La última lección del viejo

CAPITULO VI

CAPITULO VI

El señor Contreras, alcalde del pueblo, residía en la única suntuosa casa de la localidad. Estaba ubicada en una colina, imponiéndose a la vista de la humilde gente del clan con su magnífico esplendor. Era de tres niveles, diversas ventanas de madera blanca que trasmitían al interior, una sensación de calidez. Su jardín era extenso y florido, con diferentes estatuas de índole religiosa esparcidos en varios sitios del mismo, así como en el interior de la casa. La fachada iniciaba con una par de majestuosas columnas dóricas, unidas al techo que daban la bienvenida, mientras se podía subir por las lujosas escaleras de mármol hasta la puerta centrada de cristal tallado. El interior se encontraba decorado y no por falta de dinero, en un estilo tosco, rudimental y hasta se podría decir exiguo, como si los que habitaran en la vivienda, no tuvieran noción del significado de la palabra decoración. Los pisos de maderas estaban recubiertos con simple retazos grandes de alfombra beige que se prorrateaban por salas y habitaciones, como si hubieran comprado esas alfombras en oferta. Los sofás eran de un color gris, con franjas que en algún momento fueron blancas, las sillas y las mesas eran simplemente sillas y mesas y los pocos cuadros provocaban que al verlos, te permitieran por lo menos, mover un poco la imaginación con las historias frisadas en los mismos.  

El alcalde vivía con su mamá, doña Carlotina, mujer de imponente carácter, bastante sobre peso, cabello blanco enroscado en un moño tirante, mirada de un gris frío y jactancioso, muy bien cuidada para su edad. Se encargaba de trabajar con las monjas de “la misericordiosa caridad” que se encontraban lejanas al pueblo, pero gracias a doña Carlotina y sus medios para transportarlas, se ocupaban de los niños y envejecientes del sitio.

El alcalde se hallaba en su oficina casera, platicando con un lóbrego personaje, del cual, lo único que se sabía era que visitaba al alcalde en algunas ocasiones y se relacionaba esporádicamente con Cristóbal el "acuchillador", empleado de don Prudencio en el matadero.

— ¿Y quién está dando tan alta suma de dinero? ¿qué es lo que quiere exactamente? ¿quién es su cliente? ¿lo conozco acaso? — preguntaba el alcalde al tenebroso personaje que estaba recostado en una silla, con el ceño fruncido, el codo derecho apoyado en el brazo del asiento y los dedos en su cien.

—Sabe que no puedo responder a esas preguntas. — Respondió en seco mirando al alcalde fijamente.

El alcalde lo miró pensativo, como tratando de descifrar de quien se trataba ese cliente con solo mirar al hombre sentado frente él.

—Usted me pone todos este dinero en el escritorio y quiere que yo los acepte pero... Para serle sincero, me da miedo saber la respuesta de que es exactamente lo que quiere. Alguien que paga esta montaña de dinero... — dijo el alcalde agarrando un mazo, echando las puntas de los billetes para atrás con el pulgar, haciendo que vuelvan rápidamente a su estado normal, uno tras otro. Levantando las cejas al unísono y dejando el mazo en la pila de dinero frente a él prosiguió.      

—Bueno, dispare ¿qué es lo que quiere?

—Mujeres y hombres saludables. —dijo el sujeto tajante.

— ¿Mujeres y hombres... saludables? —repitió el alcalde frunciendo su ceño al máximo y mirando al hombre de forma desconcertante. — Pero ¿para qué sería?, para mano de obra, o... ¿para qué?

—Se necesita mujeres y hombres saludables y si es posible, jóvenes, para un viaje sin retorno, me logró explicar alcalde.

—No. — Respondió enfáticamente el obeso alcalde— Usted está pidiendo mujeres y hombres jóvenes saludables, ¿de esta localidad?... pero aquí esa especie de ser humano está casi extinto. Y si los hubiera, ¿qué significa esa frase de viaje sin retorno? Se irían a trabajar cruzando los mares, ¿es eso lo que significa?

La mirada gélida sin ningún sentimiento y el silencio sepulcral que emanaba de los labios gruesos del tenebroso personaje, lograron que el alcalde sintiera un fuerte tirón en su estómago. Miró la montaña de dinero en su escritorio, miró al hombre, miró el dinero nuevamente y tragó saliva en seco. El alcalde con la mirada perdida en las divisas empezó a menear lentamente la cabeza en negación, como si el diablito que todos tenemos dentro estuviera hablándole en el oído derecho y él estuviera contestándole.

—No, no puedo ayudarlo.

—Pueden ser personas de cualquier sitio. —se apresuró a decir el hombre para convencer al alcalde. —Personas que usted no conoce. Usted tiene contactos con gente influyente de otros lugares que a lo mejor quisieran deshacerse de varias... lacra, por decirlo así, no es difícil la tarea. Usted solo me tendría que decir dónde están y el resto del trabajo, corre por mi cuenta. Como puede ver, está muy bien recompensado. Además... estaría contribuyendo con la salud de personas que en estos momentos se encuentran... enfermas y como entenderá, necesitan ciertos órganos vitales. Personas de alta alcurnia que le estarían verdaderamente agradecido.

El estómago del alcalde estaba entumecido al escuchar cada palabra de ese hombre. Si sabía, en sus adentros y para ser sincero consigo mismo que él nunca fue un santo. Y si tuviera que arreglar cuentas con el "pepito grillo" que llevamos dentro, o sea, la consciencia, saldría muy mal parado. Pero esto, esto ya era demasiado para él.

—Deme unos días para pensarlo.

—Le doy hasta mañana alcalde. —dijo parco el hombre, levantándose y recogiendo el dinero que estaba en el escritorio del mandatario. El alcalde miró sin mirar el dinero y no pudo decir ni una palabra, su mente estaba en blanco.

—Lo veo mañana entonces alcalde. — retronó la voz del sujeto, sacando del pasme mental al señor Contreras que movió afirmativamente la cabeza, sin mirar al hombre que posteriormente oyó partir.

El señor Contreras una vez salió el gélido ser, froto su cuello yerto por la tención, pensando que no había mejor consultor que el padrecito Javier, además de ser su lazarillo espiritual, era también su amigo. Más tranquilo con su pensar y decidido se levantó de su asiento y se marchó.



#3091 en Novela contemporánea
#7765 en Thriller
#3046 en Suspenso

En el texto hay: drama, historias, lecciones de vida

Editado: 01.09.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.