La sonrisa del miedo

Lo que no se ve

Los días en la nueva escuela comenzaron a fluir con una rutina casi perfecta. Hikaru se integró al grupo de las chicas populares con una facilidad que sorprendió incluso a las más escépticas. Su belleza helada, su voz tranquila, su actitud controlada… todas querían tenerla cerca, aunque no supieran realmente por qué.

Nunca lastimó a nadie como ellas lo hacían. Solo observaba. A veces reía con ellas. A veces, asentía. Pero jamás cruzaba la línea. No necesitaba ensuciarse las manos para parecer parte del grupo. Ella era una sombra que sabía adaptarse a la luz.

Entre los nombres que resonaban en los pasillos, uno comenzó a destacarse: Renji, un chico atractivo, atlético, con la sonrisa fácil y una lengua afilada. El tipo de chico que era imposible ignorar. Él comenzó a acercarse a Hikaru con bromas, comentarios ingeniosos y miradas prolongadas. Ella, para su sorpresa, sentía algo que no había sentido en mucho tiempo: una especie de nerviosismo suave. ¿Le gustaba?

Durante un par de semanas, Renji y ella compartieron miradas, silencios, algunas caminatas entre clases. El grupo lo notó y lo aprobó. Hikaru fingió indiferencia, pero su corazón, enterrado bajo capas de hielo, comenzó a latir un poco más fuerte.

Hasta que una tarde, después de clases, todo cambió.

Ella tomó un atajo por el pasillo trasero del edificio de música y ahí lo vio. A Renji, arrinconando a una chica más joven, empujándola con una sonrisa cruel mientras sus amigos reían a carcajadas. La chica lloraba. Le suplicaba que la dejara en paz. Él solo se burlaba.

Algo dentro de Hikaru se rompió… y algo más oscuro se encendió.

Esa chica… esa chica con el cabello corto y los ojos asustados... se parecía demasiado a ella misma, antes de que todo pasara.

Cuando Renji la notó observando desde las sombras, le lanzó una sonrisa. “¿Vas a unírteles o qué?”

Hikaru caminó hacia ellos, lenta, con esa expresión serena que todos temían no entender. Se paró junto a la chica y con voz dulce, casi insoportable, dijo:

—Deberías aprender a defenderte, ¿no crees? Las débiles no duran mucho aquí.

La empujó, suavemente, como si todo fuera un juego. Lo suficiente para que Renji riera satisfecho. Lo suficiente para traicionarse a sí misma… al menos por fuera.

Esa noche no durmió.

Al día siguiente, Hikaru ignoró a Renji por completo. No le devolvió el saludo, no aceptó su compañía. Lo evitó con una mirada vacía, como si no existiera. Lo borró.

Y cuando vio de nuevo a la chica—Aiko, se llamaba—se acercó a ella en la azotea durante el receso. Le ofreció una bebida y una disculpa disfrazada de conversación trivial.

Aiko dudó al principio, pero con el tiempo, empezaron a llevarse bien. Muy bien. Como si compartieran un idioma secreto que nadie más entendía. Como si ambas supieran lo que era ser una sombra en un mundo de lobos.

Y así, sin que nadie lo notara, nació una alianza silenciosa.
Una que, con el tiempo, cambiaría el juego por completo.



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En el texto hay: suspenso, assesinato

Editado: 24.06.2025

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