La sonrisa del miedo

Advertencia

Akane no era tonta. Su ego no le permitía perder el control de nada, y mucho menos permitir que una chica nueva, por muy bonita o misteriosa que fuera, se llevara la atención de todos.

Pasaron apenas tres días desde la llegada de Hikaru cuando Akane encontró lo que buscaba.

Sentada en su habitación, con la luz del celular iluminando su rostro, Akane abrió un archivo que una amiga de otra escuela le había enviado. Un documento escaneado, acompañado por imágenes policiales borrosas, noticias antiguas y mensajes anónimos. Las palabras eran claras:

“Cinco estudiantes murieron brutalmente en un campamento escolar. Se sospecha de un ataque animal, posiblemente un oso. No hubo sobrevivientes cercanos. Una estudiante desapareció por tres horas antes de ser encontrada en estado de shock.”

Los nombres no coincidían del todo, pero la cara… esa cara sí.
Hikaru. Con otro nombre, otro corte de cabello, pero era ella. La misma mirada vacía.

Akane sonrió. La pieza perfecta para el juego acababa de caer en sus manos.

Al día siguiente, Hikaru caminaba por los pasillos como siempre: sola, silenciosa, con su aura de calma tensa. Akane se le cruzó de repente, con una sonrisa fingida que solo escondía veneno.

—Hey, linda. Podemos hablar a solas —dijo, jalándola del brazo hasta los baños del segundo piso, donde nadie solía entrar.

Hikaru se soltó con frialdad, pero no se resistió. Se encerraron dentro. Akane sacó su celular y se lo mostró. Una imagen en blanco y negro: un recorte del caso. El nombre tachado, pero la foto visible. El rostro de Hikaru.

—¿Qué es esto? —preguntó Hikaru, su voz aún baja, pero un leve temblor en su tono.

—No te hagas la estúpida. Sé lo que hiciste. Sé por qué cambiaste de nombre. Y sé que no fue ningún oso. —Akane se cruzó de brazos—. Si no quieres que esto lo vea todo el mundo, te alejas. De los chicos, de mis amigas, de todos. Te quiero invisible, ¿me entiendes?

Por primera vez, Hikaru bajó la mirada. No respondió.
Akane sonrió con triunfo.
—Bien. Me alegra que lo entiendas.

Esa tarde, Hikaru no habló con nadie.
No saludó a las pocas personas que se le habían acercado. Ignoró a los chicos que la miraban con interés.
Solo se dirigió a un aula en específico, donde el profesor Souta, un hombre de unos treinta, con fama de “simpático” con ciertas alumnas, la esperaba.

Ella entró sin decir palabra. Él la saludó con una sonrisa torcida.

—¿Vienes a estudiar… o a hablar? —dijo él, con ese tono suave y repulsivo que usaba solo con algunas.

—Quiero contarte algo… importante —dijo Hikaru, su voz ahora más suave, casi dulce, como si se le escurriera la miel por la lengua.

—¿Sí? Cuéntame.

—Una de tus alumnas… Akane. Creo que te está observando. Creo que le gustas.

Él alzó las cejas, entre divertido y sorprendido.

—¿En serio?

—Sí. Pero es tímida… Aunque puedo ayudarte. Podrías “encontrarte” con ella en algún sitio. Solo necesitas que alguien la convenza de que tiene una cita secreta. Yo puedo hablar con una de sus amigas…

Su sonrisa se ensanchó.

—¿Por qué me ayudas?

Hikaru entrecerró los ojos.
—Porque me agrada cuando la gente recibe lo que merece.



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En el texto hay: suspenso, assesinato

Editado: 31.05.2025

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