Los exámenes son un asco. ¿Ya lo había dicho antes? ¿No? Pues bueno, lo son, y lo digo ahora mismo, mientras tengo fija la mirada en el papel blanco con un montón de problemas a medio resolver.
Golpeo suavemente mi mejilla con el lápiz, analizando la ecuación y una posible solución, lo cual, empiezo hacer una vez que la termino de leer.
A mi derecha, desoslayo miro a Ihan. No hace nada. Solo mira su examen.
Giro la cabeza en su dirección para instarlo a resolver los problemas, pero cuando estoy apunto de hacerlo, no puedo evitar una risita que contengo con la mano al ver su cara entre una mezcla de desconcierto y horror.
Su vista viaja hacia mí, casi queriendo gritar a los cuatro vientos ayuda.
Me encojo de hombros, haciéndole saber que solo es un examen, nada de otro mundo, pero su cara de póker me hace sonreír.
Casi podría jurar que en estos instantes está pensando ‹‹para ti sí, pero para mí no››.
Me vuelvo a concentrar en el examen. Ya solo me falta una hoja y podré terminar. Es la última prueba de la semana, y por lo visto, hoy los estudiantes están un poco relajados, pero eso no quita el hecho de que sea matemáticas y estén tensos.
A un metro, específicamente donde está Ihan, puedo escuchar como golpea su lápiz contra la mesa, irrumpiendo el silencio.
Finalizo la última ecuación y justo cuando dejo el lápiz sobre la mesa, escucho el timbre sonar.
Me levanto del asiento, al igual que el resto de mis compañeros y dejo el examen sobre el escritorio de la profesora.
Veo a Ihan hacer lo mismo, pero algo decaído.
Al salir, por alguna razón, me quedo esperando al castaño, hasta que aparece por la puerta y me sonríe débilmente.
―¿Cómo te fue? ―le pregunto, una vez que empezamos a caminar.
―Mal ―responde bufando y presionando la correa de su mochila.
―Ya ―chasqueo la lengua―. No te preocupes, lo recuperarás ―le aseguro.
―Lo dice señorita ‹‹soy inteligente y mis calificaciones son sobresalientes››, como no ―refunfuña, y lo miro mal.
―Eso no es cierto.
―¡Claro que sí! ―exclama.
―Yo estudio, es diferente ―digo mirando al frente, al tiempo que me topo con Jacob y lo saludo con un movimiento de cabeza que él corresponde.
―¿Me dices que no estudio? ¿Qué soy irresponsable por no hacerlo? ¿Qué soy un tonto y mi capacidad de aprendizaje es pésimo? ―pregunta, fingiéndose dolido.
―Sí, sí y sí ―respondo, y esta vez lo veo verdaderamente dolido―. ¡Solo bromeaba! ―sigo sonriendo, aunque en parte es cierto. Si se esforzara un poco más, tendría calificaciones como las mías.
Él es inteligente, y lo sabe, solo que no pone esas neuronas a funcionar.
―Ya ―dice, rodando los ojos―. Pero hablando en serio...
―¿Acaso ahora no lo hacemos? ―bromeo.
Otra vez los vuelve a rodar, pero esta vez sonriendo.
―Como decía ―continúa―, necesito un tutor, o algo por el estilo, alguien que me pueda explicar bien y yo poder entender. ¡A la profesora no le entiendo nada!
Asiento, dándole vueltas al asunto.
―¿Y ya pensaste en ir a la oficina de secretaría? Allí podrías preguntar por las tutorías ―le animo.
―La verdad, no ―confiesa―. Me gustaría que fuera un poco más personal, algo así como... no sé, un amigo.
―Pero terminarías haciendo cualquier cosa menos estudiar ―le recuerdo.
De pronto, me doy cuenta del doble sentido de mis palabras, y en el momento en que intento corregirme, él ríe a carcajadas, llamando la atención de unas cuantas personas.
―¡No te rías! ―musito, golpeando su hombro, roja de la vergüenza.
―No sé en qué estabas pensando pero... ―se queda a media oración cuando vuelve a reír, seguro recordando mis palabras y lo "cómicas" que debieron sonar.
―Yo no le veo la gracia ―gruño, una vez que recupero el color normal y cuando veo que no deja de reírse.
―De acuerdo, de acuerdo... ―dice respirando entrecortado y levantando sus manos en forma de rendición, pero otra vez vuelve un ataque de risa.
Farfullo cosas sin sentido y lo dejo atrás. Entro en el comedor y voy por mi bandeja y comida.
A lo lejos, diviso a las chicas y a Connor, me acerco a ellos y me siento al lado de este último.
―¿Y? ¿Cómo te fue con el ojos de sapo? ―le pregunto a Katty, al tiempo que llevo una cucharada de espagueti a mi boca y olvidando por completo la vergonzosa conversación con Ihan.
―¡¿Todavía está con ese?! ―pregunta Connor, sorprendido.
―‹‹Ese››, se llama Ralph, y no, ya no.
El moreno y yo la miramos sorprendidos, al igual que el resto en la mesa.
Hacía unos días, Katty me había dicho que no tenía tiempo de hablar con Ralph por el cúmulo de exámenes, lo que no sabía era que ya lo había hecho y no me había dicho.
Antes de reclamar, fui interrumpida.
―¿Cuándo se lo dijiste? ―pregunta Madi.
―Hoy ―responde la castaña, evitando las miradas.
―¿Y? ―la insta Ari, a proseguir.