La Última Luna

8 de Agosto - 10 de Agosto

8 DE AGOSTO
10 DE AGOSTO

Asociado en un tumulto de miedos internos, el fiscal, Diego Saldívar, partió muy temprano de casa. Desde el atentado, su corazón bullía en desmesura y en pánico. Aquella mañana decidió colocarse un traje gris y sujetar su cabello hacia atrás. El fiscal se persigno ante la imagen devota que reposaba en la mesa de noche. Intentó comer algo, aunque sentía hastío y decidió ignorar esa actividad. Concebía patetismos, su nula capacidad investigadora había cobrado otro cuerpo, colocando su solemnidad como una simple expresión vacía. El fiscal sabía que hallar al culpable de los exánimes, no sería una tarea sencilla.
En la estación de policía, en el despacho verde, reposaba el capitán Antúnez quien muy concentrado, leía una pila de informes vetustos. El rostro de la autoridad esculcaba impacto, hasta que la llegada del fiscal distrital adjunto, irrumpió esa templanza cognitiva
— Siéntate Saldívar— el capitán le entregó unos documentos— este informe es el expediente detallado del caso Quitamarca. La operación del 95 que erradicó a los subversivos. El ataque blindado fue eficaz, empero, la brutalidad usada nunca fue digna de nuestro benemérito uniforme.
— Hay muchos detalles y hasta infundios que señalan hechos no oficiales, como decapitaciones y muertes a través de castigo inhumanos, la prensa nunca comprobó estos señalamientos……… ¿Qué sucedió realmente en Quitamarca?
— La madrugada del 17 de junio de 1995, el presidente Fernando García planificó un ataque en cuadrillas, unificando el poder policial y militar, así como los flancos privados; el objetivo, culminar la guerra civil. El descontrol de los subversivos había generado pánico en la ciudadanía y sobre todo la explosión del banco central, este suceso fue el detonante para erradicar a la plaga subversiva. La patrulla nacional comandada por el coronel, Segundo Benítez, se desplegó por la comuna adyacente rodeando la colina de borde, mientras que el destacamento oficial que pertenecía a la escuadra policiaca se insertó por el empadronado central, asestando golpes por bloques. El ataque inició temprano en toda la oscuridad de la madrugada, con el lanzamiento de un proyectil de largo alcance, explotando gran parte de las pampas de cosechas y algunas chozas. Prevista la siguiente fase, el grupo especializado empezó con la acometida, atrapar a los nombres escritos en el escalafón, siendo estos, los cabecillas del pináculo rebelde. Los insurrectos mostraron resistencia y fue en ese instante, cuando el plan de captura se trasladó a un siseo masivo. Yo lideraba el cuarto escuadrón y alcé fuego contra los rebeldes y también……. contra las mujeres que los acompañaban y hasta niños que simplemente vivían con la culpa. Cuadro por cuadro, segmento por segmento, el terreno se tornó rojizo, con la sangre de los Quitamarquinos, convirtiendo esa tierra fértil, en un panteón de exánimes. Cuando capturamos a los tres cabecillas máximos identificados como: David Cahuarca Sanguinetti, Edmundo Santos Padilla y Omar Pacori Vivanco, acabamos con el operativo y vislumbramos ese camino de paz que buscaba el gobierno, no obstante, los múltiples inocentes que murieron en esa batalla fueron como sombras que aparecían cada noche y gritaban de agonía, pesadillas que radican hasta la actualidad. El punto crucial de este suceso y la conexión con los asesinatos actuales, radica en esta foto— el capitán reposó una fotografía sobre la mesa— Los cuatro demócratas que lideraron la operación del 95; el presidente, Fernando García, el juez principal de la corte suprema, Francisco Asprilla, el ministro de Salud y ex premier David Sanabria Lujan y el coronel Segundo Benítez Palermo, todos ellos comparten el anillo de la República; ese abalorio que recibió el hijo de Sanabria como advertencia.
