La rosa del criminal

capítulo - 3

Como era fin de semana, y Rose no trabajaba se tumbó en la cama a relajarse escuchando algo de música a la vez que pensaba en su vida.

 

Tomó de la mesita la foto de un niño que parecía tener entre once y trece años. Mientras observaba la imagen no pudo evitar una sonrisa y acabó besando la foto cariñosamente.

 

Sus pensamientos se vieron interrumpidos por la llamada de Melisa pidiéndole que acudiera a tomar café. Sin embargo deseaba pasar su tiempo a solas, aunque Melisa insistió tanto que no le quedó más remedio que aceptar.

 

Cuando llegó a la cafetería sus ojos se abrieron de par en par al ver a Melisa acompañada por sus amigos y su novio, ella creyó que estarían solas, no se esperaba encontrarse con tanta gente.

 

—¡Rose! —la alertó Melisa con una sonrisa.

 

Rose tomó asiento sonriendo con suficiencia. Las amigas de Melisa seguían hablando casi sin tenerla en cuenta, lo que le empezaba a resultar bastante molesto. No es que Rose no quisiera integrarse en la conversación, pero nunca le gustó cotorrear demasiado.

 

Ella era una chica solitaria, no demasiado extrovertida y siempre encerrada en sus límites.

 

—Este es James.

 

Señaló Melisa a su amigo de casi 1,80 m. Alto y con un rostro encantador. 

 

Desde el día en que James vio la foto de Rose en el móvil de Melisa, no paraba de pedirle que se la presentara, lo que a Melisa no le pareció mala idea, ya que deseaba que Rose saliera de su aburrida vida.

 

Rose se limitó a asentirle sonriendo, sin embargo la intensa mirada de James la empezó a incomodar. Aunque al poco rato, los amigos de Melisa empezaron a marcharse.

 

—¿Qué que ha parecido? —indagó Melisa.

 

—¿Quién? ¿Tu novio? Ya te he dicho que él es lo más —respondió ella.

 

—No, estoy hablando de James. Es guapo, ¿verdad? Su altura, su personalidad, ya sabes, es un hombre rico también y es amable y...

 

—¡Melisa! —gritó Rose, obligando a Melisa a guardar silencio—, sé lo que intentas hacer, quieres emparejarme con James, no soy una cría.

 

—¡Vaya! —Melisa dejó escapar un suspiro de alivio que había estado conteniendo durante un rato—, ¿entonces te parece bien?, a él le gustas mucho.

 

—No. Ahora no me interesa ningún tipo de relación. Ya te lo he dicho, ¿no? —le tuvo que recordar.

 

—¿Cuánto tiempo piensas seguir así?, siendo alguien aburrido sin un poco de color en su vida. No puedes pasarte la existencia solo trabajando, debes vivir la vida, Rose —le recriminó.

 

—Oh, ya estoy llevando una vida, mejor déjame así —refutó poniendo los ojos en blanco.

 

Melisa soltó un suspiro y dejó de lado el tema de buscarle una pareja. Luego pasearon por la ciudad durante el resto del día y por la noche terminaron en una heladería cerca de la casa de Rose.

 

—¿Estás segura de que no te interesa James? —insistió relamiendo la cuchara.

 

—¿Otra vez con eso? —rebatió

 

—Está bien, ya no lo vuelvo a mencionar.

 

Quisieron abandonar el establecimiento cuando acabaron con sus helados, sin embargo cuando Rose cruzó el umbral de la puerta, se percató de que Michael estaba hablando con alguien en el exterior. Retrocedió de inmediato para esconderse de él.

 

Melisa enarcó las cejas al ver el comportamiento de su amiga.

 

—¿Y ahora qué pasa?

 

Rose señaló con el dedo la puerta de cristal donde se veía claramente a Michael.

 

—El tipo de la camiseta negra, es sobre el cual te conté, el de la noche, al que golpeé con la maceta, ¿recuerdas?

 

Melisa vio al tipo a través de la puerta de cristal y dio un salto de emoción.

 

—¿Mikey?

 

—¿Lo conoces? —preguntó Rose.

 

—Sí, es el ídolo de muchos corredores callejeros, un excelente motorista. Y sí, su atractivo es otra cosa de la que deberíamos hablar.

 

—¿Qué? ¿Por qué sabes cosas sobre corredores callejeros?

 

—Una vez fui a ver una competición de carreras con mi novio. Allí lo vi. Deberías verlo competir.

 

—¿Eh? Ni siquiera tengo el valor de mirarlo a la cara, ¿y, esperas que lo anime en las carreras callejeras?

 

—¿Por qué le tienes tanto miedo? Lo que hiciste fue un error. No fue intencionadamente.

 

—Sí, pero... parece peligroso y no quiero enfrentarme a él.

 

—De eso que no te quepa duda, es bastante peligroso, además he oído que también está involucrado con bandas criminales.

 

—¡Oh, Dios! —se alarmó Rose.

 

Después de que se dio cuenta de que Michael había abandonado el lugar, se atrevieron a salir de la heladería. Melisa caminó en la dirección opuesta para llegar a su casa y Rose se dirigió a la suya.

 

Sumergida en sus pensamientos, escuchó una voz por detrás que la hizo estremecerse.

 

—¿Cómo te llamas?

 

Se quedó quieta tragando saliva. Michael se paró frente a ella esbozando una sonrisa, en tanto susurró: —Rose.

 

—¿Mi nombre? ¿Pero cómo? —balbuceó confundida.

 

—Lo sé todo sobre ti. Tu nombre, la oficina donde trabajas e incluso la dirección de tu casa. De hecho, estoy a punto de ir ahora mismo para verte.

 

—¿Verme? ¿Pero por qué? —cuestionó a la vez que se estremeció.

 

—Porque me estás molestando —espetó inclinándose a su altura.

 

Rose tragó saliva al escucharlo y dio un paso atrás para mantener una distancia prudente.

 

—¿Desde cuándo te molesto? —inquirió.

 

—Desde la noche que intentaste matarme —argumentó Michael dando un paso al frente.

 

—Yo... tengo que irme —intentó alejarse de allí, pero él la detuvo en seco.

 

—¿Por qué me tienes miedo? Tranquila Rose, no te haré nada.

 

—No te tengo miedo—. Ella trató de sonar confiada, pero el tartamudeo en su voz fue inevitable.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.