Llego a casa, no había nadie, y yo, con ganas de contarlo todo. Mi marido estaba trabajando, llegaría a la madrugada, seguramente lo esperaría. Mi niña en el colegio, tenía seis años, estaba experimentando el primer año de primaria. Ahora bien, ¿cómo iba a explicárselo? ¿lo esperaría a él? ¿cómo iba a disimular mi felicidad?. Cuántas preguntas llenas de incertidumbre, de cuestionamientos mentales, dejarse fluir parecía imposible. O sea, eran todas decisiones que revolucionarían nuestras vidas…¿positivo? No sé. De tanta necesidad, corrí a la casa de mi mamá y mi papá, a contarles todo.
Ellos vivían muy cerca de mi casa, así que llegué corriendo ansiosa, no podía esperar. Debo aclarar que no eran muy efusivos, mi papá -por ejemplo- le encantaba saber sobre los papeles y los trámites. Mientras mi mamá cebaba unos mates con unas galletitas, comencé a contarles. Les comenté si recordaban los pasos previos que realicé en el juzgado, sin dudas no lo tenían en mente. Entonces proseguí:
Para iniciar la adopción tuve que inscribirme en el juzgado, presentando un expediente con diferentes papeles -como el recibo de sueldo de los dos, examen de aptitud física y psicológica, entre otros-. Además con Inti tuvimos que ser entrevistados por la psicóloga y la asistente social del tribunal.
Ahora que ya tenemos una hermosa niña en posibilidad de adopción, debemos realizar otros papeleríos y visitas esporádicas de la asistente a nuestra casa. En un principio, la bebé transitará nuestra casa los fines de semana para su adaptación y la nuestra como familia también. Luego, la asistente social y el juez evaluarán la evolución y, tomarán una decisión.
Si el juez presenta su aprobación de nuestra tutela debemos contratar un abogado para iniciar la rectificación de la partida de nacimiento y el D.N.I. En general suele ser un proceso largo, sin embargo, cada caso es particular.
A pesar de ser breve mi relato, se me hizo tedioso, ya que sufrí gran cantidad de interrupciones innecesarias de mis padres, tenían esas cositas que cansan. Por ejemplo, me cuestionaban sobre cuántos abogados había visto, cuál era el nombre de la niña, cuántos años tenía específicamente, etc., etc,y ETCÉTERA. Digamos que, no era relevante esa información o ni la sabía; aún así, respiraba hondo y les respondía todo.
Llegué a casa, ya cansada pero con ganas de dar las buenas noticias, esperando disfrutarlo un poco más y relajarme. Faltaban cuatro horas para que llegara Inti con Maine, los dos son muy entusiastas cuando les alegra algo y, este es un tema familiar muy charlado, esperado. Estaba muy ansiosa, por eso me puse a preparar una rica cena, el plato favorito de todos…lasaña.
Una capa, relleno, otra capa, relleno…la hora se pasa. Creyendo en lo que decía mi mente, miro el reloj pensando que ya faltaba poco. Pero no, aún debía esperar dos horas más. Ante mi poca relajación, me propuse un baño en la bañadera alta y espaciosa que teníamos; la llené con agua caliente, tomé mi libro favorito y me metí. Fueron dos horas gloriosas, me ayudó a estar lista para la gran cena.
Se escucha la llave abriendo la puerta, y su voz gruesa diciendo “mi amor, llegué”. Aparezco con olor a mi perfume recién puesto, ilusionada y emocionada por saludarlo. Él, siempre distante, un beso y pocas palabras. Debo confesar que, en ese momento, logró sustituir a la felicidad con tristeza. Sin embargo, pensé en nuestra hija y me tragué aquel dolor, debía hacerlo.
De repente, soy abrazada por mi niña que venía detrás de su padre, ella siempre me llenaba de amor cuando volvía. Me agaché y le dije, tengo una noticia para contarte…mientras vamos a cenar. Cuando el padre escucho mis palabras, se acercó y me dijo: ¿a mi también me contarás? ¿Es sobre lo que imagino?. Entonces, lo miré y contesté: vamos a la mesa, ya está la cena.
Nos acomodamos, el aire estaba pesado y Maine se perdía en sus preguntas de siempre, y yo ahí perdida. Un bocado, un suspiro, una mirada con miedo y… la primer palabra. Sólo sé que empecé y no frené hasta el final, ellos estuvieron más atentos que nunca. Se hizo el silencio, levante mi mirada, así nos cruzamos. La nena me pidió irse, él lloró.
Dejamos un aire pero se debía seguir, y, eso hice. Le comenté que ya había concretado una entrevista con la abogada, que ya había contactado con la asistente social y que, pronto sabríamos sobre la primer visita de la niña. Mientras contaba, parece que detrás estaba nuestra hija, porque la escucho que me dice: “Mamá, quiero conocer a mi hermanita”. Justo tenía su foto en mi bolsillo, cuando se la mostré, sus ojos brillaron.
Pasaron unas semanas, la abogada inició el papelerío para el juicio, ya que, la asistente social estaba conforme con las visitas de Haisha a nuestro hogar. Maine la llenaba de amor, Inti estaba enamoradísimo y yo… nada que decir. Venía cada quince días, los fines de semana, ya no queríamos que se fuera; es que; era nuestra felicidad familiar. Dentro de todo nuestro mundo, ella nos esperanzaba.
Y así llego el 12 de Agosto de 1991, el juez nos concibió la tutela de la niña, ya debíamos comenzar con la rectificación del DNI y a la partida de nacimiento. Fue tan emocionante ese día que todos amamos y cristalizamos aquel momento, no había lugar para el conflicto. Aquella misma tarde, la niña estaba llegando a casa para quedarse.
Entonces, a la noche, preparé nuestra comida favorita, a ella algo diferente. Nos sentamos a cenar en familia, un poco acostumbrados pero… ese momento fue distinto. Una mirada, un abrazo, una abrigada en la cama y hasta mañana.
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Editado: 14.07.2019