— El anillo que apareció en el pecho de Asprilla, junto a la nota.
— Todos estos detalles, me dan un indicio, sobre el supuesto objetivo del asesino; finiquitar a quienes atacaron con una ferocidad abrumadora a su pueblo. Este tipo de ataques no se planifican en solo unos días, esa mierda analizó cómo acertar cada golpe de forma certera, estudio lugares, costumbres y los horarios rotativos, siendo sigiloso y así volviendo a generar el miedo compulsivo en toda la capital. Ahora estamos sujetos bajo una amenaza, que jamás imaginé volver a vivir.
— Debería solicitar una contingencia de resguardo máximo para el presidente; su presencia en el letrado el día sábado para la definición del nuevo sistema electivo, podría generar una puerta abierta para el atentado. A parte de ello ¿Le advirtió al coronel Benítez?
— Fue al primero que llamé y ahora le comunicaré esto personalmente al presidente, el arcano es importante. Saldívar, necesito que trabajes con reserva e investigues el caso Sanabria, ya no te oculto nada, tienes todo a tu disposición, tu sapiencia es la clave en este juego de damas. Tenemos el tiempo en contra, cada grano de arena que cae por el reloj es un espacio para que el asesino ataque.
— Atraparemos a este sujeto capitán, se lo juro.
La lluvia azotaba la mañana, las gotas sonaban haciendo contacto con el pavimento y esparciendo su humedad con el viento intenso. El fiscal se apartó, ya no con dudas, más bien ahora, su espíritu de justicia, se alzaba con firmeza. La determinación por atrapar al salvaje criminal, enalteció su convicción, exhortando a su examen de pruebas y destapando así, ese sentido de coraje que estaba oculto. El último caso del fiscal se había tratado de un embargo político, desarticulando una banda dirigencial que se dedicaba a lavar dinero a través de la venta de terrenos. Ahora asumía entre sus manos la responsabilidad de atrapar a un sicario compulsivo, un tipo sin escrúpulos, una amenaza para el estado. El fiscal organizó intuitivamente el orden de sus datos; el primer estrato de incertidumbre se ubicaba en la obtención de los objetos que Rodrigo Sanabria recibió la mañana del atentado. El fiscal decidió visitar el departamento de Sanabria, para conversar con él. Rodrigo Sanabria, joven de 22 años y estudiante de medicina, recibió cordialmente al fiscal, Diego Saldívar.
— Gracias por venir señor fiscal y, sobre todo, por atender mi llamada para resguardarnos de los ataques consecutivos.
— La policía está revisando los registros audiovisuales, para instigar la presencia de los sujetos que te atacaron en la plaza universitaria.
— No tengo idea de por qué asesinaron a mis padres y a mi pequeño hermano……… tampoco sé, qué hice para ser una posible víctima; fiscal, sigo sin entender qué sucede.
— Todo tiene un nombre y se trata de la operación Quitamarca del año 95. Tu padre, en aquel entonces, perteneció a la cuadrilla de resguardo en la guerra civil del sur, integrando el padrón de guardia y salud en el destacamento oficial. Los detalles que tengo son mínimos. Por como actuó el asesino, es evidente que se esconde un motivo, una señal de entendimiento capaz de interpretar su frialdad en el ataque.
— ¿Mi padre participó en la guerra civil? Él siempre se reveló adverso a cualquier acto de violencia.
— Cualquier miembro del estado que vivió la época del terrorismo, alzó su arma para defenderse, joven Sanabria— el fiscal se detuvo un instante y tocó el hombro de la víctima— usted reconoció los cuerpos y pudo observar la brutalidad del asesino. Calcinó a sus padres e inyectó a su hermano, un simple niño, tan dulce e inocente. Los pasos sedientos de sangre de este criminal no se detendrán…… el asesino vendrá por ti y estaremos para resguardarte. Lo que necesito ahora es contar con todo el apoyo, tu recibiste el paquete, quizá recuerdes el rostro de la persona que te entregó.
