La rosa del criminal

capítulo - 2

Rose se bebió el agua de un trago derramando un poco sobre ella. Respiró profundamente pensando en el incidente con una mala sensación. Se lavó la cara relajándose un poco y luego se sentó en la cama sujetándose la cabeza con ambas manos. Se maldijo por haber pensado en ayudar a esa chica. El cansancio y la somnolencia fueron reemplazados por la irritación y el miedo. Luego se tumbó en la cama cerrando los ojos y se quedó dormida después tanto pensar.

 

Al día siguiente Rose llegó a su despacho todavía fastidiada por el incidente de la noche anterior. Cuando vio a Melisa, su enfado aumentó.

 

—¿Qué demonios estabas haciendo anoche? —le gritó dejando caer el bolso sobre el escritorio.

 

—Si tuvieras un novio sabrías lo que he podido estar haciendo —respondió Rose un tanto sonrojada.

 

—¿Qué? —cuestionó enarcando las cejas. —Lo que fuera que estuvieras haciendo no me importa. No respondiste a mi llamada. Tu estúpido coche se jodió.

 

—¿Dónde está mi coche ahora? — preguntó Melisa preocupada por su vehículo.

 

—En la carretera. No te preocupes, lo he cerrado con llave. Deberíamos ir a buscar tu estúpido coche después del trabajo.

 

—No es necesario—. Diciendo eso Melisa llamó a una amiga pidiéndole ayuda.

 

Rose se sentó en la silla y se puso a hacer su trabajo mientras contaba el incidente ocurrido la noche anterior. Melisa se disculpó por haberle endosado tanto trabajo, y se sintió bastante culpable. Pocos minutos después, la amiga de Melisa llegó a la oficina y cogió las llaves del coche para llevarlo a un taller mecánico.

 

Horas más tarde, Rose terminó su trabajo en la oficina y se dirigió a la comisaría de policía más cercana. Nada más entrar, unos cuantos policías empezaron a murmurar con fastidio. 

 

—Han pasado años. La gente nunca cambia —los escuchó decir.

 

Ignorándolos, se acercó al jefe de la comisaría y se plantó frente a él.

 

—Ya le hemos dicho que no tenemos ninguna pista. Le informaré personalmente si llegamos a saber algo. Por favor, señorita Rose, haga usted su trabajo y déjenos hacer el nuestro —masculló, a la vez que dejó salir un suspiro.

 

Los ojos de Rose se llenaron de lágrimas al escuchar aquello.

 

—Llevo años acudiendo a esta comisaría, señor. Sin embargo no me dan ninguna información —pronunció tragándose su angustia.

 

—¡Srta. Rose! La comprendo, pero debería pensar también en nosotros. La foto que tenemos es de hace años. Buscar a alguien basándonos en una imagen de su infancia, no nos facilita las cosas.

 

—Usted lo lleva buscando hace muchos años. Podría haberlo encontrado el día que yo llegué a tu comisaría, pero no lo hizo.

 

—No me hables en ese tono. Tú solo buscas a una persona, pero nosotros tenemos cientos de casos de los que ocuparnos. Ahora, por favor, no nos hagas perder el tiempo —espetó, agachando la cabeza para mirar el expediente que tenía delante.

 

Rose se dio la vuelta y se alejó con el corazón encogido. Cada vez que salía de esa comisaría, su esperanza siempre se reducía. Incluso su mente seguía diciendo que no conseguiría nunca encontrar a la persona que buscaba, pero su mente no podía aceptarlo, todavía se aferraba al hecho de poder verlo algún día. Era la única esperanza que la movía.

 

Mientras caminaba, se fijó en un tipo apoyado en la pared el cual fumaba un cigarrillo. Su curiosidad por ver a alguien fumando cerca de una comisaría la hizo mirarlo. Entonces se dio cuenta de que era el mismo hombre de la noche anterior. Se dio cuenta de que tenía una venda alrededor de la frente, probablemente por el golpe que le propinó.

 

Agachó la cabeza y caminó apresurada queriendo pasar desapercibida. Todavía se sentía culpable por haberle pegado y no tenía valor ni para mirarlo. Aparte de eso, su aura le resultaba peligrosa, pero para su mala suerte, él ya la había visto cuando ella entró en la comisaría. La estaba esperando.

 

Cuando se cruzó con él, dejó caer el cigarrillo y empezó a avanzar detrás de ella, lo que la hizo entrar en pánico. Ella agarró su bolso y aceleró los pasos con grandes zancadas.

 

—¿Te ha investigado la policía por algún asesinato? —indagó Michael.

 

Sin decir nada, Rose aumentó la velocidad.

 

—¿Cómo te llamas? —preguntó mientras caminaba detrás de ella.

 

Ella empezó a correr, pero él la detuvo sujetándola de la mano parando frente a ella.

 

—Literalmente te hice dos preguntas, pero no respondiste a ninguna —le reclamó con enfado.

 

—Lo siento —balbuceó mirándole a los ojos.

 

—Esta no es la respuesta que esperaba —estableció entrecerrando los ojos.

 

—Pero esto es lo único que te puedo decir. Siento lo de anoche. No pensé que fuera tu novia. Un error por mi parte.

 

—¿Quién dijo que te equivocaste? Ella no es mi novia—. Contestó Michael.

 

Rose se sorprendió al escuchar su frase.

 

—¿No? —indagó—, pero los dos estabais...

 

—¡Oh, vamos! Ella es solo una amiga... con beneficios. No soy su novio y ella no es la mía.

 

Rose no supo que responder así que guardó silencio.

 

—No has dicho tu nombre —insistió arqueando una ceja.

 

Rose notó que su autobús ya estaba llegando a la parada, lo que la obligó a marcharse.

 

—Tengo que irme —se excusó.

 

Michael torció una sonrisa cuando notó lo ingenua, inocente y amable que era ella. No solo era preciosa, sino su actitud, su amabilidad lo atraía de un modo inexplicable. Aunque había tenido muchas chicas en su vida, ninguna le había resultado tan magnífica como ella. Había estado con chicas sexis, que literalmente babeaban por él, pero la hermosa Rose lo enloquecía sin haber hecho nada con ella.

 

Quiso retenerla y acorralarla hasta averiguar el mínimo detalles sobre ella, pero contuvo sus impulsos, ya que entendía que estaba asustada y no quería ahuyentarla, sino acercarse a ella.




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