Michael estaba de pie frente al caballete, sosteniendo el pincel. Terminó de pintar la cara de Rose que había dejado en pausa unos meses antes. Sonrió al ver el acabado.
—Hermosa.
Luego se lavó las manos que tenían manchas de pintura, y se sentó en la cama, mirando el cuadro. Luego su mirada se posó en el rosal y fue alternando entre ambos. Al cabo de unos minutos, dobló la tela y la puso en un soporte, pensando en enmarcarla más tarde.
Sentía a Rose a su alrededor, sonriendo y riendo. Le estaba volviendo loco. La imagen de ella seguía apareciendo ante sus ojos y él se sujetó la cabeza, dejando escapar un suspiro.
—Rose —murmuró.
—¿También tienes ojos en la espalda?
Michael oyó la voz de Rose y se volvió para mirarla. Se levantó de la cama, enarcando las cejas. Caminó hacia ella con una expresión confusa, ya que no estaba seguro de que estuviera realmente allí. Se paró frente a ella, y levantó la mano para tocarla lo que hizo que Rose levantara las cejas. Michael tocó la nariz de Rose con su dedo índice y comenzó a toquetearla. Rose le apartó la mano.
—Michael, ¿qué estás haciendo?
Michael empezó a reírse mirándola, a un punto que la desconcertó.
—Eres real.
—Te has vuelto loco de remate—. Ella puso los ojos en blanco dando un paso adelante. Le entregó una caja que contenía pastel.
—Para ti.
Ambos se sentaron en la cama y Michael aspiró el aroma.
—¿Qué tiene de especial? Hoy estás un poco diferente —musitó mientras comía.
—Nada, oraciones, como siempre —se encogió de hombros.
—¿Oraciones? —indagó. Entonces, ¿qué le pediste al Dios?
—Lo mismo. Le pedí a Dios que me mostrara a mi Robin, que te mantuviera feliz y saludable…
—¿A mí? —Michael levantó la ceja. —¿Has rezado por mí?
—Sí.
—¿Me mantuviste en tus oraciones? —preguntó mirándola.
—Siempre te tendré en mis oraciones —lo tomó d ella mano.
Los ojos de Michael empezaron a ponerse llorosos de felicidad, pero lo controló. Le recordó los momentos en que su madre solía pedirle a Dios por él.
—Gracias —sonrió.
Ella se limitó a sonreír y a seguir observándole mientras tomaba la tarta. Empezó a adorarlo mientras él se relamía, comiéndo.
—Si quieres, también puedes tenerlo. No hace falta que me mires así —Michael se rió.
Ella se burló de su frase y se quedó callada. Se fijó en las manchas de pintura fresca en el suelo, en los pinceles, y comprendió que él había estado pintando antes de que ella llegara.
—¿Estabas pintando algo?
Los ojos de Michael se abrieron de par en par con su pregunta, ya que estaba pintando su rostro.
—¿Qué estabas pintando?
—Es… no es nada. Una escenografía. Pero no era bueno, así que lo tiré. ¿Cómo supiste que estaba pintando?
—Las manchas de pintura, los pinceles… cualquiera se daría cuenta.
Michael sacudió la cabeza respirando relajadamente. Siguió comiendo y Rose se dirigió al caballete. Miró todos los cuadros que estaban colgados en la pared, y sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa.
—Puedes ser un gran artista, Michael. Todo lo que tienes que hacer es concentrarte en ello.
Ignorándola, él siguió concentrado en el pastel. Entonces se dio cuenta de que Rose trazaba sus dedos sobre el soporte del caballete y sostenía el pincel, pero lo volvió a poner en su sitio.
—¿Cómo puedes pintar tan bien? —preguntó manteniendo su mirada en los pinceles.
Michael dejó a un lado la caja de la tarta, y se acercó a ella.
—¿Quieres dibujar? ¿Pintar algo?
—¿Yo? Soy malísima en todas estas cosas.
—Yo te ayudaré —le dijo, y le puso una hoja de dibujo.
—Michael no—. Rose movió la cabeza negando a la vez que se rio.
Empezó a alejarse, pero él la sujetó de la mano, arrastrándola hacia él y la hizo girar para que su espalda chocara con él. Rose seguía riendo cuando Michael la sostenía de la mano, y la hacía pintar en la hoja.
—¡Dios! —Rose se reía mientras pintaba, en tanto él inhalaba el dulce aroma que emanaba de su piel.
Su mano izquierda sostenía el brazo izquierdo de ella, que estaba envuelto alrededor de su estómago y su mano derecha la obligaba a pintar.
Pronto sus sentimientos empezaron a surgir con la proximidad de ella. La abrazó con más fuerza, por lo que Rose jadeó. Su barbilla estaba apoyada en el hombro de ella mientras sus dedos seguían rozando su estómago, lo que aumentaba las emociones de Rose.
Una extraña sensación surgió en Rose y comenzó a disfrutarla. Su cercanía, su agarre sobre ella estaba aumentando sus deseos más ocultos y apoyó la parte posterior de su cabeza en el pecho de Michael, cerrando los ojos, respirando profundamente.
Cuando estaban en la posición, perdiendo el control sobre sí mismos, escucharon una voz que alertó a Rose.
—¡Mikey!
Rose se enderezó, alejándose del agarre de Michael. Él maldijo en voz baja con la repentina entrada de Marcos, que los perturbó.
—Uy—. Marcos levantó las manos, preguntando. —¿Interrumpo algo?
Michael esbozó una sonrisa sarcástica, y Rose mantuvo la mirada en el suelo, ocultando su rostro sonrojado.
—Hola, Rose—. Saludó Marcos y ella le devolvió el saludo, sonriendo.
—Creo que debería irme.
—Mi querida y dulce hermana, no te vayas por mi llegada. Vendré más tarde o podemos hablar los tres.
—No. No es así. He venido a darle la tarta a Michael. Le dije a Melisa que me reuniría con ella y ya es tarde—. Luego se alejó, haciendo un gesto para despedirse.