— La que recibió el paquete fue mi novia, ella quizá pudo ver su rostro……Delia, puedes venir por favor y conversar con el fiscal.
Delia Ísmodes Alba, estudiante de Comunicaciones, se acercó ante el fiscal. Reluciente con su cabello claro cual caramelo y sus ojos pardos deslumbrantes
— ¿Puedes describir a la mujer que te entregó el paquete? — preguntó el fiscal acotando en su libreta— nuestro equipo de estudio recibió las cintas del pasadizo, pero es complejo descubrir la identidad de la dama.
— Su rostro fiscal, la reconocería de inmediato. Esa mirada, tan confusa, amable y deseosa de atención, sus ojos…. esos ojos oscuros como el café de la mañana, su piel pálida y su cabello rojizo, lacio y extenso.
— Es crucial actuar con la sensatez y perseguir los breves indicios que tenemos. Enviaré a mi equipo de reconstrucción facial especializado y publicaremos el retrato policial para una búsqueda exhaustiva. Ahora deberían quedarse en casa y esperar el siguiente movimiento bajo resguardo del cordón de protección. Jóvenes, atraparé a ese sujeto, porque es mi deber y es la deuda que la justicia les tiene.
— Cooperaré con todo lo posible, Fiscal — indicó la joven, quien cogía la mano de Rodrigo.
— Cuento con ustedes muchachos.
El fiscal salió del edificio ubicado en la urbanización Carrión Linares, lugar adyacente a la Universidad Nacional de la República. Diego Saldívar, sacó un cigarrillo e inhaló de él. Contempló el paso de los vehículos, pensando en su siguiente acto. Sin percatarse, se hizo tarde, la noche se aproximaba ligeramente. El fiscal ingresó a su auto; dentro del vehículo sonaba una melodía pacífica. Diego Saldívar, analizó los hechos desmedidos, imaginaba el pensamiento de su opositor, buscando la razón a su accionar. Si se trataba de un ataque terrorista, por qué asesinar a toda la familia Sanabria con una crueldad frívola, exhortando el odio y amenazando de muerte al hijo mayor del ex ministro de salud ¿Qué sentido había? Tendría que tratarse de algún subversivo sobreviviente que buscaba reivindicar esos lazos inconexos que no lograron concretar en el 95. El fiscal no encontraba otra razón justificable. Ahora estaba entre dos opciones concretas, porque el ataque llegaría tarde o temprano. El fiscal decidió visitar el bar donde anteriormente bebió el Juez Asprilla, buscando así, encontrar respuestas para sus remotas sospechas. A pesar de, no ser su caso, buscar pesquisas era lo correcto, ya que estaba conectado al asesinato de Sanabria. El fiscal adjunto distrital, se acercó a la barra, reposó su cuerpo, pidió un vaso de whisky y dialogó con el barista
— Buenas noches, soy el fiscal adjunto del distrito, Diego Saldívar y necesito que responda unas preguntas para la actual diligencia, sobre el asesinato del Juez de la República Francisco Asprilla.
— Fiscal, ayer le dije todo lo que supe a su colega… Ella se identificó como la fiscal a cargo del caso.
— ¿Qué colega?
— No se supone que ustedes los de la fiscalía deberían trabajar en conjunto, así facilitarían las cosas. ¿Cuál era su nombre? …… Cierto se llamaba Diana, una bella dama, muy inteligente y persuasiva.
— ¿Diana Lucano Ortiz? ¿Ella estuvo aquí? — cuestionó el fiscal con esmero.
— Exacto, ella me interrogó y solicitó los videos de vigilancia. Accedí a colaborar como un ciudadano correcto, le entregué los videos y su equipo revisó el lugar.
— ¿Qué información le otorgó?
