La rosa del criminal

capítulo - 4

Aunque Rose le había dejado claro a Michael que se mantuviera alejado de ella, este no le hizo caso. Él era el tipo hombre que siempre conseguía todo lo que quería y ahora quería acercarse a ella. La acosó hasta llegar a conocer sus intereses, hábitos y mucho más.

 

Estaba aliviado de averiguar que ella no tenía novio, lo que le ahorraba el tener que deshacerse de él sí lo hubiera tenido. Sí, estaba dispuesto a todo con tal de conseguir lo que quería. Reunió todo lo que debía saber respecto a Rose, excepto la razón por la que había estado visitando la comisaría, quiso indagar sobre el tema, lo que fue una pérdida de tiempo, ya que no pudo averiguar nada.

 

Tras ganar otra carrera callejera, Michael se dirigió a su casa. Mientras iba de camino, decidió ver a Rose. Giró su moto hacia la oficina donde ella trabajaba. La observó caminando por la calle hacia la estación de policía. La esperó fuera y al cabo de unos minutos Rose salió de nuevo.

 

Michael dejó caer su cigarrillo mirándola. Se dio cuenta de que Rose sollozaba mientras se secaba las lágrimas, lo que le hizo arder de rabia. No entendía por qué lloraba y dio un paso adelante para acercarse a ella, pero fue detenido por Sasha, la cual se plantó frente a él.

 

—¡Mikey! Qué sorpresa! —manifestó eufórica.

 

Michael trató de alejarse, pero Sasha le sujetó la mano impidiéndole el paso.

 

—¿Qué te ha pasado, Mikey? Me has estado ignorando desde hace unos días —le reprochó.

 

—¡Sasha! Hablaremos más tarde. Ahora me tengo que ir —la quiso esquivar.

 

—Incluso ahora estás evitándome. ¿He hecho algo malo? No te dejaré ir hasta que respondas a mi pregunta.

 

Michael dejó escapar un suspiro al escucharla. La miró con severidad y apretó la mandíbula.

 

—¿Quieres saberlo?, pues escucha; no te quiero, Sasha. No me vuelvas a molestar.

 

Sasha se burló al escuchar sus palabras. Por un segundo, se cuestionó lo que había escuchado.

 

—¿Estás diciendo que ya no te interesa nuestra relación? ¿Pero por qué? —indagó.

 

—Porque me interesa otra chica.

 

Concluyó alejándose, lo que hizo que ella ase ofendiera por sus palabras obligándola a gritar.

 

—Bien. Tengo muchos chicos que se mueren por estar conmigo, tú te lo pierdes.

 

Cuando Michael cruzó la calle en busca de Rose, ella ya se había ido. Decidió ir a su casa, pero la voz de una chica por detrás lo obligó a mirar.

 

—¡Michael!

 

Melisa estaba de pie frente a él sonriendo alegremente. Michael se percató de la presencia de los compañeros  de Rose, así que no tardó mucho en darse cuenta de quién era esa chica.

 

—Soy Melisa. Soy una de tus admiradoras. He estado en tu carrera una vez y debo decir que eres increíble. Y tú eres guapo, eres… ¡Dios mío! —sonrió con nerviosismo.

 

Michael esbozó una sonrisa al escucharla. Vio claramente afecto en los ojos de Melisa y planeó conocer a Rose a través de ella.

 

—Gracias, Melisa. Eres preciosa —la deleitó con una encantadora sonrisa.

 

Melisa se quedó embobada al escucharlo, alineó sus gafas y lo observó de lleno.

 

—¿Lo soy?

 

—Sí, lo eres —afirmó, ella acomodó un mechón de pelo detrás de la oreja.

 

—¡Oh, Dios! —emitió una risa nerviosa—Si no tuviera novio, te habría acosado todos los días de mi vida.

 

—No te preocupes. Podemos seguir siendo amigos, ¿no?

 

Melisa frunció el ceño, dudaba de su comportamiento, ya que sabía que los tipos como Michael nunca serían tan simples y educados.

 

—¿Hay algo que quieras de mí? —inquirió.

 

Michael movió los labios hacia un lado al escucharla.

 

—Aprecio que seas una chica inteligente, ¿podemos ir a tomar un café?

 

Pudieron llegar a una cafetería cercana, aunque Melisa estaba feliz con la presencia de Michael, tenía un mal presentimiento.

 

—Quiero saber algunos detalles sobre Rose —demandó.

 

Melisa solo sabía del encuentro tan fortuito con Michael, por lo que Rose le había contactado. Nunca supo el interés de Michael por Rose, ya que ella nunca lo mencionó en ningún momento. Melisa seguía asumiendo que Rose tenía miedo de enfrentarse a él porque lo había golpeado con la maceta, pero daba por hecho que él lo había olvidado, sin embargo oírle preguntar por Rose dejó a Melisa perpleja.

 

—¿Sobre Rose?

 

—Quiero saber de ella —insistió encogiéndose de hombros.

 

—Mira Michael, si estás aquí por su dirección o número de teléfono…

 

—Oh, déjalo, Melisa. Sé su número, su dirección, sus aficiones, eso fue fácil de saber. Estuve rondando detrás de ella desde hace muchos días y conseguí mucha información. Solo quiero saber por qué ha estado visitando la comisaría.

 

Los ojos de Melisa se abrieron de par en par al escucharlo.

 

—¿Por qué iba a decirte eso?

 

—Porque quieres un beso mío —susurró coqueto a la vez que atrapó una de sus manos.

 

Las mejillas de Melisa se sonrojaron y sintió arder. Se lamió los labios mirando a Michael, pero controló sus sentimientos evocando a su novio. Ella no era ninguna zorra.

 

—¿De verdad? Lo siento Michael. No quiero tu beso—, zanjó —. Sí creíste que te daría información sobre mi amiga es que eres un ingenuo.

 

Los ojos negros de Michael se tornaron oscuros al oírla. Melisa tenía suerte de ser una mujer y amiga de Rose, de lo contrario le sacaría a base de puñetazos.

 

—No quiero hacer daño a nadie, Melisa. Si quisiera podría haberle hecho cualquier cosa a tu amiga pues ya conozco su dirección y todos los putos detalles —guardó silencio en una expresión seria. —Conseguiré lo que quiero de cualquier manera, y si me dices lo que necesito prometo que a tu novio no le pasará nada.




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