La rosa del criminal

capítulo 28

Al oír que llamaban a la puerta, Rose dejó sus quehaceres en la cocina y se dirigió a la puerta para abrirla. En cuanto vio a Michael, sus labios se curvaron en una sonrisa y sus mejillas se sonrojaron.

 

—¡Hola! —murmuró, agachando la cabeza.

 

Con su moño desordenado y su pijama, parecía más adorable que un bebé.

 

—¡Hey! —dijo, después de admirarla un par de segundos.

 

—Entra—. Le indicó con la mano.

 

El delicioso olor a comida, llenó las fosas nasales de Michael, el cual siguió el aroma hasta la cocina.

 

—Supongo que no debería irme sin almorzar.

 

Reposó las bolsas que traía encima de la mesa, las cuales llamaron la atención de Rose, y no pudo evitar su curiosidad.

 

—¿Qué es?

 

—Oh sí, es para ti—. Comenzó a comer las fresas que encontró en una taza.

 

Rose sacó unos chocolates y un pequeño regalo hecho de cristal, al cual no le dio importancia, ya que le perdía el chocolate.

 

—Bombones —se relamió los labios. — ¿Son para mí?

 

—¿Hay alguien más aquí? —cuestionó, avanzando hacia ella.

 

—Gracias—, sonrió. —¿Qué estamos celebrando?

 

—¡Bueno, Rose! Ahora somos realmente novios…

 

Sus mejillas ya sonrojadas se sonrojaron más con sus palabras.

 

—Como no tengo ni idea de cómo ser un novio perfecto, solo sigo lo que dijo Luther —argumentó.

 

—¡Oh! —ella levantó las cejas, cruzando los brazos sobre el pecho. —¿Y qué ha dicho?

 

Michael rompió el envoltorio, acercó el chocolate a la boca de Rose y ella le dio un mordisco.

 

—Dijo que los regalos y los chocolates hacen feliz a una novia, así que estoy aquí con tus bombones favoritos—. Se inclinó hacia ella, susurrándole al oído —Tratando de ser un novio perfecto.

 

—Michael… —ella puso los ojos en blanco con sus frases, al mismo tiempo que lo tomó de la mano. —No tienes que hacer cosas como estas por mí. Me gusta tu forma de ser. No necesito ningún regalo para ser feliz, solo te quiero a ti, a mi lado, siempre.

 

Michael la agarró por la cintura, tirando de ella hacia él. Un pequeño jadeo se le escapó de la boca en tanto apoyó las palmas de las manos en el pecho de él. Él la miraba con sumo cariño, como si ella fuera su mundo y no pudiera vivir sin ella.

 

—Gracias, Rose.

 

—¿Por qué? —indagó, entrecerrando los ojos.

 

—Por aceptarme. Sé la clase de persona que soy. Aquella a la que las chicas como tú no quieren ni acercarse—. Se rio nerviosamente. —Rose, te lo he dicho antes y te lo digo ahora; puede que sea un mal tipo Rose, pero no seré malo contigo. Realmente puedes confiar en mí siempre.

 

Rose sostuvo su cara entre las palmas de sus manos, mirándolo con un brillo de amor y afecto. Se puso de puntillas para casi alcanzar su altura, y le besó la frente. Los labios de Michael se separaron un poco mientras sus labios se formaban en una curva.

 

—Michael, no eres malo, no para mí. Y confío en ti. Confío en ti totalmente, con todo mi corazón y mi alma. Eres lo mejor que me ha pasado en la vida. Te quiero, Michael.

 

—Te quiero mucho, Rose—. En un santiamén, acercó sus labios a los de ella para darle un beso, pero se detuvo al no estar seguro de que ella se sintiera cómoda, —¿Puedo? —pidió permiso.

 

Rose asintió con la cabeza, sonriendo. Entonces él la besó lenta y suavemente, y ella le devolvió el beso. Se sintió correspondido, y profundizó el beso, hasta que se separaron con una sonrisa inevitable.

 

—La próxima vez, cuando tengas ganas de besarme…—, se detuvo un momento presionando sus labios. —No me pidas permiso. Soy tuya. Puedes hacer lo que quieras conmigo.

 

—Y cuando sientas que no quieres hacerlo, me detienes.

 

—Trato hecho—. Ella sonrió. —¡Uy! Me olvidé de eso—. Murmuró, corrió hacia la cocina para continuar por donde lo había dejado. Michael caminó detrás de ella, y se sentó en la encimera mientras comía el chocolate. Ella siguió cocinando, mientras él la incordiaba. Él no la dejaba cocinar, tranquilamente, pero ella no se quejaba, ya que lo estaba disfrutando. Así era como siempre quiso que fuera su vida. Rodeada de charlas estúpidas, sonrisas, risas y mucho amor.

 

Efectivamente, eso era posible con la presencia de Michael. Luego pasó unas horas con ella y se fue porque tenía trabajos que atender.

 

Tanto Marcos como Melisa se alegraron mucho por sus amigos. Aunque Melisa y Michael siempre se peleaban incluso por pequeñas cosas, Melisa estaba feliz de ver a su amiga con él. Con cada día que pasaba, la relación de Rose y Michael se hacía más fuerte. Rose dejó de lado todos sus pensamientos negativos y temores, y confió completamente en él con todo su corazón, ya que sabía que Michael nunca, nunca la dejaría.

 

Rose y Michael, estaban caminando por la calle, después de haber estado juntos en un café. Rose estaba tomando su helado, y su otra mano la sentía envuelta por la protección de la mano de Michael, como una forma de mostrar al mundo que ella le pertenecía. Al principio, Rose no se sintió muy cómoda, ya que algunas personas, no dejaban de mirarlas de soslayo, pero esquivó sus miradas cuando se dio cuenta de que la vida era demasiado corta para preocuparse por cosas insignificantes.

 

—¿Lo quieres? —preguntó Rose, ofreciéndole su cucurucho a medio comer.

 

Él negó y ella siguió lamiendo del helado. Él seguía mirándola como si la estuviera escudriñando.

 

—Si quieres, te invito al helado. No me mires así.

 

—No me había fijado en esto antes —mencionó, ignorando sus palabras.

 

—¿Notar qué?

 

—Eres una amante de la comida, ¿no?

 

—No más que tú—. Contestó ella. —Te acabas casi todo lo que hay en un restaurante.

 

Él se rio al oírla.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.