CAPITULO VIII
— ¡Albertito, entra que llegaron los abuelos, ven a saludarlos! —Gritó la mamá del pequeño Albertito que se encontraba en la puerta trasera de una pequeña y humilde casa, con un gran terreno baldío en su posterior. Ahí se encontraba el pequeño Albertito con su amigo Tobías, o mejor conocido en la localidad como “Toby”, el segundo niño perverso del pueblo, segundo, porque en el primer puesto estaba Albertito.
— ¡Ya va señora Miguelina! — Grito el mismo Toby a la mamá de Albertito, al ver que su amigo no quería responder.
— ¡No te demores mucho! — Volvió a gritar la madre a su silencioso hijo.
— ¿No me vas a decir nada Tito? — le preguntó Toby a su amigo que se encontraba mirando hacia abajo, en una especie de columpio hecho por ellos mismos. —Llevo rato cocinándome al sol y ni siquiera me has mirado. ¿Estás molesto conmigo?, ¿te hice algo? — Por fin Albertito reaccionó para mover lentamente su cabeza en un no. — ¿Ya no quieres ser mi amigo? —seguía preguntándole Toby, a un Albertito que no contestó. Toby suspirando fuertemente empezó a columpiar suavemente a su mejor amigo. — Ya sé, ¿quieres que te regale las piedritas en forma de soldadito?, sabes que son mis favoritas y cuando juego con ellas se me ocurren mis mejores ideas. —seguía Toby en su monólogo, mirando la carita de su amigo que continuaba sin reacción. — ¿Sabes quien desapareció? el viejo Felipe, nadie sabe donde está, dicen que se fue a morir lejos del pueblo. ¿Y sabes que más?, escuche a mamá que estaba hablando con Clementina y decían que Violeta la viuda, está haciendo “cuchi cuchi” con Don Prudencio. ¿Tú te imaginas Tito? con ese viejo tan feo ¡uy, uy, uy! eso tiene que ser peor que cuando espiamos a Doña Constantina bañándose ¿Te acuerdas Tito? — El silencio de Albertito era tal que Toby comenzó a frustrarse. Preguntándose en su inocente cabecita ¿qué le abría pasado a su amigo?, mientras seguía columpiándolo suavemente.
—Tito, tú estas así desde que tu mama te obligó a ir a las catequesis con el padrecito Javier. — atinó a decir Toby, mientras veía las manitos de Albertito ceñirse fuerte a las cuerdas del columpio. — ¡Ah!, ¿es eso?, ¿no quieres ir más a esas clases? — por fin Albertito miró la cara de su amigo con mirada rabiosa. — ¡Ah! me lo hubieras dicho Tito, yo no te voy a acompañar a tomar esas clases, tu sabes que ni aunque me amenacen con agarrarme los huevos con la puerta voy pero... tengo una idea— Toby meditó un corto tiempo y siguió aprovechando la atención de Albertito. —Cada vez que entres a clases yo rompo un cristal de la iglesia, el padrecito va a salir a ver qué pasó y esa es tu oportunidad para escapar.
Albertito negó moviendo la cabeza y logró que de su garganta saliera su voz, ese sonido que se encontraba ahogado y que pensó que había desaparecido para siempre. —Te van a agarrar amigo. — dijo Albertito en un susurro casi inaudible para los oídos de Toby, que se tuvo que acercar a la boca del mismo para poder escucharlo.
—Si me agarran me agarran. — Dijo despreocupado Toby. — Que más da, una paliza más, una paliza menos. — expresó Toby mirando a su amigo moviendo la cabeza incesante en una negación — ¿Y qué quieres que haga?
Albertito bajándose del columpio, miró con ojos suplicantes y empapados en lágrimas a su pequeño amigo de pelo cobrizo revuelto y todo sucio como siempre y logró decirle en voz baja y ronca.
—Ven conmigo Toby...no me dejes solo. — Y echó a correr hacia dentro de la casa, para que Toby no viera las lágrimas que ya empezaban a emerger de sus ojos como cascadas y antes de entrar, escuchó a su amigo del alma gritarle.
— ¡Te paso a buscar y vamos juntos! —Albertito no le quedo más que pararse en seco, sin poder respirar se dio la vuelta lentamente y probando el amargo sabor de sus lágrimas, movió su cabeza en un desesperado sí. Acto seguido, el niño entró corriendo dejando a Toby pensativo en el terreno.
— ¿Qué te pasa amigo? — Se preguntaba en voz alta Toby, mirando en la dirección donde desapareció Albertito, no podía concebir siquiera ninguna minúscula idea de lo que estaba atravesando. Pero en sus adentro estaba seguro que lo que le estaba pasando al más brillante niño que había conocido en su corta vida, era un infierno.
Albertito pasó por la sala donde estaban reunidos su mamá y sus abuelos como un zepelín, provocando que sus abuelos se quedaran con el ceño fruncido y el saludo a su adorado nieto atorado en la boca.
— ¿Qué es lo que está pasando con Albertito? —preguntó molesto Hermenegildo el abuelo — ¿Que le están haciendo a mi nietito?
-Sí, ¿qué está pasando con él Miguelina? — Interrogó Alejandrina la abuela— ¿Que le están haciendo?
—Nada, que le vamos a hacer. —se defendió la madre de Albertito—Él lo que no quiere es ir a catequesis con el padrecito Javier.
— ¿Y por qué no quiere ir? — Preguntó Alejandrina.
—Porque es un diablo mamá, ¿por qué más?
— ¡Mi nieto no es ningún diablo! —gritaron los abuelos indignados al unísono. —Si él no quiere ir no lo obligues Miguelina. —Continuó Hermenegildo que se intentaba parar del viejo sillón.
—Sí Miguelina, si él no quiere ir que no vaya más. — prosiguió molesta la abuela mirando recelosa a su hija.
— ¿Y que mi hijo sea una porquería de ser humano? — gritó Miguelina a la defensiva —No, mi hijo tiene que ser un hombre de Dios y caminar por los senderos que dicta el Salvador, él no puede estar todo el día vagando con su amigo que también es un demonio y haciendo los dos maldades como estaban haciendo, no. Qué clase de madre sería que no hago que mi hijo obedezca al Creador. El va a ir a catequesis a si le tenga que arrancar las orejas para llevarlo.
—Tú lo que quieres es un niño infeliz. —molesto espetó el abuelo mientras se dirigía a buscar a su nieto.
—Sí, exacto Miguelina, tu lo que quieres es un monigote en la casa. Un niño que solo te haga feliz a ti, que te haga sentir orgullosa cuando una de tus chismosas y remilgadas amiga te comente lo bien que se porta Albertito. Que te satisfaga cuando te digan que Albertito parece un angelito y no— Gritó Alejandrina— ¡eso no es así!, mi nieto no es así, mi nieto actúa como es él. ¿Qué es travieso?, por supuesto que es travieso, es un niño sano, tiene ojos, oídos, brazos y piernas y una mente igualita que la mía, o sea radiante. ¿Que no quiere ir a catequesis? por supuesto que no quiere, quien querría meterse en una capilla triste y oscura, con un hombre que te este contando cosas que sucedieron hace mil años y si es que sucedieron, porque eso no se sabe solo se puede imaginar.