Michael se quedó perplejo con su frase y no podía creer lo que había escuchado. Hace un segundo.
—¿Qué? —inquirió.
Rose siguió sollozando fuertemente sin decir nada. Apoyó su frente en el pecho de Michael mientras sus dedos sostenían su cuello, él la consoló. La despegó de su pecho y le limpió las lágrimas.
—No- no queda nadie para mí —sollozó. —He perdido la fe, me siento rota. Él es la única persona por la que vivo. Yo… yo no quiero esta vida, Michael. No quiero seguir viviendo.
Sus pensamientos suicidas hicieron que Michael se sobresaltara. Le sujetó la cara entre las palmas de las manos haciéndola callar.
—Rose, cálmate. ¿Cómo sabes que Robin está muerto?
—La policía lo encontró. Está muerto.
Intentó secarse las lágrimas que inundaron su rostro. Dijo Rose
—¿Policía? ¿Cuándo ocurrió? Rose, dame detalles.
—Hace unos minutos me llamaron. Dijeron que habían encontrado a una persona muerta hace unas horas. Ahora se dieron cuenta de que es mi hermano.
—¿Qué? ¿Cómo sabían que la persona que ha muerto es Robin? —inquirió Michael.
—Lo reconocieron por la foto de cuando era niño.
Michael sacudió la cabeza con sus increíbles respuestas. Le preguntó si había visto a la persona muerta pero ella dijo que no. En cuanto se enteró de la noticia, se quedó destrozada y los siguientes pensamientos que le vinieron a la cabeza fueron acabar con su penosa vida.
Michael la convenció de ir a ver a Robin diciéndole que al menos debía salir de duda. Con el corazón encogido, llegaron al lugar donde la policía la esperaba. Al ver a Robin muerto, Rose no pudo controlarse y siguió llorando.
—Ni siquiera se parece a Robin—. Refutó volteando hacia ella. —Rose, no es Robin. No llores.
Uno de los policías lo miró seriamente al oírlo gritar. El tatuaje del muerto en el cuello les demostró que se llamaba Robin. Intentaron averiguar quién era, pero no llevaba ni teléfono, ni cartera, ni nada que pudiera dar información sobre su identidad. Y dado que su cuello indicaba ese nombre, decidieron avisar a Rose ya que tenía un cierto parecido con muchacho de la foto.
Michael no era capaz de aceptar lo que decían los policías.
—Rose, has dicho que Robin tiene una cicatriz en el pecho —dijo mirando el torso del cadáver. —Míralo, no hay ninguna cicatriz, ninguna herida, nada. No llores.
—¿Quién eres tú, hombre? —le reclamó uno de los policías. —Las cicatrices y las heridas se curan con el tiempo.
Michael seguía encontrando razones para convencerla de que no era Robin, pero en poco tiempo se convenció de que el muerto era Robin. Cuando estaba a punto de aceptar que era el hermano de Rose, una mujer con camisa blanca y falda negra, que parecía una dama de clase alta entró junto con dos hombres, que la custodiaban. Mirando al muerto, se puso a llorar mientras le acariciaba la mejilla.
Rose se quedó perpleja al ver que la mujer lloraba por él.
—Mi hijo —murmuró entre lágrimas.
Los policías también parecían un poco sorprendidos con las palabras de la mujer y la interrogaron. Ella dijo que era su hijo y que se había ido de casa hace un mes por culpa de unos altercados con unos familiares. Dejó de usar su identidad como hijo de ella, por lo que a los policías les resultó difícil saber de él. Cuando se anunciaron sobre él hace unas horas, ella supo que estaba muerto como resultado de un accidente y llegó a la ciudad en su avión privado.
Michael estaba muy relajado con la verdad, pero Rose no paraba de llorar.
—Rose, él no es tu hermano. ¿No has oído lo que ha dicho? —gritó Michael. —¿Aún tienes dudas?
Entonces se dirigió a la mujer. Preguntándole:
—¡Eh! ¿Es adoptado?
La mujer miró a Michael con seriedad y le dio una bofetada llorando.
—¡Joder! —se quejó sujetándose la mejilla dejando escapar un suspiro.
—¿Quién demonios eres tú? Es mi hijo. ¿Cómo te atreves a preguntar si es adoptado? —le recriminó la mujer.
—Ves, ni siquiera es adoptado. No es nuestro Robin, Rose. Deja de llorar —le recordó a Rose.
Ella se secó las lágrimas mirando a Michael. Ella sostuvo la mano del muchacho muerto, y lo observó con los ojos llorosos.
Una parte de ella se sentía feliz de que no fuera su hermano, pero le daba mucha pena ver a la mujer llorando por él. Sin decir nada, Rose salió del lugar.
Michael tensó la mandíbula, mirando a los policías con la rabia brillando en sus pupilas. Estaba totalmente enfadado con ellos, pero no le quedó de otra que correr detrás de ella.
Llegaron a la casa de Rose y ella se dirigió a su dormitorio sin decir nada. Michael comprendió que ella no podía olvidar fácilmente lo ocurrido. Se dirigió a la cocina y tomó una botella de agua y luego se metió al dormitorio de Rose. La vio sentada en el suelo, apoyando la espalda en la pared con los brazos sobre las rodillas con el rostro enterrado entre las rodillas.
Michael se sentó junto a ella en silencio y le acercó la botella de agua, pero ella no la tomó. La miró durante un minuto y luego le pasó el brazo por encima del hombro y la acercó a él
—¿Todavía lloras? —preguntó.
Rose sacudió la cabeza negativamente a sin mirarlo. Entonces acercó sus dedos a los ojos de ella y luego a las mejillas, acariciándolas.
—¿Qué estás haciendo? —inquirió ella confundida.
—Sólo comprobando si estás llorando o no —ronroneó haciéndola reir.
Ella levantó la cabeza para mirarlo. Su cara se puso pálida por el llanto y parecía que había perdido todo su brillo.
—Lo siento. Te he asustado —balbuceó.
—Créeme, no sólo me has asustado. Hiciste más que eso—. Michael negó con la cabeza. —Maldita sea, estabas con un cuchillo cuando llegué aquí. Me has dado un susto de muerte, Rose. Aprende a pensar antes de actuar.