Michael llegó a la casa de Rose, nervioso. Aunque había hablado con ella, no sabía si las cosas entre ellos volverían a estar como siempre. Pero estaba empeñado en tenerla, pasara lo que pasara.
Cuando estaba a punto de entrar, Rose salió de la casa con las bolsas de basura en la mano y se topó con él. Sus ojos se abrieron de par en par mientras lo miraba con una expresión un poco confusa.
—Mi-Michael—, murmuró ella.
Él esbozó una pequeña sonrisa, mirándola. Le quitó las bolsas y las tiró al cubo de la basura. Luego entraron, y se sentaron en silencio, ya que la situación era incómoda para ambos.
—¿Café? —preguntó ella.
Él asintió como respuesta. Luego ella se dirigió a la cocina, dejándolo solo.
—Joder—. Murmuró, revolviendo su cabello.
Entonces ella trajo café para los dos y empezaron a beber.
—¿Estás bien, verdad? Estamos bien, ¿verdad? —indagó, dándole un sorbo al café.
Ella asintió con la cabeza, pero estaba muy nerviosa. Quería estar con él como antes, pero al recordar su propuesta, se empezó a sentir inquieta.
—Rose, estamos bien, ¿verdad? Lo que haya pasado en estos dos días, no afectará a nuestra relación, ¿verdad? —dejó la taza a un lado y quiso asegurarse.
Él la miró, apretando la mandíbula mientras los nervios lo consumían, haciéndolo parecer estresado, nervioso y tenso. En el fondo, Rose tampoco quería estropear la relación que ambos tenían.
—Michael, no quiero estropearlo. Espero que todo vuelva a ser normal. No… no pensemos en esa noche. Me pone muy nerviosa.
—A mí también—. Sonrió ligeramente.
Rose también le dedicó una pequeña sonrisa. Cuando la situación entre ellos no se estaba normalizando, Michael puso la música, pidiéndole a ella que se levantara del sofá.
—Michael… —, rió ella.
—Levántate—. Él le ofreció su mano, y bailaron. Al principio, Rose se sintió un poco nerviosa, pero luego se relajó.
Continuaron su pequeño disfrute con risas, y Michael dejó de estar en tensión.
Rose y Michael retomaron la normalidad en pocos días. Ambos empezaron a comportarse como si nada hubiera pasado entre ellos, porque no le interesaba perder su amistad.
Michael estaba muy cerca de encontrar a Robin. Todas sus fuentes le estaban ayudando, y estaba a pocos pasos de conocer su paradero.
Michael estaba en el jardín de la oficina de Rose, esperándola. Le había mandado un mensaje para que viniera rápido, ya que habían planeado reunirse con Marcos. Hacía mucho tiempo que Marcos y Rose no se veían, así que ella le pidió a Michael que la llevara hasta él. Marcos estaba furioso con Rose, ya que había herido a Michael, pero con el paso de los días, al comprobar que ellos seguía como siempre, su enfado fue desapareciendo poco a poco.
Michael se paseaba de un lado a otro enviando mensajes de texto a Rose, fue entonces cuando su celular se le resbaló de las manos.
—¡Que diablos! —masculló.
Se agachó para coger el móvil, y se fijó en las botas negras, paradas delante de él. Levantó la cabeza, cogiendo el móvil. En cuanto su mirada paró sobre el anciano, cuyos rasgos se parecían a los suyos, la mandíbula de Michael se apretó.
Ambos intercambiaron miradas serias, uno mostraba un claro enfado en su rostro mientras el otro sonreía, mirando a su hijo.
—Nunca pensé que mostraras tu respeto, inclinándote ante mí, no era lo que esperaba de ti —manifestó Stanley, mirando a su hijo.
Michael sonrió con sus palabras.
—Yo nunca pensé que tuvieras una imaginación tan estúpida.
Los labios de Stanley se curvaron en una sonrisa de satisfacción.
—¿Qué haces aquí, Mikey? Que yo sepa, tú no perteneces a lugares como éste —indagó.
—No es asunto tuyo saberlo. Supongo que tienes más asuntos más importantes que estar aquí hablando conmigo. —Michael levantó las cejas.
Ambos siguieron mirándose, con expresiones no muy agradables, las cuales fueron interrumpidas con la voz de Rose.
—Siento mucho haberte hecho esperar, Michael… —luego miró a Stanley, el cual la observó, confundido. Le parecía peligroso, e incluso su mirada la asustaba. Rose conocía a Stanley como el amigo del presidente de su oficina.
Cuando estaba a punto de saludarlo cortésmente para mostrarle respeto, Michael se interpuso entre ellos, para que Stanley no pudiera verla. Al momento siguiente, Stanley sonrió al darse cuenta de por qué su hijo estaba en la oficina. Pensó que Rose era una de las chicas de su hijo, pero estaba totalmente equivocado. Ella era su vida.
—Parece muy inocente, y creo que no es tu tipo —le dio una palmada en el hombro.
Michael apretó la mandíbula, la rabia llenó sus ojos. Stanley estaba un poco confundido con las reacciones de su hijo.
Michael habló en su tono bajo y peligroso
—No te atrevas a hablar de ella, joder.
Luego tomó la mano de Rose y la arrastró lejos de allí. Stanley notó la posesividad de su hijo hacia esa chica, y eso no le gustó. No quería que Michael encontrara a alguien que le hiciera olvidar a todos.
—Espero que no te quedes mucho tiempo con ella, Mikey —Murmuró Stanley marchándose de allí.
Rose se dio cuenta de que Michael estaba muy alterado. Sin decir nada, Michael se subió a su moto y esperó a que Rose se sentara.
—Michael, tú… —preguntó, poniéndose a su lado.
—Tenemos que irnos, Rose—. La frase de él la interrumpió.
Ella se sentó en el asiento cuando se dio cuenta de que él no estaba de humor para hablar de nada. Decidió no preguntar más tarde y se quedó callada. Después de una hora de viaje, llegaron a la casa de Marcos.