La Señora.

❣Capítulo 4❣.

Narra Dasha.

—Convierte me en tu mujer, en tu esposa quiero ser tu señora Michel, tengamos nuestra luna de miel hoy—. Su mirada mostraba el deseo que él sentía, pero a la vez mostraba contradicción.

 

—Estas segura Dasha no quiero que te arrepientas luego mi amor he deseado mucho esto, pero no quiero que me culpes luego—.

 

—No lo haré Michel ya tenemos cinco meses de casados porque he de arrepentirme si lo que quiero es ser tu mujer como se debe—.

 

—Si te convierto en mi esposa lo haré como se debe—. Me quedé en las nueve en ese instante, su voz era ronca y firme.

 

Me suspendió y camino por el pasillo. —¿A dónde me llevas? —. Le pregunté confundida.

 

—Si te convierto en mi mujer quiero que sea en nuestro aposento conyugal—. No dije nada más, mientras él siguió por el pasillo hasta llegar al fondo, ninguno de los dos dormía en la habitación matrimonial.

 

Al llegar a la habitación él entró conmigo en brazos, me depósito en la cama con tanta delicadeza como si estuviera colocando un cristal en alguna superficie, lo atraje hacia mí y lo bese con pasión y fui correspondida.

 

Si quería ser su señora y quería convertirme en su mujer, me enamoré de él cuando nunca pensé enamorarme de ese hombre con él cual pretendía fingir ser su esposa por siempre o hasta que pudiera tener mi título universitario y tener una estabilidad. Pero ya no podía más, él se había adueñado de mi corazón y lo dejaría adueñarse de mi cuerpo para que el pacto que hicimos ante Dios fuera consumado.

 

La falta de aire en los pulmones nos obligó a separarnos. Su mirada conecto con la mía, sentí como mi cuerpo se estremeció con sus gestos.

 

—Tengo que hacerte una confesión Dasha—. Lo mire detenidamente estaba nervioso.

 

—Dime que es, soy tu esposa y te escucharé no importa lo que sea—.

 

—Nunca he estado con ninguna mujer—. Su confesión me dejó paralizada, pero a la vez feliz, él sería el primer hombre en mi vida y yo sería la primera mujer en la suya. —No me acosté con ninguna mujer porque quería ser de una sola mujer—. Sentí un impulso enorme de besarlo, y lo hice yo no era una chica tímida.

 

—Yo tampoco he estado con ningún hombre Michel y quiero que tú seas el primero no importa cuán inexperto seas—. Claro que me equivoqué en ese aspecto.

 

—Aunque no haya tenido experiencia siempre me instruí—. Parpadee varias veces incrédula más no objete ante su comentario.

 

Beso mis labios de manera tan delicada, solo con ese beso me hizo sentir un torbellino en mi corazón, en mi vientre y estremeció todo mi cuerpo el cual sentía como si un fuego me estuviera consumiendo.

 

Empecé a quitar su saco más él detuvo mis manos. —Yo lo hago mi amor déjame consentirte—. Después de amor no escuché más nada, esa palabra era tan hermosa y escucharla de sus labios era mucho mejor.

 

Empezó a desvestirme de una manera tan delicada que me sentí hecha de cristal, era como si con algún movimiento en falso me iba romper en mil pedazos. Solo me dejó con mi sujetador y mi bikini, su mirada se oscureció al verme.

 

Se empezó a desvestir, mientras yo observaba cada uno de sus movimientos, su mirada no separo de mi cuerpo en ningún momento y la mía vio como cada vez quedaba menos piezas en su cuerpo, al final solo un boxers negro cubría la mitad de su cuerpo, sentí que mis mejillas explotarían en cualquier momento y él estaba igual que yo, se arrodilló en la cama, me miro y sonrió de manera coqueta.

 

Recorrí todo su cuerpo con la mirada, tenía músculos, pero no a exageración, su contextura física no era ni tan gordo ni tan delgado tenía una complejidad normal como lo dirían en termino científico.

 

Era al primer hombre que veía desnudo, y quería que fuera el único.

 

Se inclinó y beso mis labios con una devoción como si estuviera adorando a un santo, recorrió mi cuerpo con sus labios hasta deleitarse, me hizo suya de forma tan delicada y apasionante que sentí viajar a la misma estratosfera, una vez escuche que la primera vez duele, pero con Michel solo sentí pequeñas punzadas que el apaciguó con besos.

 

Fui su mujer sin remordimiento alguno, no me iba arrepentir si lo deseaba como nunca deseé algo, amamos nuestros cuerpos y nos deseamos una y otra vez.

 

Estuvimos nuestra luna de miel ese día y no necesitamos un hotel de lujo o una habitación adornada de pétalos, solo nuestros cuerpos y el deseo que sentíamos el uno hacia el otro. Ese día no salimos a ningún lado.

 

—Te amo Michel—. Le confesé por primera vez.

 

—Te amo Dasha jamás pensé ser correspondido por ti, te ame desde el primer momento en que te mire a los ojos—. Sus palabras llegaban a lo más profundo de mi corazón y las atesoraba en él.

 

—Y yo jamás pensé enamorarme de ti, te amo y te lo diré siempre hasta en mi último aliento—. Volvió a apresar mis labios con los suyos.

 

Al día siguiente mudamos todas nuestras cosas a la habitación matrimonial, ese día él cancelo todo para quedarse conmigo.

 

Disfrutábamos de nuestra compañía en nuestro tiempo libre, desde el día que me entregué a él todo cambio entre nosotros ya no fingíamos amarnos porque nos amábamos en verdad, lo besaba por amor, no para demostrar que lo amaba. Ya no importaba que dijeran que me casé con él por interés, porque después de nuestra boda eso eran los rumores que había en la alta sociedad.

 

Yo seguí mi rutina habitual, la Universidad era una de las cosas importantes y la otra era mi esposo.




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