La rosa del criminal

capítulo - 5

Rose llegó a su despacho aún con las palabras de Michael retumbando en su cabeza. Con una pequeña sonrisa en los labios, se sentó en la silla encendiendo el ordenador. Notó que Melisa la observaba denotando preocupación. Hizo el amago de decir algo cuando Melisa se anticipó a decir:

 

—Lo siento.

 

Rose se sintió confundida al escuchar sus palabras. No entendía por qué Melisa le pedía disculpas.

 

—¿Lo sientes? ¿Por qué? —cuestionó frunciendo el ceño.

 

—Le di la información sobre tu hermano a Michael.

 

—¿Fuiste tú? ¿Por qué se lo dijiste? —indagó.

 

—Lo siento mucho Rose. No quise revelar nada de tu información, pero casi me amenazó. Rose lo siento mucho. Yo…

 

—Está bien. No te sientas mal. En cierto modo me ha beneficiado —la calmó.

 

—¿Qué quieres decir?

 

—Me ofreció ayuda. Dijo que me ayudaría en la búsqueda de mi hermano —manifestó sonriendo.

 

—¿Ayudarte? —se burló. —¿Tienes idea de lo peligroso que es? Por supuesto que no la tienes, ni siquiera yo era consciente hasta me amenazó.

 

—Melisa, no temas —tragó saliva. —Me prometió ayudar y a cambio no quiere nada. No es que confíe del todo en él, pero no sé… —dudó incluso de sus propias palabras. —Melisa, no tengo a nadie que me ayude. ¿Y si realmente quiere ayudarme? No puedo perder esta oportunidad.

 

—Pero ten cuidado, ¿vale?

 

Rose asintió con la cabeza como respuesta y luego continuaron sus trabajos.

 

Era de noche cuando Rose y Michael se encontraron cerca de la casa de ella. Se sentaron en el banco de la calle en silencio mientras Rose empezaba a frotarse las palmas de las manos nerviosamente, aunque él estaba en una esquina del banco mientras ella se encontraba en la otra punta.

 

Michael observó la distancia que los separaba con frustración.

 

—Esto no me lo esperaba —murmuró.

 

—¿El qué?

 

—Nada. Primero deja de frotarte las palmas de las manos, si no, se te despelleja la piel —dejó escapar un suspiro.

 

Rose jadeó y dejó de hacerlo. Michael se movió un poco hacia adelante lo que la hizo retroceder en un instante. Michael levantó las cejas al ver su reacción.

 

—No te muevas más. Te vas a caer —la advirtió.

 

Rose se mantuvo en silencio agachando la cabeza.

 

—Dime Rose, ¿cómo perdiste a tu hermano?

 

—No necesitas esos detalles. Dijiste que me ayudarías a encontrarlo, no a preguntar detalles sobre él.

 

Michael negó desaprobando su actitud.

 

—¿Qué? ¿Así que esperas que encuentre a una persona sin saber ningún detalle sobre ella?

 

Rose sacó una foto de su bolso y se la dio. Michael miró al niño de la foto detenidamente.

 

—¿Quién es este niño tan guapo? —indagó.

 

—Es la foto de mi hermano cuando tenía once años. Me gustaría saber cómo es ahora.

 

Michael empezó a reírse de forma sarcástica.

 

—¿Entonces debo ir a la búsqueda solo con la foto de este niño?

 

—Su nombre es Robin. Tenía casi doce años cuando lo perdí —argumentó.

 

—¿Cómo lo perdiste? —volvió a insistir.

 

Rose no deseaba hablar más de la cuenta.

 

—No entiendo por qué ocultas los detalles. Ten un poco de confianza en mí Rose —le reprochó, poniendo los ojos en blanco.

 

—Supongo que la información que te estoy dando es suficiente para localizarlo.

 

—Bien, entonces.

 

Michael tuvo que llamar a un amigo para hacerle saber que estaba buscando a alguien, a lo que Rose dio por finalizada la conversación y quiso dejar el encuentro.

 

—¿Eso es todo? —la detuvo en seco.

 

—¿Qué más quieres?

 

—Ummm… ir a un café tal vez. Quiero decir, tengo hambre. Vine directamente después de terminar mi trabajo, y me gustaría conocerte un poco más —estableció, deseando pasar un poco más de tiempo con ella.

 

—No puedo permitirme gastar demasiado dinero. Mejor vayamos a mi casa, te cocinaré algo, es lo menos que puedo hacer por ti.

 

—¡Vaya! —sonrió y se subió a su bicicleta. Rose cruzó los brazos sobre el pecho.

 

—Mi casa está a pocos metros.

 

Luego caminaron hacia su casa y llegaron en pocos minutos. Era una casa sencilla de una sola planta con un vestíbulo, un dormitorio y una cocina. Michael se burló cuando vio que todo estaba perfectamente arreglado. Se dejó caer en seco sobre el sofá lo que hizo que Rose gruñiera.

 

—Cuidado. No soy rica para permitirme otro si rompes ese.

 

Ignorándola, Michael siguió mirando el techo, los muebles y todo lo que había a su alrededor.

 

—¿Qué te gusta comer? —le preguntó ella.

 

Michael la observó de arriba abajo minuciosamente.

 

—Cualquier cosa… caliente —dijo, recalcando la palabra “caliente”.

 

—De acuerdo —asintió sin caer en su indirecta.

 

Michael se frustró a su respuesta cortante, cuando esperaba otro tipo de reacción a su comentario.

 

—¡Oh Dios, Rose! —murmuró sin poder reprimir una risa.

 

Luego encendió el televisor con un volumen fuerte que hizo que Rose se irritara. Siguió cocinando maldiciéndose a sí misma por haberlo traído a casa.

 

Al rato le sirvió la comida y él empezó a comer.

 

—Nunca esperé que cocinaras tan bien —la halagó.

 

—Encontrarás a mi hermano, ¿verdad? —se quiso asegurar.

 

—Sabiendo su nombre y contando con la imagen, supongo que sí —estableció  dudando.

 

Después de conversar un poco sobre todo, se tuvo que marchar.

 

Desde ese día ambos comenzaron a buscarlo. En cuanto a Michael, buscar a Robin era algo secundario, ya que su objetivo principal era acercarse a Rose y se centraba más en eso. Siendo ella bastante ingenua, Rose seguía pensando que Michael se había esforzado mucho por su hermano, pero en realidad le dijo a algunos de sus amigos que buscaran por él.




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