La Última Luna

Despedida

“No es un delito acertar sobre la justicia, no es un pecado ir en contra del sistema. Los medios nos rodean y estamos sujetos a los principios. Lo que no se ve, lo que no se oye, son las palabras de las masas necesitadas, de las personas que caminan descalzas y palpan la tierra pedregada, aquellos que siembran los frutos con sudor y que se desangran día a día. La corteza del árbol que rodea ese musgo interno, la capa que protege al fruto tentador. Somos el envoltorio desechable, que soporta la carne preciada. Mis manos ensangrentadas son un símbolo, una exclamación. Es la voz de los incautos, la voz de los perdidos, de todo el pueblo de Quitamarca, de la región del sur y sobre todo del bastardo que abandonaste a su suerte. Somos la codicia, lo inmoral y pretencioso, somos la lujuria y la perversión ideológica. Las armas que alzan el fuego, la llamarada que quema las colinas. La luna que incita su luz sobre las sombras pasajeras. Somos un destello sobre el veredicto. Una delegación exiliada que se atrinchera en el barranco, sobre el asilo de los incrédulos. Estoy aquí porque soy la reivindicación del 95, soy la última carta de mi padre y finalizaré su tarea para derogar a los traidores, a los que mancharon de sangre nuestra aldea. Seré justo contigo Sanabria y asestaré mi golpe como lo hiciste, arderás en el infierno, donde tu alma no encontrará perdón, duerme para siempre y no regreses jamás, padre”




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