La rosa del criminal

capítulo - 26

Rose estaba en casa de Melisa, hablando con ella, despreocupadamente. Melisa seguía parloteando sobre su novio, mientras Rose preparaba café para las dos. Luego se sentó junto a ella, y ambas comenzaron a beber sus cafés.

 

—Debería darte el premio por hacer el mejor café—. Dijo Melisa dando un sorbo.

 

Rose sonrió con su cumplido. Luego Melisa siguió hablando mientras Rose la escuchaba atentamente.

 

—Bien, ahora háblame de ti —la motivó Melisa.

 

—¿Qué hay de mí? —Rose estrechó las cejas.

 

—Quiero decir, sobre ti y Michael —aclaró observándola con curiosidad.

 

Rose dejó escapar un suspiro al escucharla.

 

—Creo que ya te lo he contado todo.

 

Melisa dejó a un lado su taza.

 

—Sabes qué, Rose. Eres realmente complicada y estúpida. Amas profundamente a Michael locamente, pero no puedes aceptar su amor aunque se muera por ti. Vamos chica, no puedes pensar o temer siempre al futuro, vive el presente. Ama este momento.

 

—Melisa, no quiero hablar de esto—. Zanjó el tema, y se concentró en su café.

 

—Oh sí, huye de todo, como siempre. Nunca afrontas nada, y por una vez en la vida deberías hacerle frente a problemas, hazlo por ti. 

 

—Melisa por favor… —Rose trató de impedir que Melisa dijera algo, pero Melisa no se detuvo.

 

—Dime la verdad, Rose. ¿Realmente crees que Michael te abandonará, después de todo lo que ha hecho por ti? —la tomó de las manos. —¿Crees que no te quiere, de verdad?

 

Rose se quedó callada al no tener palabras para responderle. En el fondo sabía que Michael era la única persona que se quedaría con ella para siempre.

 

—Vi lo mucho que te ama, Rose. Lo vi en sus ojos. No sé si estás demasiado ciega para no verlo, pero cualquiera puede notar lo mucho que significas para él. Solo recuerda lo que hizo, lo que está haciendo por ti. Tu corazón te dará la respuesta.

 

Melisa se acomodó en su asiento y le doy un sorbo a su taza de café.

 

Rose se puso las palmas de las manos en la cara, agachando la cabeza. Apretó los labios, cerrando los ojos. Evocó cada momento bonito que había vivido juntos a él. Él permaneció a su lado en cada momento crucial y la consoló cuando flaqueó. Le dio los mejores recuerdos que podría tener. La hizo sonreír, reír, y había hecho todo por ella. La había hecho de sentir querida, y la amaba con todo su corazón.

 

Estuvo a punto de llorar, pero controló sus emociones. Era la otra cosa que él le hacía. La cambió. Cambió su mentalidad de pensar como una chica débil a ser una mujer fuerte. Entre todo el caos, que había estado sintiendo dentro de ella, su corazón le dijo que confiara en Michael. Estar con él y aceptarlo.

 

Se volvió hacia Melisa y la abrazó con fuerza.

 

—Le quiero, Melisa. Le quiero mucho y por eso tengo miedo de perderlo.

 

Melisa la apartó para observarla cálidamente.

 

—Estás pensando de nuevo en el futuro. Confía en Michael. Con él tendrás un buen futuro. Estará contigo para cuidarte, adorarte y amarte. Tendrás una vida hermosa con él. Dale una oportunidad.

 

—Le hice daño, Melisa. Le hice demasiado daño al cuestionar su amor. No sé qué hacer para compensarlo.

 

—No tienes que hacer nada. Michael te entiende. Es el hombre perfecto para ti, Rose. Sois tan perfectos el uno para el otro.

 

Los labios de Rose se curvaron en una brillante sonrisa al escucharla. Pensó que había cometido un gran error por no aceptar su amor. Por una vez, sintió ganas de aceptarlo, dejando de lado todos sus miedos.

 

Hablaron sobre él hasta que se hizo de noche, Melisa la motivó a sentirse más segura y la animó a hacer aquello que no se atrevía.

 

Rose se despidió para irse a su casa, en tanto las palabras de Melisa hacía eco en su cabeza. Ya estaba llegando a casa cuando él se le atravesó en el camino con una suma preocupación. Ella arrugó la frente, sin entender nada. En cuanto se adelantó, Michael la vio y la relajación le llegó de manera automática. Corrió hacia ella, al mismo tiempo que liberó la tensión.

 

—Rose, ¿dónde has ido a estas horas?, me asusté al no encontrarte en tu casa.

 

—Estaba en casa de Melisa.

 

—Por lo menos debiste responder a mis llamadas —la increpó.

 

Sacó el móvil del bolso para darse cuenta de que lo tenía en modo silencioso.

 

—Lo siento. Está en modo silencioso. No me di cuenta —se excusó.

 

—Te he estado buscando. Incluso llamé a la estúpida de tu amiga, para preguntar si estabas con ella. Ella tampoco me cogió el teléfono—. Dejó escapar un suspiro.

 

—¿Mi estúpida amiga? ¿Ella siempre se pone de tu parte y tú la llamas estúpida?

 

—¿Qué? —gritó él.

 

Rose se encogió de hombros.

 

—Nada. ¿Qué estás haciendo aquí y de noche? ¿Necesitas algo?

 

—Um… sí… quiero decir, no.

 

Rose levantó las cejas, cruzando los brazos sobre el pecho.

 

—¿Michael?

 

—Sí… está bien. Solo quería verte y por eso vine.

 

Rose se sonrojó un poco con sus palabras. Agachó la cabeza, ya que no quería que él viera su cara sonrojada.

 

—De acuerdo, Rose. Nos vemos mañana.

 

Quiso alejarse cuando sus pasos se detuvieron a causa del agarre en su mano.

 

—¿Podrías quedarte conmigo un rato? Por favor.

 

Michael asintió con la cabeza, sonriendo.

 

Entraron y Rose se excusó por unos minutos, ya que necesitaba usar el baño. En cuanto salió después de refrescarse, un delicioso olor llenó sus fosas nasales. Se dirigió a la cocina y encontró a Michael cocinando, lo que la hizo fruncir el ceño y le pareció extraño.

 

¿Qué estás haciendo? —indagó, avanzando hacia él.

 

—Pensé que estarías cansada, y ahora tiene la oportunidad de probar la mejor comida echa por el gran Michael.




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