Michael estaba tumbado en el sofá con las palmas de las manos bajo la cabeza, mirando a Rose mientras ella seguía cortando las verduras. Era como un sueño poder ver cómo se acomodaba los rizos detrás de la oreja mientras hacía su trabajo con el ceño fruncido. Sentía que se pasaría la vida entera sólo con mirarla.
—En lugar de mirarme, podrías ayudarme, Michael —protestó por su insistente mirada.
Michael adoptó una posición más cómoda y la volvió a mirar.
—¿Alguna vez alguien te ha dicho lo hermosa que eres?
—¿Y a ti que no digas tonterías cuando alguien te pide ayuda? —puso los ojos en blanco.
Michael empezó a reírse al oírla y siguió mirándola. Ignorándole, Rose continuó con su tarea mientras hablaba con Melisa por teléfono. Se percató de que Rose le estaba reclamando algo a su amiga. Antes de que se decidiera ir a ver qué pasaba, ella se dejó caer en el sofá con una expresión de agobio.
Michael la miraba con las cejas levantadas esperando que ella explicara porque estaba tan molesta. Rose lo vio mirándola y también levantó las cejas.
—¿Qué?
—Dime tú, ¿qué fue eso? ¿Qué ha pasado? —indagó.
—Es… es Melisa. Le dije que no asistiría pero no dejaba de molestarme.
—En serio no entendí nada. ¿No quieres asistir a dónde?
Rose se sujetó la frente con las palmas de las manos.
—Hay una fiesta para el personal esta noche por las ganancias que la empresa obtuvo este año. Realmente no quiero asistir pero Melisa… —dejó escapar un suspiro frustrado.
—¿Por qué no quieres asistir?
—Porque no siento que pertenezca a esos lugares. Todos estarán con sus parejas y yo me quedaré sola. Incluso Melisa estará con Peter. Prefiero quedarme sola en mi casa a sentirme solo en un lugar lleno de gente.
Micky resopló como respuesta al escucharla.
—Porque te sientes sola, no quieres ir allí. Si no te sintieras así, irías, ¿verdad?
—¿Qué? Um… no lo sé —narcó las cejas.
—Vas a ir allí esta noche —Dijo Michael levantándose del sofá.
—No, Michael, no puedo. Ni siquiera tengo un buen vestido que ponerme —manifestó levantándose del sofá.
—Vamos Rose, deja de dar excusas poco convincentes. Te voy a llevar. Vas a disfrutar de la fiesta—. Concluyó Michael abandonando la casa e ignorando sus reclamos.
Rose se golpeó la frente con la palma de la mano dejando escapar un suspiro. Se sentó en el sofá frotándose las palmas de las manos mientras pensaba en la fiesta.
Intentó convencer a Michael por teléfono, pero él no la escuchó.
Finalmente se rindió y decidió ir a la fiesta. Informó a Melisa de que iría, lo que sorprendió a su amiga. Luego continuó haciendo sus tareas, y finalizó para poder descansar un rato.
Cuando se despertó ya era de noche.
Apenas faltaban dos horas para que empezara la fiesta y ella seguía mirando sus vestidos pensando en qué ponerse.
Sus pensamientos fueron interrumpidos por el sonido del timbre. Se sorprendió al ver a Luther frente a ella cuando abrió la puerta. Lo saludó con una sonrisa nerviosa.
—Hola. Luther, ¿verdad?
—Gracias a Dios. Te acuerdas de mí. Pensé que debía presentarme de nuevo ante ti —se rió mirándola.
Rose se mantuvo callada ya que estaba confundida por su visita. Cuando ella siguió mirándolo de manera dudosa, él se pronunció.
—No te preocupes. Estoy aquí de parte de Michael —le entregó una bolsa de plástico. —Me pidió que te diera esto.
Rose la cogió sonriendo. Invitó a Luther a entrar, pero éste abandonó el lugar porque tenía que ir a otro sitio. Rose cerró entonces la puerta y abrió la bolsa estrechando las cejas. Al ver el vestido largo de color crema, su rostro se iluminó de felicidad.
Extendió el vestido sobre la cama para verlo con claridad. El vestido era recatado, sin aberturas ni escotes. Pasó los dedos por la tela sintiendo la suavidad. Inmediatamente llamó a Michael para darle las gracias, pero él no contestó a su llamada, así que le envió un mensaje de texto.
Rose: Gracias por el vestido. Me encanta.
Luego se dirigió al baño para tomar la ducha. Tras unos minutos bajo los chorros fríos, salió y se puso el vestido que abrazaba perfectamente sus curvas.
Se recogió los rizos y los sujetó a la cabeza dejando el cuello al descubierto.
Unos pocos rizos caían a ambos lados de su cara que la hizo lucir más despampanante. Aplicando un poco de maquillaje que completaba su look, miró el reloj y se dio cuenta de que Michael llegaría en cualquier momento. Se puso las cuñas y cogió el bolso antes de cerrar la puerta. Luego le esperó fuera mientras imaginaba la reacción de la gente al verla con él.
En pocos minutos, Michael llegó allí en un coche que hizo que sus ojos se abrieran de par en par. Ella se dirigió hacia él con una sonrisa en la cara mientras que Michael estaba de pie apoyado en el capó.
Ambos se miraron en silencio. Rose se apretó el vestido agachando la cabeza porque se sentía un poco nerviosa al estar frente a él, con un aspecto diferente al habitual. Por otro lado, Michael estaba con sus vaqueros y su camisa blanca metida por dentro y un abrigo negro que le daba un aspecto elegante. Se quedó sin palabras al ver la hipnotizante belleza que tenía delante.
Finalmente Rose rompió el silencio.
—¿Qué tal estoy?
Michael sonrió suavemente con su pregunta.
—¿Realmente necesito responder? ¿Mis ojos no dicen nada? —le guiñó un ojo.
La sonrisa de Rose se amplió con su respuesta y sus mejillas, ya sonrojadas, se sonrojaron más.
—¿De quién es este coche? Que yo sepa, tú no usas coches.