La rosa del criminal

capítulo - 16

El profundo sueño de Michael se vio perturbado por el sonido del timbre. Con dificultad llegó a la puerta principal esquivando los muebles rotos y los trozos de cristal.

 

Abrió topándose con, se sorprendió. Su cuerpo perezoso se puso alerta en cuanto la vio.

 

—¿Rose? ¿Ha pasado algo? ¿Estás bien?— Preguntó Michael frunciendo el ceño.

 

Rose sonrió al verlo tan preocupado por ella.

 

—Michael, estoy bien. Estoy aquí para disculparme por mi comportamiento de ayer.

 

—Vienes a mi casa sólo para disculparte —resopló.

 

Rose agachó la cabeza sonriendo. Notó que un paño envolvía la palma de la mano de Michael y le tomó la mano.

 

—¿Qué ha pasado?

 

Inmediatamente él retiró la mano ocultándola, en tanto se encogió de hombros.

 

—No es… no es nada. Sólo un pequeño corte.

 

Rose entró en la casa lo que hizo gritar a Michael recordando el lío que creó anoche.

 

—No.

 

Los ojos de Rose se abrieron de par en par con su grito y dio un paso atrás. Michael la agarró por los hombros empujándola hacia atrás.

 

—No tienes que disculparte conmigo, Rose. Si insistes, entonces escucha, te perdono. Ahora deberías ir a tu despacho, ¿no? Se hace tarde.

 

Rose estaba confundida con su extraño comportamiento. Le quitó las manos que tenía sobre los hombros.

 

—Michael, ¿Te pasa algo?

 

—¿A mí? ¿Qué me va a pasar? —Se burló.

 

—Bien. Deberíamos ir al hospital. Creo que necesitas tratamiento para este corte—. Dijo Rose cogiéndole la mano.

 

—Oh… sí… de acuerdo. Iré más tarde. Se hace tarde para tu oficina, Rose.

 

Rose lo miró por un momento antes de preguntar.

 

—¿Me estás ocultando algo? ¿Hay alguien dentro de tu casa? —Ella trató de mirar dentro, pero Michael comenzó a ocultar la vista.

 

—No. Solo digo que llegas tarde a tu oficina.

 

—Hoy estoy de permiso. Ahora muévete y déjame entrar—. Rose intentó dar un paso adelante, pero de nuevo fue detenida por Michael.

 

Lo miró cruzando los brazos sobre el pecho mientras él seguía pensando en que excusas darle.

 

—Muévete—. Ella levantó la ceja.

 

Michael movió la cabeza negando, ella hizo un puchero de tristeza. Michael se burló al ver la cara de ella que siempre lo convencía en hacer las cosas.

 

—Ahora no, Rose.

 

—Vale me voy —se dio la vuelta y empezó a alejarse lo que relajó a Michael.

 

De repente ella lo empujó a un lado y entró en el interior de la casa, eso dejó a Michael impactado.

 

Al ver todos los muebles rotos, los trozos de cristal, Rose se quedó perpleja. Cuando estaba a punto de pisar un trozo de cristal, Michael la arrastró hacia atrás.

 

—Cuidado.

 

—¿Y esto? —se cruzó de brazos esperando una respuesta.

 

—Oh Rose, deja de mirarme así —señaló, sin saber que más decir.

 

—¿Estás bien? ¿Ha pasado algo aquí? —indagó.

 

Cuando él estaba a punto de pronunciar una mentira barata y encubrir lo sucedido, ella lo tomó de la mano arrastrándolo cerca de la cama. Lo hizo sentarse y ella se sentó a su lado.

 

—Dime la verdad. Puedes compartirla conmigo, Michael. Te escucharé.

 

—Soy un idiota enfadado, Rose. Estaba tan enfadado ayer que acabé estallando —confesó llevándose las manos a la cabeza.

 

—¿Enfadado?

 

—Sí. Enfadado con la policía, y con todas las situaciones que… te hicieron llorar. Yo… No pude controlarme.

 

Rose comenzó a tener una extraña sensación al escucharlo. Una parte de ella decía que era una persona especial en su vida, pero se convenció de que solo era su amigo, alguien en quien se había apoyado y había encontrado ayuda. 

 

Aparte de eso, no podía creer lo que había hecho hace unos minutos. Entró en su casa sin él pedírselo, nunca se había sentido cómoda con alguien, aunque estaba siendo obstinada con sus sentimientos, sabía que se sentía diferente con Michael.

 

Quería ponerle nombre a sus sentimientos, y darle razón a la relación que tenían.

 

Sus pensamientos fueron interrumpidos con la voz de Michael.

 

—Rose, ¿qué estás pensando?

 

—En nada. Refrescate, mientras tanto yo limpiare este desorden. Luego iremos al hospital —ordenó.

 

—No tienes que hacer eso. Tengo gente para limpiar esto —esclareció, metiéndose en el baño. 

 

Al cabo de una hora, llegaron al hospital en taxi, para que le atendieran las heridas. Luego pasaron el tiempo recorriendo la ciudad, el restaurante y otros lugares y luego llegaron a la casa de Michael de nuevo. La casa se encontraba limpiar y olía bien.

 

Michael cogió la regadera para regar las plantas pero Rose se la quitó de las manos.

 

—Yo las regaré. Tú descansa.

 

—Rose, es un corte muy pequeño. He pasado por cosas peores —se rio.

 

Ignorándole, se puso a regar las plantas mientras él seguía mirándola con su cara sonriente. Se sentía la persona más afortunada del mundo, al ver a Rose en su casa, regando sus plantas y cuidando de él.

 

La mirada de Rose se posó en la rosa florecida que hizo que sus labios se curvaran en una brillante sonrisa. La tocó suavemente

 

—Hermosa.

 

—Sí, lo es.

 

—Es realmente raro ver a tipos como tú cuidando de estas pequeñas plantas. Me gusta mucho—. Dijo ella sonriendo.

 

Se apoyó en la pared, cruzando los brazos.

 

—Este hábito lo heredé de mi madre. No solo esto, sino también mis habilidades en la pintura. Ella me enseñó todas estas cosas.

 

La sonrisa de Rose se amplió al escucharle. Luego continuó regando el rosal.

 

—Sus petalos brillan, estás cuidando muy bien de ella.

 

Michael miró a Rose, con un brillo especial en sus pupilas.




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