La Sociedad Imperfecta

Capítulo II

Parecía que todo iba a florecer, por primera vez encontraba estabilidad, aunque casi no veía a mis niñas. O sea, estos señores me pretendían todo el día, entonces, pocas escapadas al refugio podía hacerme. Sin embargo, encontré una familia amiga que, ofrecieron cuidarme las niñas por un tiempo, y antes que nada; prefiero eso. Por momentos me consumía el miedo, pero ¿qué podía hacer?. Digamos que estaba todo el día trabajando,  la noche prestaba otros servicios y, dormía cuatro horas al día; realmente, no era buena madre. Era difícil, sus llantos me llegaban por telepatía, sus abrazos me demandaban y mi corazón necesitaba de su amor. 
Ya estaba de 8 meses, mi niña estaba enloquecida por salir, pateaba tanto que nada podía hacer. Su padre, un buen cliente mío, había desaparecido; pero de repente; apareció. Quería pasar un tiempo conmigo, convidarme su locura y bueno, aquello que ya saben. Lo que ni imaginó fue que -al llegar- se sorprendería con mi embarazo, producto del no cuidado. Ya imaginan, no quiso saber nada, hijo del patriarcado, me dijo: “¿y para qué trabajas de esto? ¿te gusta abrirte de piernas? Báncatela”. Llorando me marché, ya ni trabajar podía, asique fui a buscar a mis niñas.  
Caminaba un poco liberada aquella tarde de Julio,  ya en breve tendría a la bebé, asique sería un momento familiar. Cuando llego a la casa veo a mis hijas tan felices, como si esa fuera su familia real. Claro sí, estaban cómodas, con amor y con la pancita llena ¡no podía culparlas!. Muchos nervios me acompañaron a tocar el  timbre, se abre la puerta, y aparece una figura masculina… era…era él…el de mi sueño…y yo…me pellizqué pero me dolió ¡era real!. Con la voz que ya reconocía me dice: dígame señorita, ¿qué necesita?. Sin casi mirarlo le dije: vengo a buscar a mis hijas. Me miró con cara extraña, se quedó pensativo y, llamó a la mamá. Cuando viene ella me mira sorprendida, se hace la que no me conoce, me cierra la puerta y llama a la policía.  
Aquí vuelve el dilema, ¿me iban a creer? No. Asique corrí al refugio, a pensar un plan, no podía perder a mis niñas. Mientras reflexionaba recordé que tenía un “viejo amigo” que era abogado, al otro día  fui a buscarlo. Lo que me costó ubicarlo pero apareció en los suburbios tomándose algo, era admirador de las líneas blancas. Entre tanta turbulencia, pude explicarle mi caso y -bajo sus efectos- arrancó con todas sus fuerzas a defenderme. Pero debo aclarar me dio un par de recomendaciones para ganar, como por ejemplo: busca testigos (la mitad de mis clientes sabían de mis niñas, con un servicio gratuito los podía convencer), arreglarme (tenía una colega que vendía ropa, otra que tenía peluquería) y preparar que decir (ya había ensayado varias veces).  
Era el lunes 6 de Agosto de 1989, ya hacía cinco días que habíamos planeado todo, estábamos bien preparados. Aunque, luego de un fin de semana, no podía esperar mucho de Lucas. No obstante, me sorprendió, estuvo puntual y sobrio. Ya habíamos enviado todas las cartas de documento y las citaciones correspondientes para la familia Hitsuon, así que sabía que todos estaríamos en tribunales a las 9 horas de la mañana del día mencionado. En efecto, todos nos encontramos en el mismo punto, menos mis niñas que se quedaron en la casa, no era ético que estuvieran allí.  
A las 9.30 horas comienza el juicio. Primero inició la madre Erva Magduil -siempre protagonista-. Existieron preguntas de su abogada bastante filosas de moral, y por parte de mi abogado, bastantes filosas de realidad. Sin embargo, no fue buena partida, porque dentro de sus malas intenciones había verdad. Y digamos que, la más cruel fue que no podía cuidar a mis hijas, que por eso les pedí ayuda y, que les mintieron a las niñas para que no sea peor el dolor de tener una madre pobre. Increíble, la justicia aplaudió una mentira por no soportar a una trabajadora sexual pobre.  
Creo que para cuando llegó mi declaración, el caso ya estaba cerrado. Sin embargo, me hicieron sufrir y declarar mi realidad, de la cual no estaba feliz pero si se que estaba orgullosa. Levantarme cada mañana para luchar por mis hijas, soñando con algo mejor, me daba fortalezas. Pero claro, a la gente con aires de poder no las compadecen las cursilerías, prefieren la espada en la espalda. Entonces ¿con cuál parte se quedaron? Con que era una prostituta, sin un peso, sin casa, o sea, era un bicho de ciudad. Y su inteligencia occidental les dijo ¿cómo puede tener a cargo a sus hijas? No, gente ignorante y pobre no llega a ningún lado, con los Hitsuon tendrán más futuro las niñas. Hoy queda declarado que Shutei, Aldana pierde la tenencia de sus dos hijas y de la bebé que esta por nacer.  
 




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