La rosa del criminal

capítulo - 19

Era de noche cuando Michael y Rose se dirigieron a la casa, después de horas y horas de paseo por la ciudad.

 

Desgraciadamente, se detuvieron en medio, refugiándose bajo el techo de un pequeño cobertizo, cuando empezó a llover con fuerza. Michael se sentó en la silla mientras Rose jugaba con las gotas de lluvia, sonriendo como una niña.

 

—Rose, vuelve. Te vas a mojar.

 

Ignorándole, ella siguió jugando. Michael sacudió la cabeza con su cabezonería.

 

—Rose, te estoy hablando. Vuelve.

 

—Michael, es solo lluvia, no hay ningún problema.

 

Michael se sujetó la cabeza con las palmas de las manos.

 

—Será un problema para mí si te veo con la ropa mojada, Rose. No puedo controlarme.

 

Rose no le escuchó bien ya que lo dijo en un tono bajo.

 

—¿Has dicho algo? —indagó.

 

Él la miró a la vez que negó.

 

—¿Yo? Nada, Rose

 

—Sí que dijiste algo. —Ella entrecerró las cejas.

 

—¡Ahhh! No puedo contartelo todo—. Se levantó de la silla, y la cogió de la mano, arrastrándola hacia atrás.

 

La hizo sentarse en la silla,  mientras la señalaba con el dedo.

 

—Siéntate aquí, en silencio.

 

Cuando estaba a punto de sentarse a su lado, Rose se adelantó de nuevo, para jugar con las gotas de agua.

 

—Rose—. Gritó. Entonces volvió a arrastrarla para que se sentara, pero ella no le hizo caso.

 

—Te he dicho que te sientes —la reprendió.

 

Ella lo observó haciendo un puchero mientras él seguía mirándola, levantando la ceja. De repente, ella le salpicó la cara con el agua de lluvia que guardaba en las palmas de las manos, lo que le hizo jadear. Él se limpió el agua de la cara mientras ella seguía riéndose.

 

Le dirigió una mirada furiosa que la hizo tragar saliva.

 

—Lo siento.

 

Sin cambiar su expresión, dio un paso adelante que la hizo retroceder. Él siguió caminando hacia adelante mientras ella seguía dando sus pasos hacia atrás hasta llegó al borde.

 

Rose miró hacia atrás y vio que no había lugar para seguir avanzando. Michael se paró frente a ella, alzándola mientras la miraba a los ojos.

 

—Mi… Michael… —Intentó disculparse con él, pero una repentina salpicadura de agua en su cara, la hizo jadear en voz alta.

 

Michael comenzó a reírse dando un paso atrás. Rose se limpió el agua de la cara.

 

—¡Michael!

 

Él siguió riendo, ignorando sus gritos. Rose frunció el ceño, al ver su risa. Entonces ella volvió a salpicarle el agua en la cara. Los dos siguieron peleando y jugando entre ellos hasta que ambos se mojaron.

 

Cuando Rose estaba a punto de salpicarle la cara con agua, Michael la esquivó.

 

—Rose, para—. Entonces la salpicó agua a ella.

 

Cuando ella intentaba atacarle, él le sujetaba las manos para que no pudiera hacerlo. Ella intentó liberarse de su agarre, pero él siguió sujetándola con fuerza, tirando de ella hacia él. Entonces le giró las dos manos a la espalda, y la acercó a él para que no quedara espacio entre ellos.

 

Rose lo observó con los ojos abiertos mientras él seguía mirándola sin siquiera parpadear. Sus mejillas, sus suaves labios rosados y su cara cubierta de gotas de agua, lo tentaban a posar sus labios en los suyos.

 

Los labios de Rose empezaron a temblar con su proximidad. Él acercó su cara a ella, lo que la hizo flaquear. Sus intentos de zafarse de su agarre se hicieron más duros al sentirse asustada de repente, lo que fue notado por Michael.

 

Cerrando los ojos, se controló para no hacer nada que pudiera incomodar a Rose, dio un paso atrás. Se dio la vuelta sujetando la parte posterior de su cabeza con las palmas de las manos. Rose empezó a ponerse nerviosa y siguió apretando las manos, en tanto sintió el frío que la caló haciéndola tiritar.

 

Al notarlo, Michael se quitó la chaqueta.

 

—Te dije que te sentaras en silencio. Ahora mira, tienes frío y estás temblando.

 

Entonces la cubrió con la chaqueta y la hizo sentarse.

 

—Ahora, siéntate en silencio.

 

Ella asintió con la cabeza y él se quedó mirando la lluvia.

 

—Parece que la lluvia no va a parar pronto —dijo, rompiendo el incómodo silencio que se había formado.

 

—Oh no, no puedo quedarme aquí toda la noche —lamentó, negando con la cabeza.

 

Michael levantó la cabeza para mirar las nubes. Sus labios se movieron hacia un lado, formando una sonrisa de satisfacción.

 

—Las nubes te están felicitando con la lluvia, Rose. Te están saludando por tu cumpleaños.

 

Los labios de Rose se curvaron en una pequeña sonrisa con sus palabras. Ella se puso a su lado.

 

—¿De verdad?

 

—Por supuesto —declaró.

 

Entonces ella le cogió la mano, sonriendo. Michael le devolvió la mano dándole una sonrisa genuina. Ambos se quedaron así un rato.

 

—Ni siquiera hemos dado una fiesta por tu cumpleaños—. Puso los ojos en blanco.

 

Ella lo miró levantando las cejas.

 

—¿En serio? ¿Quién es el que se ha acabado toda la comida del restaurante?

 

—¿Consideras eso como dar una fiesta?

 

—¿No?

 

—Por supuesto que no—. Hizo una mueca.

 

—Dígame, señor Michael, ¿qué significa entonces dar fiesta? —inquirió, de brazos cruzados.

 

—Beber, bailar, disfrutar… olvídalo. Mira a quien le hablo de copas y alcohol…

 

Ella resopló como respuesta a él y luego se quedó callada un rato.

 

—Entonces, ¿qué sueles beber para celebrar?

 

—Como si entendieras de eso—. Se rió.

 

—Vamos, si te consigo lo que no te gusta, no será satisfactorio para mí.

 

Michael la miró entrecerrando las cejas.




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