La sonrisa del miedo

Lo que no se ve

Desde aquella noche, algo había cambiado. No se trataba solo de un secreto compartido. Era un lenguaje silencioso que solo ellas comprendían.

Aiko caminaba diferente. Ya no bajaba la mirada al pasar por el pasillo. No evitaba las esquinas ni se encogía frente a los murmullos. Había algo nuevo en sus ojos. Una quietud peligrosa. Una certeza.

Hikaru lo notaba con deleite.

En clases, se pasaban notas. Frases inocentes para cualquiera que las leyera. Pero no lo eran.

¿Cómo se sentiría hacerlo con tijeras?

Hoy soñé con una caja. Tú estabas dentro. Nadie la abría.

La sangre se pega más si es tibia. Lo leí en un foro.

Las demás empezaron a notarlo. Las miraban con recelo. Ya no eran las mismas. Nadie podía señalar qué había cambiado, pero estaba ahí. En la forma en que se sentaban, en cómo se observaban sin hablar, en cómo Aiko reía solo con Hikaru y con nadie más.

Una tarde, mientras organizaban una cartelera escolar con el grupo de siempre —las bullies, las populares, los parásitos de siempre—, uno de los chicos, Keita, se acercó a Hikaru como quien intenta coquetear con una bomba.

—Te ves más callada últimamente, ¿eh? —dijo sonriendo, mientras se apoyaba demasiado cerca.

—Tal vez es porque ya no necesito hablar con idiotas —respondió ella sin cambiar de tono.

Aiko soltó una risa breve. Aguda. Cruel. Hikaru le sonrió de lado. El resto fingió que no escuchó.

Esa tarde, mientras pintaban una pancarta, una de las chicas, Misa, se manchó la falda y se quejó con la típica voz de fastidio:

—Ugh, qué asco, parece sangre.

—No sería tan mala idea manchar todo con sangre de verdad —murmuró Aiko, como sin pensar.

El grupo se congeló un segundo. Luego rieron, nerviosos.

—Qué rara eres, Aiko —dijo una.

—Está bromeando… ¿no?

Pero nadie se atrevió a discutirlo.

Más tarde, sentadas en las gradas del gimnasio vacío, Hikaru le pasó una lata de bebida energética a Aiko.

—¿Sabes qué me pregunté hoy? —dijo, mientras la abría—. ¿Tú crees que si una persona desaparece pero nadie la extraña, realmente desapareció?

Aiko lo pensó.

—No. Solo deja de existir. Nadie busca lo que no extraña.

—Exacto.

Se quedaron en silencio. El crepúsculo entraba por las rendijas. El mundo parecía detenido.

—A veces me dan ganas de hacerlo otra vez —susurró Aiko—. No con cualquiera. Solo con los que realmente lo merecen.

Hikaru se volvió hacia ella.

—Yo también.

Y por un segundo, no fueron dos estudiantes sentadas en unas gradas. Fueron lobas. Fueron algo más allá de humanas. Dos criaturas rotas encontrando belleza en lo monstruoso.

Y así sellaron algo más profundo que un pacto.

Una promesa invisible.

Un futuro manchado de rojo.



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En el texto hay: suspenso, assesinato

Editado: 24.06.2025

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