La suerte del heredero: Aitor Cambridge

Capítulo 2: Aitor

Años después.

Aitor.

A mi padre le dio un infartó, eso me dijeron, debía regresar a casa junto a él al día siguiente, sabía que ya se encontraba estable, así que el hecho de que estuviera bebiendo en un bar de moda en Boston antes de partir, no era muestra de indiferencia hacia su estado de salud, no era por él que sentí que necesitaba salir a dar una vuelta, ver gente y beber; era volver a Velasco lo que me tenía ansioso.

Negaba reconocerme a mí mismo la razón, porque era reconocer lo débil y tonto que era en asuntos del corazón, decidí que bebería hasta casi quedar inconsciente y que me recuperaría en el vuelo, al llegar iría a ver a mi padre al hospital, pensé que quizás podría regresar ese mismo día a Estados Unidos, pero una rubia interrumpió mis planes.

Ahí estaba yo, y ahí estaba ella. La rubia no dejaba de mirarme, soltaba risas tontas con sus amigas, sabía quién era: Lirica Succar, una modelo, el nuevo descubrimiento de la mayor agencia de modelaje de Los Ángeles, su cara comenzaba a aparecer con frecuencia en todos los medios y en mi círculo.

Decidí que si algo iba a pasar pasaría porque los demás lo ponían en movimiento, así no sería mi culpa. La miré desde la barra donde bebía mi coñac y fumaba un cigarro, la miré descarado, desvié la mirada y me concentré en mi bebida mostrando una media sonrisa, como siempre el simple gesto fue tomado como una invitación.

Escuché unos tacones acercándose, golpeaban contra el piso con gracia, con musicalidad, sin voltear sabía que los hombres a mi alrededor miraban con interés a la chica que se acercó sin compañía.

—Disculpa. Eres Aitor Cambridge, ¿cierto?, eres jugador de baloncesto de… —inquirió con voz temblorosa.                                              

—Sí soy Aitor Cambridge, pero ya no juego baloncesto. Me lesioné —contesté juguetón. Me giré para mirarla, la encontré preciosa, de ojos verdes, boca rellena, pómulos altos, cabellos rubios platinados, lucía un bronceado perfecto.

Repasé su cuerpo sin disimulo, era delgada pero con curvas, llevaba un jumsuit de seda holgado y tacones altos, me puse de buen humor de inmediato.

—¿Quieres beber algo?

—Me encantaría. —Parpadeó rápido y soltó un suspiro—. Supe que el equipo de la universidad no volvió a ganar un campeonato, ha de ser porque ya no juegas con ellos.

Me encogí de hombros.

—Que tierna, pero son los campeones, de hecho. Me gradué hace un año, había comenzado en la liga profesional. Ya había sufrido una lesión en la mano antes y volví a lastimármela, luego me lastimé la rodilla —ladeé la cabeza —, creo que no era mi destino. Aspiré el humo de mi cigarrillo y lo liberé cerca de ella que no se inmutó.

—Creo que no te gustaba lo suficiente, habrías insistido.

—No, la lesión fue seria. No pude volver a las canchas.

—Lo siento.

—¿Por qué lo sientes?, no fue tu culpa —dije con una media sonrisa, ella se mordió el labio inferior y reprimió una sonrisa. Hizo sonar sus uñas sobre la barra.

—¿Y qué haces ahora?

—Dirijo las operaciones internacionales del negocio de mi familia —respondí con simpleza.

Meneó la cabeza sin dejar de mirarme.

—Te veo siempre, en redes sociales, y en las fiestas en los Ángeles, y en Londres, frecuentamos casi el mismo circulo, pero no habíamos hablado —explicó con la mirada fija en mis ojos y con una sonrisa tierna. Su tono de voz era tan dulce y musical como se podía esperar de un rostro tan hermoso, tenía que ser así de armónica su voz con su apariencia.

—Te había visto sí, pero cuando salgo con quien salgo, no los dejo plantados para ir por una chica.

—Que pobre excusa. —Rio, miró hacia donde estaban sus amigas.

Reí y me acerqué a ella.

—Pero ya superamos eso, mañana debo partir a casa. ¿Quieres que te muestre mi apartamento?

—¿Volverás?

—Sí, claro que volveré.

—No soy una fácil, no quiero que creas eso, pero nos habíamos visto antes, y de miraditas no pasábamos, me intrigas.

Me acerqué a ella y posé mis labios sobre los suyos, se sobresaltó, pero me correspondió. Sonrió, nos miramos a los ojos por unos segundos en los que sentí que mi estómago se empequeñeció, era hermosa, dulce y ahí estaba dispuesta para mí, como todas.

—¡Vamos! —dije, la tomé de la mano y salimos del lugar. Ella pasó despidiéndose de sus amigas con un gesto con la mano y una sonrisa pícara. Ellas reían de forma escandalosa.

—¿Fue una apuesta con tus amigas? —pregunté divertido.

—No, ellas sabían que te irías mañana, así que pensé que mejor me presentaba formalmente antes de que conocieras a otra. Nunca te había encontrado solo, no me acercaba por eso.

Me eché a reír.

Mi chofer me esperaba afuera, nos conectamos enseguida, era dulce, tierna y me tenía emocionado, había conocido mujeres hermosas, pero esa combinación de dulzura y sensualidad de Lirica era nueva para mí, era tímida, como si no tuviera experiencia, pero era tan sensual que me provocaba pecaminosos pensamientos.




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