La rosa del criminal

capítulo - 10

El viejo malhumorado y el joven enfadado no dejaban de intercambiar miradas frías entre sí. Los labios del viejo se curvaron con una sonrisa maligna mientras que Michael lo miraba apretando la mandíbula. Se desafiaron como dos bestias enfurecidas.

 

—¿Qué coño haces aquí? —reclamó Michael.

 

La sonrisa en los labios del viejo se volvió más malvada.

 

—¿No debería venir a visitar a mi querido hijo? —anticipó a decir. —Te echo de menos, Mikey.

 

Michael soltó una risa sarcástica aguantandose el pecho con la frase de su padre.

 

—Nunca había escuchado un chiste tan increíble en estos días. Realmente me has hecho reír —se mofó.

 

Su semblante se volvió serio en un momento y  se volvió a pronunciar con su habitual tono áspero:

 

—Déjate de tonterías Stanley. Ahora cuéntame el motivo de tu visita.

 

Stanley respiró profundamente.

 

—Esto es lo que me gusta de ti, Mikey. Siempre eres directo—. Sacó unos archivos de su maletín y se los entregó a Michael. —Necesito tu firma en estos papeles.

 

—Pensé que todo había terminado ya.

 

—Yo pensaba lo mismo, pero desgraciadamente me he enterado de esto hace nada. Espero que sigas manteniendo tu palabra.

 

Stanley lo observó con desdén desde su lugar. Michael tomó los documentos y los firmó sin preguntar nada. Stanley esbozó una sonrisa de satisfacción, después guardó los documentos en su maletín.

 

Quiso alejarse, sin embargo la voz de su hijo lo hizo detenerse en seco.

 

—Me pregunto quién será tu heredero…

 

—Eso no es problema tuyo, Mikey —en seguida detectó la pistola en la mano de Michael. —Parece que todavía sigues siendo el mismo delincuente.

 

—Deseo que no nos volvamos a encontrar —espetó con odio.

 

—Yo deseo lo mismo —concluyó marchándose.

 

Michael cerró la puerta con furia en cuanto Stanley salió. Se sentó en el sofá, irritado. Tras unos minutos sentado en la misma posición, sacudió la cabeza.

 

—Mikey, cálmate —se dijo a sí mismo.

 

Luego llegó a su pequeño jardín y comenzó a regar las plantas para distraerse de sus pensamientos. Como no le sirvió de nada, tiró la regadera estampándola contra el suelo y golpeó la pared con el puño. 

 

Sujetándose la nuca con las palmas de las manos, dejó salir un gruñido. Su mirada se posó entonces en la rosa roja, ahora le recordaba a la chica que amaba, Rose, la evocó sosteniendo la maceta.

 

Michael no pudo evitar la sonrisa su se formó en sus labios con el recuerdo de ella.

 

—¡Rose! —murmuró sonriendo.

 

Entonces cogió la regadera que había tirado antes y se puso a regarlas de nuevo.

 

Después tuvo que acudir al lugar donde le esperaba Marcos. Se dirigieron al puerto, ya que decidieron encontrarse con una de las bandas que se alojan allí.

 

Dos horas tardaron en llegar, con la única intención de averiguar si allí se encontraba Robin. Marcos había sido el encargado de organizar el encuentro, y Michael tuvo que explicar cuál era la misión. Como eran amigos de Marcos, se ofrecieron a ayudar a Michael, pero el hecho de no encontrarlo allí lo hizo sentir frustrado.

 

Después de permanecer horas en el puerto, acudieron a la casa de Marcos, él se percató de cuan estresado estaba Michael, y le ofreció un cigarrillo.

 

—Tranquilo, Mikey. ¿Qué te ha pasado hoy? Pareces muy agobiado.

 

—Nada. Estoy pensando en Robin. Maldita sea. ¿Dónde diablos está? —emitió, golpeando la mesa.

 

—¡Joder! Te tomas muy en serio lo de encontrarlo. ¿Qué te ha hecho esa chica? —indagó sin obtener respuesta. 

 

Se mantuvieron en un silencio incómodo.

 

—Quiero ver a tu Rose. Mikey, preséntame a tu chica.

 

Michael levantó la ceja.

 

—No.

 

Marcos se rió con su respuesta.

 

—Vamos Mikey. Te prometo que me comportaré bien y la trataré como si fuera mi hermana.

 

—Si te ve saldrá corriendo. Das mucho miedo, amigo. Incluso yo casi la espanto. 

 

Marcos siguió mirándole de forma convincente. Michael resopló y acabó aceptando.

 

Entonces Michael le pidió a Rose que se reuniera con él y ella aceptó.

 

Rose llegó al lugar donde fue citada por Michael. Rose se tiró al suelo cuando lo vio acompañado por un tipo, al que ella le resultó conocido.

 

Michael le presentó a Marcos y ella no se sintió muy cómoda con su presencia, ya que le parecía demasiado peligroso, y sus múltiples tatuajes le daban un aire aún más tenebroso.

 

Se excusó con una mentira para marcharse.

 

—¡Maldito Mikey! Ahora entiendo por qué te volviste loco de repente. Tiene un cuerpazo que despierta un infierno, me pregunto cómo será en la cama.

 

La ira se apoderó de Michael y sus ojos se volvieron oscuros con el comentario de Marcos. Le dio un empujón y lo tomó del cuello llevándolo contra la pared. Marcos se quedó atónito con la reacción de Michael, no esperaba esa reacción.

 

—No, Marcos. Una palabra más sobre ella y nuestra amistad termina aquí.

 

—¡Eh! Cálmate, Mikey.

 

Se soltó de su agarre alisando su camisa y soltó una carcajada.

 

Michael frunció el ceño al ver que Marcos se reía.

 

—¿En serio Mikey? ¿Realmente la quieres?

 

—¿Creiste que estaba bromeando?

 

Michael puso los ojos en blanco.

 

—No, pero no pensé que hablaras tan en serio. Te ha hechizado, tío.

 

Sin decir nada Michael se subió a su moto y esperó a que Marcos se sentara para que se fueran de allí. Tras un minuto de risas que lo irritaron. Marcos se sentó detrás de él. Puso las palmas de las manos en los hombros de Michael.

 

—Mikey, haré cualquier cosa para que consigas tener a esa chica.




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