Mi hija irá a la universidad, no dejaba de repetirme esa frase mientras veía a Rebeca hacer las maletas en el hotel para regresarnos a casa. Al principio sentía que me haría viejo tener una hija en la universidad, ahora me sentía así pero además me entristecía un poco que se fuera lejos de mí a estudiar en otra ciudad, ella era muy divertida y me gustaba tenerla cerca, no pude convencerla de ir a la universidad de Velasco.
A Claudia era muy difícil de convencerla de algo, sí lo sabía yo: me hizo sentir como un adolescente para poder ver a su madre. Lo hacía a escondidas de ella para que no interfiriera, al regresar de San Agustín en aquel viaje, Rebeca y yo quedamos en darnos una oportunidad, ella estaba sumamente mortificada por la opinión de Claudia que nos veía con recelo y malicia en sus ojos.
—Ella tiene algo de razón, me debo a ellos. Soy madre.
—Y mujer, no puede ser tan egoísta. Entonces será que no me quieres, debo entender, porque si con la decisión sufres es porque la que actúa mal es Claudia.
—Ella es igual a ti, habla como tú, nunca he tenido oportunidad con ninguno de ustedes —dijo frustrada.
—No, no pretendo manipularte, sino hacerte ver las cosas con otros ojos, ¿Por qué Claudia querría que estés triste y sola? ¿Eso está bien? ¿Cómo la beneficia? Al menos que la respuesta sea que no me amas.
Ladeó la cabeza y lloró negando.
—Te amo.
Sonreí, besé sus labios y la abracé.
—Que nuestra hija no quiera nuestra unión no quiere decir que debamos complacerla. Somos los padres, somos nosotros quienes debemos estar prohibiendo cosas a ella.
Rio negando.
—Consigue como torcer todo, en casa solía tenerla más controlada —dijo reflexiva.
—Creías tú.
—Pues sí, mira a donde vino a tener —sonrió.
—Ya ella sabe que no tengo intereses ocultos y que mis sentimientos son sinceros, sabe que te amo de verdad y que ya no me niego a expresarlo.
—Dice que es para cuidarme.
—Es para establecer su dominio, porque es controladora.
Suspiró.
—Está bien, quiero intentarlo Basil, pero por favor, que ella no se entere hasta que estemos bien tú y yo, y sea seguro.
Esa fue la razón por la que se enteró a una semana de la boda. Le faltó lanzarse al piso, escupió fuego y su cabeza giró como la de la Linda Blair en El exorcista, lloró, intentó manipularnos pero al final, Rebeca había ganado tanta confianza con nuestra relación que ignoró todas sus pataletas, siguió mi consejo: nada de explicaciones, somos los adultos.
No era más que capricho suyo, quería probar que hiciéramos lo que ella decía, Claudia y yo habíamos crecido mucho en nuestra relación, solo me llamaba papá cuando acudía con algún problema o estaba sentimental del resto solo me llamaba Basil y se refería a mi así o como su padre biológico, no podía ofenderme, la figura que tuvo por padre me hacía mucha sombra y lo aceptaba con humildad.
—¿Qué te pasa? —preguntó Rebeca acariciando mi hombro.
—Aitor Cambridge asistirá a la misma universidad que Claudia.
Jadeó asombrada.
—¿Corre peligro? —preguntó angustiada.
—No lo sé, no sé mucho de ese chico, solo sé que es el hijo de mi archienemigo, Claudia no debió meterse en las cosas de los adultos.
—Nadie la iba a detener.
—Temo que un Aitor Cambridge lo haga un día porque yo no supe tener los pantalones para estar a la altura de Claudia y la dejé hacer lo que quiso. No te juzgo a ti. Mejor madre imposible—dije besando sus mejillas.
—Basil. Ella es difícil pero tenía las mejores intenciones.
—Lo sé, fue nuestra heroína pero ¿A costa de qué? Debí ser yo, ahora ella está expuesta con esa gente.
Rebeca me abrazó, recostó su cabeza de mi pecho y suspiró.
—Me alegra mucho que estés en nuestras vidas, pero sigues quejándote de lo que debiste hacer y no hiciste, mira ahora solo hacia el futuro Basil.
Tenía razón, la besé en los cabellos y afirmé. Esa era la diferencia con Rebeca y el resto de las mujeres, esa era la diferencia de Rebeca y el resto del mundo, su sabiduría venia de la bondad de su corazón moldeada por sus experiencias, buenas y malas. Sentía tal admiración por ella: ni siquiera era capaz de sentir rencor u odio por alguien.
En cambio Claudia, a ella la soberbia la podía llevar tener amargas experiencias, Rebeca tenía razón, dejaría de pensar en el tiempo que no estuve y en lo que no hice, la cuidaría y protegería en adelante, mi padre también tenía razón, Claudia se la daba de muy fuerte, no era más que una chiquilla. Mi chiquilla.