La suerte de la heredera

Capítulo IV: Claudia.

Caminé rápido hacia el auditorio donde vería la próxima clase, mi corazón estaba acelerado. Aitor parecía el de siempre, amable y simpático pero con una personalidad tan plana que me hacía sospechar que fingía, mientras caminaba al salón llamé a Gabriel.

Cla Cla ¿Cómo te va en tu primer día en la universidad?

—Ya me crucé a Aitor Cambridge. Me lo acabo de cruzar.

—¿Y cómo te trató?

—Amable, fue amable, me dijo que no sabía cómo había quedado el estatus de nuestra amistad y me invitó a una fiesta.

—¿Qué le dijiste? —preguntó con tensión en su voz.

—Que se olvidara de eso, que me saludara y ya.

—¿Crees que convenga? Y si pruebas ser un poco amable.

—No, no fingiré que me agrada o que estoy cómoda con la situación de nuestras familias, lo quiero lejos.

—Me alegra que me llamaras apenas te lo cruzaste —dijo.

—Sí, y no quiero que le digas nada a Basil, me pareció exagerado que comprara el apartamento para que me cruzara menos a Aitor.

—Al menos pudiste evitar el chofer. Sé que perderás un poco de la experiencia universitaria en el campus, pero eso es lo de menos, que salgas tarde de allí me preocupa, ojala yo estuviera más cerca.

—Quédate tranquilo Gabriel. Tendré seguridad. No andaré sola.

—¡Vale! Cuídate. Un beso.

—Chao —colgué.

Bioestadística, era la clase que veía, trataba de no acercarme mucho a nadie, pero había coincidido ya con una chica y un chico que no dejaban de mirarme, les lancé una mirada fulminante y batí mi cabello, olvidé que ya no era largo, suspire y mantuve mi vista al frente.

Al final de la clase se acercaron sin timidez, no dejaron que me levantara de mi asiento. Los miré desafiante.

—Hola, soy Inés y él Arturo, somos amigos de Aitor, ¿Lo conoces no?

—Sí, sé quién es —respondí.

—Quiere que te invitemos a la fiesta de bienvenida a la facultad. Mi primo Archie es el anfitrión.

—Ya me dijo y decliné. Pero gracias.

Me levanté y pasé entre ellos. Se quedaron mirándome con incredulidad, soltaron resistas burlonas que ignoré. Solté un suspiro hondo cuando los perdí de vista. No tenía que soportar a nadie si no quería. En eso pensaba cuando un chico alto me tropezó con tal fuerza que casi caigo, me tomo por una mano y me ayudó a incorporarme, estaba lista para insultarlo cuando lo miré a la cara. Su rostro era muy agraciado, sus cabellos dorados hacían juego con sus ojos amarillos, sonrió dejando ver sus dientes perfectos. «Es bello», pensé.

—Ten cuidado la próxima vez —espeté dándole la espalda.

—Manuel, soy Manuel —dijo sonriendo como tonto.

—Todo el mundo se quiere presentar hoy, no me interesa —dije y seguí.

Era de los insistentes, tuve que soportarlo en el cafetín mientras tomé mi comida, me esperó fuera del baño y me acompañó a la puerta de mi próxima clase.

—Voy a poner una queja por acoso si te consigo en la puerta cuando salga.

—No, tengo clases, debo irme pero solo quería decirte que lo siento, no tenías que ser grosera.

—Pero lo fui, supéralo, espero que no te traumatices.

Rio negando.

—¿Por qué no me dices tú nombre? Siempre es bueno hacer amigos, estoy en tercero en la escuela de negocios.

Se cruzó de brazos con esas típicas poses estudiadas.

—Creo que sabes quién soy, por eso no dejas de acosarme —dije y entré a clases. Él reía a carcajadas.

Terminó el día de clases, todos reían tontamente alrededor del campus, nadie dejaba de hablar de esa tonta fiesta, yo estaba feliz por el apartamento, no tendría que soportar sus insistencias, me evité una compañera de cuarto y gente alrededor todo el tiempo. Protesté cuando Basil insistió pero estaba aliviada. Mis guardias de seguridad llegarían pronto, solo faltaba hacer papeleos en la universidad para que les dieran acceso, Basil y mi abuelo no sabían pero estaba retrasando la entrega de esos papeles.

Confiaban en mí para que hiciera llegar  los documentos, si los iba a entregar pero lo retrasaría lo más posible, quería un poco de libertad antes, y conocer mejor el campus sin tener guardias detrás de mí. Me subí a mi Audi y lo puse en marcha, disfruté el momento, pronto me esperaría allí Rigo o Alan.

Ya cerca de mi apartamento, se cruzaron varios autos impidiéndome avanzar. Me asusté un poco, bastante para ser honesta. Eran todas camionetas cuatro por cuatro. Tragué grueso y toqué la bocina.  El área estaba sola y comencé a preocuparme en serio hasta que la puerta de una de las camionetas se abrió. Era Aitor, se acercó a mi auto sonriendo, tocó la ventanilla y me pidió que la bajara. Lo hice.

—Hola Claudia, te llevo a la fiesta.

—Ya dije que no quiero ir a esa fiesta.

—Sí, has rechazado todos mis intentos de hacerte ir a la fiesta, Inés, Arturo, Manuel, yo mismo.




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