Suspiro mirando el cielo y preguntándome por qué rayos existe el instituto, y sé cuál será la próxima pregunta que surgirá.
Las vacaciones se habían terminado en un abrir y cerrar de ojos, me cuestioné el porqué no podían durar más. ¿Acaso no podían ser de por lo menos unos cuatro meses, envés de un par de semanas?
El ruido de las llantas y el motor del autobús me alerta, para espabilar mis cinco sentidos y levantar la mano para que se detenga.
Casi siempre me deja, o bueno, como suele decir mamá ‹‹él no te deja, tú lo dejas››, en fin, cuando estoy apunto de bajar las escaleras lo escucho a la vuelta de la esquina, y por más que corra o me salte los escalones, nunca logro tomarlo, a diferencia de hoy, que me he levantado temprano. Es el primer día de clases y no quiero llegar tarde.
El autobús se detiene frente a mí, abriendo sus puertas, me dispongo a subir, mientras con la mirada busco a Ari, quién al fondo, levantando y agitando su mano cual pájaro agita su ala, se hace notar.
Sonrío levemente y camino en su dirección, quita su bolso y me siento a su lado. Desde el primer año, ha tenido la amabilidad de guardarme siempre un asiento, y se lo agradezco.
La saludo y pronto, el autobús emprende la marcha.
La conozco desde que tengo uso de razón, además de que vive cerca de mi casa, a dos cuadras para ser más precisa. Nos criamos jugando con las muñecas, y también debo mencionar a Sam, porque su prima vive frente a mi casa, así que a ella también la conozco desde que tengo uso de razón, más debo decir que Sam es la que vive más próxima al centro de Minnesota y al instituto de Hastings.
El autobús no tarda en llegar y bajamos, dirigiéndonos a la entrada, donde esperaremos a Madi y Katty, quienes vienen juntas.
Ellas viven más alejadas del centro, quizá a media hora, a diferencia de Ari y de mí, que son quince minutos, y Sam, pues bueno, ella a cinco, una ventaja y una desventaja, si vives lejos, te acostumbras a levantarte temprano, si vives cerca, te levantas tarde, lo que provoca que te atrases o te quedes dormida. Si no mal recuerdo, Sam había comentado que programaba la alarma para unas cinco veces, a mí me es suficiente con dos.
Veo el último autobús llegar, luego unas cabelleras castaña y rubia acercarse.
Sonrío, envolviendo a mi mejor amiga en un gran abrazo.
―Vaya, por fin de nuevo juntas ―comenta Katty, separándose y saludando a las demás.
―¿Y Sam? ―pregunta Madi, mirando a todas.
―Tarde...
―Otra vez ―concluyo la oración que Ari estaba por terminar.
Se cruza de brazos y chasquea la lengua, al tiempo que frunce el ceño.
―¿Cuándo aprenderá a levantarse temprano y ser más responsable?
―El día que no exista el instituto y la Nutella sea gratis.
Todas giramos en su dirección, viéndola con una expresión cansada.
―Faltan cinco minutos, no me miren así ―réplica la rizada.
―Apuesto a que no dormiste ―le digo, mientras las demás caminan frente a nosotros.
―Nop ―responde, confirmando mis sospechas. Se ha quedado leyendo un libro, como suelo hacer yo.
Entramos a paso rápido para dirigirnos a los casilleros. Los pasillos están casi vacíos y los últimos estudiantes están entrando a sus respectivas clases.
―¿Asignatura con quién? ―pregunta Madi, mirando su horario.
―Literatura, y Katty también ―digo mirando el suyo.
―Yo Química.
―Al menos no iré sola ―Sam le sonríe a Ari, y luego se disponen a irse.
―Vaya suerte ―bufa la rubia, cerrando su casillero de un portazo―. Tendré la primera clase sola ―murmura yéndose.
Miro a Katty y sonríe enrollando su brazo con el mío, y empezamos a caminar por el pasillo.
―Estoy casi segura que la profesora ya empezó la clase, ya vieron la materia del día y ya la terminó ―dice la castaña, frunciendo el ceño.
Es cierto, la profesora siempre ha sido muy precavida, responsable y sobre todo, puntual. Cosa que no le ayuda mucho a Sam en ésta asignatura.
―Sí ―digo con una mueca, al tiempo que nos acercamos al salón.
―¡Lo ves! Te lo dije, ya tiene la puerta cerrada ―levanta sus brazos y los agita en el aire, indignada.
Río entre dientes y toco la puerta. Esta se abre pocos segundos después, dejándonos ver el rostro de la profesora.
―Llegan tarde ―dice con voz monótona.
Me limito asentir y entrar, seguida por Katty.
―Solo hemos llegado un minuto tarde ―murmura, sentándose a mi lado.
Saco mi cuaderno y empiezo a escribir lo que hay en el pizarrón. Katty hace lo mismo.
Mientras la profesora explica yo no sé qué sobre los tiempos verbales, unos golpecitos se escuchan en la puerta.
La profesora deja de lado su explicación para acercarse y abrirla.
―Oh, es una sorpresa verlo aquí, señor Kidman.
Todos dirigimos la vista hacia el umbral, donde el director se encuentra junto con el orientador.
―Sí ―carraspea―. Traigo a dos nuevos estudiantes. Que si no me equivoco, su primera clase es con usted.
La profesora lo mira sorprendida. ¿Dos nuevos estudiantes? Vaya, eso no me lo esperaba. Recuerdo que las chicas siempre soñaban que un chico nuevo, o varios, entrasen a nuestro curso, y que ojalá fueran guapos, sin embargo, eso nunca ha pasado.