La llegada de la luz

El sol aún se asomaba tímidamente por el horizonte cuando Hikaru cruzó el umbral de la Academia Seiran por primera vez. La mañana fresca parecía no afectar su semblante frío y serio, envuelto en una mezcla de determinación y cautela. Su mochila negra colgaba de un solo hombro mientras caminaba por el sendero principal, sus pasos resonando con un ritmo lento pero seguro sobre el pavimento húmedo por el rocío.

Los estudiantes ya estaban dispersos por el patio, algunos conversando en grupos, otros revisando sus teléfonos o preparando el material para las clases. Sin embargo, la presencia de Hikaru no pasó desapercibida. Fue como si, sin esfuerzo alguno, un halo de atención la siguiera a cada paso. No era solo por su apariencia, que era innegablemente llamativa: su cabello negro azabache, liso y largo, que caía con una suavidad casi espectral, su piel pálida que contrastaba con el uniforme impecable, y unos ojos oscuros que parecían profundos abismos donde nadie se atrevía a mirar.

A medida que avanzaba, algunas chicas comenzaron a susurrar y lanzar miradas que iban de la curiosidad al recelo. Entre ellas, un grupo en particular se destacó: cinco chicas que caminaban con la seguridad de quienes se saben dueñas del lugar. Al frente estaba Akane, una pelirroja de mirada afilada y sonrisa desafiante, cuya reputación como líder del grupo popular era bien conocida en toda la escuela.

Akane fijó sus ojos en Hikaru y no tardó en acercarse junto a sus compañeras, bloqueando su camino con una presencia dominante. "Así que tú eres la nueva", dijo Akane con voz firme y sin un ápice de cortesía. "Yo soy Akane Rivas, y estas son mis chicas. Aquí no aceptamos a cualquiera. Si quieres sobrevivir en Seiran, más vale que te unas a nosotras."

Hikaru levantó la cabeza con calma, sus ojos profundos evaluando cada palabra y cada gesto. Su voz, cuando habló, fue baja y clara, con un tono grave que contrastaba con la energía del grupo. "No vine aquí para hacer amigos ni para unirme a grupos. Solo quiero pasar desapercibida."

Un silencio incómodo cayó sobre el grupo, seguido por algunas risas nerviosas. Akane arqueó una ceja, sus labios curvándose en una sonrisa que no llegaba a sus ojos. "¿Crees que puedes venir aquí, ignorarnos y no tener consecuencias? No es tan fácil."

Hikaru no se dejó intimidar. Sus puños se apretaron ligeramente a los costados, pero su rostro permaneció sereno, casi distante. "No busco problemas. Solo quiero empezar de nuevo."

Pero en el fondo, una chispa invisible de tensión empezó a prenderse, como un fuego lento que se preparaba para arrasar todo a su paso.

Esa misma tarde, en un rincón apartado del salón de clases, Akane comenzó a buscar información sobre Hikaru. No bastaba con su belleza o su aire misterioso: necesitaba saber quién era realmente la chica que osaba desafiar su dominio. Sus dedos deslizaban con rapidez por el teclado de su teléfono mientras recordaba las palabras de sus amigas: "Si no se aleja de nuestros chicos y de nuestro grupo, te prometo que descubriré todo sobre ella."

Y así, bajo la apariencia tranquila y silenciosa de Hikaru, se gestaba una guerra que apenas comenzaba, una batalla donde las heridas no serían visibles pero sí mucho más profundas.

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