de Rose y su no tan buena amiga, que siempre endosaba su trabajo a Rose. Siempre le pedía ayuda a en todos los asuntos que a veces la hacían enfadar. Pero siendo una persona compasiva, Rose nunca decía que no a sus ruegos, en vez de eso rehuir de ella antes de que abriera la boca para pedir algo.

 

Sin embargo, esta vez Rose no pudo escapar, ya que tenía que trabajar en su ordenador y Melisa empezó a incordiarla sentándose a su lado.

 

—Definitivamente va a romper conmigo—. Dijo Melisa mirando a Rose. —Ya debería ir a la cita, y todavía estoy trabajando aquí. He faltado muchas veces a nuestros encuentros y ha empezado a pensar que ya no le quiero.

 

Rose dejó escapar un suspiro irritado al escuchar su drama.

 

—Si te quiere de verdad, lo entenderá Melisa—. La quiso alentar.

 

—No quiero perderlo, Rose. ¿Puedes ayudarme en algo? —suplicó Melisa tomando la mano de Rose.

 

Ella comprendió que Melisa estaba a punto de endosarle su trabajo, pero antes de que Rose pudiera abrir la boca para decir algo, Melisa volvió a suplicar.

 

—He terminado casi todo. Por favor, ayúdame, Rose. Solo falta un poco de trabajo.

 

—¡Melisa! Hacer mi trabajo se está convirtiendo en una carga para mí. Ya es de noche y también quiero acabar para irme a casa.

 

Melisa miró a Rose con su cara inocente y convincente que literalmente hizo que el bondadoso corazón de Rose se derritiera.

 

—Por favor Rose. Hazlo por mí. Prometo que en otra ocasión te devolveré el favor.

 

Melisa sabía que si prometía devolverle el favor, era algo seguro que tendría que hacer tarde o temprano.

 

Rose puso los ojos en blanco al ver el trabajo pendiente de Melisa. No era para tanto, así que aceptó.

 

—Está bien.

 

Melisa le dio las gracias y le besó la mejilla. Luego le dio las llaves de su coche a Rose, lo que la dejó perpleja, ya que no sabía por qué le daba las llaves del auto.

 

—Después de terminar el trabajo, entrega estos archivos a Linda. Sabes su dirección, ¿verdad? —dijo Melisa colocando algunos archivos sobre el escritorio.

 

—¿Qué? Ni hablar. Tengo que ir a casa. No puedes darme más trabajos —gritó Rose enfadada.

 

—Por favor, por favor. Me llamó de nuevo pidiendo los archivos aunque le dije que se los daría mañana. Ya sabes que es muy exigente con sus trabajos. Por favor, Rose.

 

Si Melisa no le hubiera dado las llaves del coche, Rose no lo habría aceptado. Rose tenía que llegar a la parada de autobús o a la estación de tren para llegar a su casa, pero como Melisa le había prestado su coche, Rose no tendría que esperar al transporte público. Viendo lo positivo, Rose aceptó.

 

—¿Cómo vas a ir? —indagó Rose.

 

—Le pediré que me recoja—. Diciendo eso Melisa salió corriendo de la estancia.

 

Rose bebió agua para despejar su garganta reseca y continuó con su trabajo, así como con su trabajo adicional. Se hizo de noche para cuando lo pudo terminar todo. Entonces cogió los archivos, las llaves del coche y se dirigió a la zona de aparcamiento. Luego condujo hasta la casa de Linda y le entregó los archivos.

 

Mientras conducía hacia su casa, el coche se paró de repente. Siguió intentando conducir, pero sus intentos fueron en vano y fue entonces cuando comprendió que el coche se había averiado.

 

Maldiciendo su suerte, se bajó del coche. Llamó a Melisa, pero esta no cogió la llamada porque estaba disfrutando con su novio en su apartamento. Cansada de llamarla, Rose cerró el coche y empezó a caminar. Como el coche no se averió en la carretera principal, sino en una calle apartada, Rose esperaba que no le pasara nada al coche de Melisa.

 

Se colgó el bolso y recogió la maceta que tenía un rosal y una rosa roja florecida en la planta, la cual había comprado por la mañana de camino a la oficina, siguió caminando hacia la parada del autobús.

 

En un momento dado, empezó a temer por su seguridad al verse en una calle oscura y vacía, lo que hizo acelerar sus pasos.

 

Mientras caminaba se fijó en un tipo cuyo rostro no estaba claro debido a la penumbra, el cual caminaba apresuradamente. Su mirada siguió al tipo y entonces se dio cuenta de que el hombre iba detrás de una muchacha, que estaba de espaldas a Rose.

 

El individuo arrastró a la chica a la fuerza lo que hizo que la muchacha dejara escapar un grito.

 

Al notarlo, los ojos de Rose se abrieron de par en par. Comprendió que la mujer estaba en problemas y sin pensarlo dos veces decidió ayudarla. Corrió hacia ellos y vio al tipo que se cernía sobre la chica mientras la inmovilizaba contra la pared. Su cara estaba enterrada en el pliegue del cuello de la muchacha, probablemente besando el cuello.




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