La rosa del criminal

capítulo - 9

Con las bolsas de la compra en la mano, Rose y su amiga llegaron exhaustas hasta la casa de Melisa. Rose dejó las bolsas sobre la mesa mientras se sentaba en el sofá. Estiró las manos relajándose. Melisa también se sentó a su lado crujiendo los nudillos.

 

—Gracias Rose. No habría conseguido comprar sin ti.

 

Rose cerró los ojos gimiendo.

 

—Casi vacías todas las tiendas de la ciudad. Maldita sea. Estoy muy cansada.

 

Rose se quedó callada mientras Melisa empezaba a mirar los vestidos y accesorios que había comprado. De repente la puerta de la habitación se abrió de golpe y el novio de Melisa entró.

 

Rose se sintió realmente frustrada ya que no estaba para dramas innecesarios ni para hablar con nadie.

 

—¡Hola chicas! —saludó caminando hacia Melisa.

 

Rose sonrió mirándolo y se paró de allí comenzando a irse pero él la detuvo diciéndole que se relajara un rato. Peter entendió que ambas estaban demasiado cansadas, ya que sabía lo que suponía ir de compras con su novia. 

 

—Voy a traer café para las dos.

 

Ella sonrió con tanta amabilidad por parte de Peter, inconscientemente sonrió.

 

—Peter es tan bueno. Hace las cosas antes de que se lo pidas y los dos estáis tan compenetrados.

 

—¡Oh, Dios mío! ¿De verdad eres tú? Es la primera vez que oigo salir de tu boca palabras como estas. ¿Qué ha pasado?

 

Melisa movió las cejas de forma juguetona.

 

—Es lo que veo...

 

—Bien, ¿Y, qué pasa con Michael? —indagó con interés.

 

Rose entrecerró las cejas escuchando a Melisa.

 

—¿Qué pasa con él? —cuestionó.

 

—Quiero decir que es el primer chico en tu vida. ¿Qué se siente al estar con él? Y dime... ¿es bueno? ¿Cómo se comporta?

 

—Michael es un buen amigo mío. Es un buen tipo y me está ayudando mucho. Es muy generoso.

 

—¿Sólo amigo? Supongo que siente algo más por ti. Rose, has dicho que es bueno, así que qué tal si ambos llevan su relación a un siguiente nivel de...

 

—¡Melisa! —gritó Rose interrumpiendo las palabras de Melisa. —¿Podemos no hablar de tus estúpidas ideas?

 

—Pero Rose... está bien. Lo que tú digas.

 

Melisa puso los ojos en blanco dándose cuenta de que era una pérdida de tiempo discutir cosas con Rose.

 

Peter trajo dos tazas de café, conversaron y cuando se acabaron el café, Rose se sentía con más fuerza para volver a casa.

 

Durmió nada más dejarse caer sobre su cama, y cuando despertó ya había anochecido. Empezó a limpiar su casa, hizo algunas tareas habituales y luego salió a la terraza a escuchar música.

 

Rose siguió disfrutando de la luz de la luna junto con la brisa fresca en su piel mientras escuchaba sus canciones favoritas. Su pequeño disfrute fue interrumpido cuando el nombre de Michael apareció en su pantalla del móvil.

 

—¡Hola! —murmuró contestando la llamada.

 

—¡Rose! ¿Dónde estás? Estoy frente a tu casa y la puerta está cerrada.

 

—Michael, espera un segundo. Estoy en la terraza. Voy a bajar.

 

—No. Quédate ahí. Yo iré —concluyó colgando.

 

En un minuto, llegó allí. La vio sentada escuchando música. Tomó asiento sin decir nada y ladeó a observar su rostro.

 

Rose apagó la música en cuanto lo vio. Le dedicó una pequeña sonrisa y se quedó callada. Ni ella ni él hablaron. Ambos se quedaron en silencio y siguieron mirando al cielo.

 

—¿Cómo fue tu día? —indagó él rompiendo el silencio.

 

—Horrible. Melisa me llevó de compras y fue terrible. ¿Y el tuyo?

 

—Lo mismo. Conocí a algunas personas que me presentó Marcos. No tengo ni una sola pista sobre tu hermano.

 

Sus palabras hicieron que Rose se sintiera un poco culpable. Verlo luchar por sus problemas personales la hizo sentir mal.

 

—Michael, lo siento mucho. Por mi culpa tienes que pasar por estos... —musitó.

 

Antes de que terminara la frase, Michael la interrumpió.

 

—No lo hagas —la observó detenidamente—. No vuelvas a disculparte.

 

Rose dejó de hablar tras escucharle. Michael se tumbó en el suelo apoyando las palmas de las manos bajo la nuca.

 

—¿Michael? ¿Qué estás haciendo? — entrecerró las cejas al verle tumbado a su lado.

 

—¿Por qué? ¿No debería ponerme cómodo aquí? —Cuestionó él sin apartar la mirada del cielo.

 

Rose se limitó a sonreír ante su pregunta. Luego se quedaron callados un rato y Rose comenzó a hablar de Robin.

 

Michael la seguía escuchando mientras admiraba su rostro.

 

—Rose, siempre hablamos de tu hermano. Para variar, hablemos de otra cosa —la interrumpió.

 

—No tengo nada de que hablar, Michael.

 

—Sí tienes. Háblame de tus gustos, de tus intereses, de tus sueños y de cualquier cosa. Dime lo que necesitas en tu vida.

 

—Creo que no necesito nada. Tengo refugio, trabajo y qué más puedo esperar.

 

Michael resopló con su respuesta. La miró de reojo en tanto se incorporó. En esos pocos días que tenía de conocer a Rose, se percató de que era la clase de chica que encuentraba consuelo en la soledad y entendió que tenía muchas cosas escondidas dentro de ella, y que tal vez la estaba incomodando.

 

—Creo que te equivocas, Rose. Necesitas a alguien con quien puedas compartir todo. Y te prometo que yo seré ese alguien, Rose. Puedes contarme cualquier cosa, cualquier mierda y te escucharé. Esta promesa está destinada a ser para siempre, Rose. Confía en mí.

 

Rose estaba perpleja después de escuchar sus palabras. Se preguntó si Michael podía leer la mente de las personas ya que dijo todo lo que ella realmente necesitaba en su vida.

 

Desde el día en que perdió a sus padres, se quedó sola. Aunque estaba rodeada de mucha gente, se sentía sola. Quería compartir su dolor, su felicidad, su tristeza con alguien, pero no tenía a nadie con quien pudiera abrirse porque nadie quería escucharla.




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