La Sociedad Imperfecta

Capítulo IV

Pensar que hacia dos años hicimos los papeles para la adopción, qué rápido se paso el tiempo. El 15 de febrero de 1990 me llamaron del hogar de niños, me dijeron que era una bebé ¡como yo quería!. Así me citaron para ir a buscar unos papeles y, darme la dirección de la casa de transición. Me dijeron que si la acepto, comenzamos los trámites y el trabajo con la asistente social.  
Sinceramente no esperaba mucho, o sea estaba llena de seguridad que la amaría fuese como fuese. Cuando llegué, dos señoras maravillosas me abren la puerta y me dicen: ¿usted es…?, rápidamente respondí: soy Iris Pest, vengo de parte del Hogar de niños, a ver a una bebé. Ellas lo sabían, sonrieron y me dijeron; es ella. No lo podía creer, era una hermosura, me enamoré. Sus ojos verdes claritos me miraron, sus rulos rubios se movían de un lado para el otro, jugaba conmigo. Pasó solo un momento y ya me había enamorado de ella.  
Las señoras muy amables me invitan a pasar, me ofrecen una taza de té con torta, acepto por cortesía. Entonces, comienzan a contarme la verdadera historia de la niña, lo haré breve… pero…mi corazón se estremeció. Iniciaron su narración diciendo: 
“Era una joven muy pobre, hija de inmigrantes, que nació aquí en 1965. Sus padres tuvieron un recorrido difícil en la Argentina, sus finales fueron trágicos. Así fue, que desde los 15 quedó sola en el mundo. No sabía ni a donde ir ni que hacer, comenzó a recorrer las calles luego que perdió la casa donde vivía. Y, te podrás imaginar, le quedó el camino de la prostitución.  
A los años ya tenía tres hijas -todas de diferentes padres-, con las cuales sobrevivía, intentaba darles una salida. Pero más intentaba, menos podía. Vivían en un refugio, comían a veces, ellas jugaban y ella lloraba…se pasaban los días. Hasta que, conoció un hombre apuesto, y además de prestarle sus servicios, se enamoró. Cuestión que, él se marcha y ella a las semanas se entera que esta embarazada. Con lágrimas en sus ojos, se acercó a nosotras sabiendo que no podría tenerla.  
Intento de todo, trabajó de más, dejó a sus niñas con una familia para poder hacer más labores y, ¡se las sacaron con esta justicia injusta!. Ya sin ganas la veíamos cuando nos pidió que su beba sea adoptada por una buena familia, sin dudarlo, concedimos. Le propusimos quedarse con nosotras, pero no quiso, nunca le gusto sentirse una carga. Así fue que hicimos los trámites para ponerla en adopción, y ella, nos dijo que se la quedaría los primeros meses para alimentarla.  
Ya cuando vino hace una semana, estaba muerta en vida. Toda golpeada, abusada, con miedo y  mucho dolor. Nos dejó a la nena, lloramos y se fue. Por ahora no tenemos noticias, pero no creo que sea buena, en varios comentarios dejó desdibujada la idea de no volver”.  
Esa es la historia Iris, muy triste. Pero ella, a donde sea que haya ido, supo que su bebé se quedaría con una buena familia, porque conocíamos un poco a tu papá y…es un hombre maravilloso. Por lo tanto, pudimos comentarle que tendría mucho amor, salud y educación.  
Mis ojos llenos de incertidumbre y dolor, frente a la niña Haisha. Tenía tantas ganas de abrazarla fuerte, de asegurarle un camino hermoso. Pero de las promesas no se vive, me gustan las acciones no las palabras débiles a la brisa del viento. Volviendo a ese momento, observé a las señoras, y charlé por horas con ellas. Les conté mi situación, tanto económica como personal, además de, mis buenas intenciones para con la niña.  
El tiempo se pasó rapidísimo, las mujeres eran encantadoras, hubiese pasado días enteros charlando con ellas. Ya eran las seis de la tarde, debía ir a preparar la merienda a mi hija y esperar a mi marido. Él me daba todo, menos amor, todo. Pero eso sí, me demandaba un montón para aquellas tareas de la mujer impuestas por el machismo. Luego, una vez que ya estaba satisfecho, se acostaba a dormir sin charlar de nada y sin afecto alguno. Por eso quería estar a horario, porque si se enojaba, no volvía a casa por días. 
La realidad era que el mayor tiempo estaba sola con mi otra niña, él trabajaba constantemente, y cuando estaba, era una fantasía de amor. Debo confesar que me refleje un poco en aquella mujer, en esa sensación de tener algo pero a la vez nada, forzando una realidad desequilibrada. Sin embargo, la adopción de aquella bebé me ilusionaba, me daba esperanzas. No por él sino por mí, poder amar puramente, como lo hacía con mi otra hija. Así fue que, busqué estar en buenas condiciones personales y familiares para que su adopción y adaptación sea satisfactoria. 
Mientras me llenaba de estos pensamientos, las señoras seguían siendo amables conmigo y la bebé me sonreía. Era evidente, estábamos conectadas, las dos por el desamor, por el abandono. Ya existía una energía de amor en nuestras miradas, no se necesita mente y conciencia para amar. Viendo y sintiendo esta situación comienzo a concretar la visita, planteándole a ellas  que quería comenzar con la adopción. Sabían cada mínimo detalle, sabían todo lo que debía hacer, así que no se dificultó para nada iniciar.  
Entusiasmadas me contaban como era el maneje de todo, yo lloraba emocionada pensando en su mamá. Me preguntaba, ¿cuánto dolor se puede sentir por dejar, obligadamente, un ser que amas con toda tu vida? Me puse en su lugar y… lloré aún más… ¿lo soportaría yo?... y digamos que, mi realidad es un poco distinta; tampoco tanto; también tenemos semejanzas. Ahí me di cuenta que si, lo material nos maneja y sirve; pero, no te asegura la felicidad.  
Me despido de estas dos mujeres encantadoras, comienzo a caminar segura como si hubiese renacido, ansiosa por contarle todo a mi familia. Por suerte, me regalaron una fotito de la beba, así que se las podía mostrar, qué emoción tenía. A su vez, debía comunicarme con la asistente social y mi abogada, para iniciar los trámites y las visitas a la casa. Y así seguí caminando, sonriendo sin dudar de nada. 
 




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