— Le conté los detalles de lo sucedido— el barista sirvió un trago— el juez llegó acompañado de dos tipos más. Todos lucían trajes importantes y solicitaron una botella de whisky. Bebieron junto a las chicas y aproximadamente a las doce con veinte se retiraron del local. Horas más tarde se escuchó un disparo cercano, fue nuestro guardia de seguridad, quien nos advirtió del crimen. Al salir a la ladera, plasmamos un cuerpo abatido y decidimos advertir a las autoridades.
— ¿Notó alguna persona sospechosa alrededor? alguien que quizá portaba un gafete o se cubría el rostro.
— Luego del atentado, se acercaron más personas, no éramos los únicos en la calle esa madrugada lluviosa, quizá Katherine pueda darte más información, ella estaba junto al Juez.
— ¿Dónde está Katherine? ¿Le contó sobre ella a la fiscal Lucano?
— No le conté, todo fue tan rápido. Hoy es su día libre, mañana estará aquí desde las ocho de la noche.
— Necesito contactarla de inmediato, ¿Tienes su número personal o su dirección?
— ¿Su número y dirección? — el barista, sacó su teléfono y llamó a su colega. Nadie contestó— No responde, que raro. Toma, esta es su dirección— el barista le entregó una tarjeta con la dirección específica.
— Muchas gracias.
El fiscal se plasmó absorto, la noticia de que Diana Lucano Ortiz, fue designada como la oficial para el caso del juez Asprilla, fue una reseña acogedora. La historia de ambos se traslada a sus inicios universitarios. El fiscal la conoció el día del examen de admisión, compartieron el aula de ingreso y observaron los resultados al unísono. Aquella mañana no intercambiaron palabras, Diego Saldívar, se enamoró instantáneamente. Su primer contacto se dio en la clase de primavera. Saldívar se ubicó en la carpeta cercana a la ventana y Lucano se adosó a su lado, siendo ella la que tomó la iniciativa de dialogo ante un avergonzado estudiante. Cada semana fue incrementando esa amistad. En el segundo semestre, Sanabria le entregó un collar a Diana, en un picnic que realizaron al valle de San Juan. En esa pradera vegetativa, Diego le propuso unir sus lazos sentimentalmente, ante la sorpresa de Diana, quien finalmente aceptó el pedido y cerraron esa escena con un gran ósculo. Los meses transcurrieron, su relación incrementaba, ambos compartían ideología y actitudes. El verano culminó y como toda trágica historia juvenil, en el cuarto semestre, Lucano fue trasladada a la Universidad del Norte, puesto que, su padre, un biólogo certificado del estado, fue ubicado en la diligencia de Paramagua en la capital del norte y ella tuvo que viajar junto a él. La despedida fue funesta; Saldívar corrió hasta el último vagón del tren en esa tarde frívola para asestarle el beso final a su amada, a pesar de su tenacidad, no pudo hacerlo; sus rostros se cruzaron por la ventanilla, ambos sollozos en lágrimas, se vieron por última vez. Con el tiempo, el contacto se perdió y Saldívar cerró ese capítulo en su corazón. Habían pasado 10 años desde la última vez que se vieron y ahora esa puerta bloqueada, poseía un acceso al reencuentro.
El fiscal llegó a la ubicación descrita. Una casa de dos pisos y con la fachada pulida. Se asomó a la puerta, tocó brevemente y ese golpe permitió el ingreso. El fiscal respiraba agitado, el miedo se hizo presente, ingresó con cautela y observó los espacios, la sala estaba normal como en una vivienda cotidiana, mesa de vidrio y seis sillas, la cocina en un espacio vertical reducido, al costado reposaba la refrigeradora, además el espacio contaba de dos muebles y el piso completamente de parqué. El fiscal, subió por las escaleras laterales y alcanzó al piso superior, donde había dos cuartos, abrió primero el de la izquierda y no halló a nadie, el cuarto lucía vació, solo con algunas viejas cajas en el suelo. El fiscal decidió visitar la siguiente habitación, cuando abrió la perilla del cuarto, constató los lazos de la muerte. La mujer que buscaba yacía colgada por el cuello. El fiscal presuroso optó por rescatar el cuerpo y descolgarlo. Cuando estuvo a punto de hacerlo recibió un ramalazo certero en el cráneo, acto que produjo su estado de inconciencia permanente.
