La sonrisa del miedo

Entre víboras

Hikaru observaba en silencio desde el tercer piso, recargada contra una baranda oxidada.

Los estudiantes hablaban de Mei.
Aún no habían encontrado el cuerpo.
Aún no habían confirmado nada.

Pero los rumores eran suficientes: se escapó, se suicidó, los padres la mataron.
La policía rondaba por los pasillos, los profesores estaban tensos, y los alumnos… ellos simplemente buscaban a quién mirar con asco.

Hikaru sabía que la indiferencia era un error.

Estaba demasiado sola.
Demasiado callada.
Y después de dos desapariciones, hasta la más dulce flor empieza a parecer venenosa.

Fue ahí que decidió dar el siguiente paso.

El grupo de las chicas populares no era difícil de encontrar.
Risas fuertes. Zapatos caros. Cejas arqueadas.
En el centro del enjambre, la reina: Kanna, la pelirroja cruel que había sido su primera víctima.
Ahora ausente para siempre, reemplazada en liderazgo por Riko, una chica de ojos grises y sonrisa de serpiente.

—Hikaru-chan, ¿tú sola otra vez? —preguntó una de ellas, fingiendo compasión con veneno detrás de cada sílaba.

Ella no sonrió. Solo asintió.

—Supongo que sí.

Riko levantó una ceja.
La belleza de Hikaru era innegable.
Su piel perfecta, su cabello oscuro como tinta, y ese aire de tristeza contenida que a todos les parecía… interesante.

—¿Y qué haces sola en los recreos? ¿No tienes amigas?

Hikaru bajó la mirada con precisión, como si estuviera herida.

—Intento no molestar. Supongo que... todavía me cuesta encajar.

Riko intercambió una mirada con sus secuaces.
Ellas sonrieron.
Una nueva muñeca para jugar.

—¿Quieres venir con nosotras hoy? Vamos al karaoke después de clase. Solo chicas.

Hikaru alzó la mirada y sonrió.
Una sonrisa verdadera.
Vacía.

—Claro. Me encantaría.

El karaoke era ruidoso, oscuro, privado.
Luces de neón, vasos compartidos, risas falsas.
Las chicas hablaban mal de sus compañeras, exponían secretos, mentían con naturalidad.

Hikaru observaba.
Reía.
Se adaptaba.

Riko la abrazó del hombro y le pasó un micrófono.

—Canta algo triste. A ti se te da bien eso, ¿verdad?

Hikaru tomó el micrófono.
El instrumental comenzó.

Una voz dulce y suave llenó la habitación, melancólica, demasiado perfecta para una chica de su edad.
Las demás se quedaron en silencio.
Por un momento, se sintieron pequeñas.

Ella terminó la canción con una frase que no estaba en la letra.
Un susurro, apenas audible:

—"No olviden que estoy aquí."

Solo Riko pareció captarlo.
Y por un segundo… sintió miedo.

Desde esa noche, Hikaru fue parte del grupo.

Riko la mantenía cerca.
Las otras la imitaban.

Pero sin saberlo, dejaban que una asesina se infiltrara entre ellas.

Una por una.
Una sonrisa a la vez.



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En el texto hay: suspenso, assesinato

Editado: 24.06.2025

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