Al despertar, el fiscal atisbó el techo, estaba en un hogar desconocido. Diego Saldívar, se alteró por un instante, hasta que una voz pacífica lo detuvo, al voltear levemente, observó esa piel nívea y el cabello lacio extenso de color castaño; su corazón palpitó en júbilo, la mujer que deseaba volver a ver, la fiscal, Diana Lucano Ortiz, estaba frente a él.
— Tranquilo Diego, reposa, aún estás débil.
— Diana, ¿Por qué estás aquí? — cuestionó perplejo— La chica, debo ir por ella.
— Estás en mi casa y la chica……lamentablemente, fue hallada sin vida.
— ¿Qué pasó? ¿Cómo llegué aquí? — el fiscal tentó su cabeza con un gesto de dolor.
— Llegué a registrar el lugar, para conversar con la testigo del caso. El barista del bar Luna Roja, me otorgó esa información. Cuando toqué la puerta, noté que estaba abierta, es por ello que, ingresé sin hacer ruido e inspeccioné los ambientes. No hubo ninguna extrañeza. Al subir observé en la habitación el cuerpo colgado de una mujer y otro que yacía en el suelo. Fui de inmediato a rescatar a la joven— La fiscal exhaló agobiada—llegué demasiado tarde, no respiraba. Luego me asomé al tipo en el suelo, palpé con temor para intentar voltear su postura y vi tu rostro, tuve pánico, pensé que estabas muerto, menos mal, que aún estabas con vida. Llamé a la estación para registrar el lugar y te traje a casa, quería omitir tu presencia, para no comprometerte con el caso, no entiendo que hacías allí y qué fue lo que te condujo a ese estado ¿Tienes alguna idea?
— Fue por el mismo motivo de tu asistencia, quería conversar con la joven y saber si el juez Asprilla le contó algo — el fiscal se detuvo un momento— necesito encontrar pruebas, los asesinatos no cesan, cada muerte, pesa en mi interior. Entré a la casa y sostuve el cuerpo colgado, no recuerdo bien, solo sentí un golpe en el cráneo y no pude hacer nada, caí vahído. Diana, pasó mucho tiempo— el fiscal palpó la mano de la bella dama— no es el momento correcto para sentirme tan feliz de verte.
La fiscal Diana, apaciguo la frustración del fiscal con un abrazo, cálido y fraternal, trasmitiendo un sentimiento de pureza y afecto inmediato.
— Ahora estamos juntos en esto y atraparemos al culpable.
— Yo ……
El teléfono de la fiscal empezó a sonar, por lo que tuvo que atender de inmediato la solicitud. Diana contestó taciturna e indicó que regresaría de inmediato a la fiscalía.
— Debo ir a la fiscalía, mi superior me necesita para la evaluación del documento e iniciar el proceso jurídico del caso Asprilla. Bebe algo antes de partir, estaremos en contacto Diego.
— Está bien, cuídate.
La mañana fría y turbulenta, acoplaba los indulgentes pensamientos confusos del fiscal. Sentía alegría y pesadumbre; lo primero se debía por ver a Diana luego de 10 años y lo segundo es por no haber hallado la forma de contarle cómo se sintió luego de su triste despedida. Quería decirle “Todo estará bien”, pero era consciente que bajo su juramento hipocrático no debería expresar tal infundio. El día gris, habilitó un rayo de luz, una fuente de esperanza.



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En el texto hay: policial, suspenso, triller

Editado: 28.03.2025

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