Psicología es un asco, puede que sea un poco interesante en el ámbito del comportamiento humano y ciertas enfermedades mentales, pero eso no quita el hecho de que sea una clase aburrida.
Resoplo mientras tengo el codo en la mesa y mi barbilla apoyada en la mano.
El día después de la fiesta mi casa estaba hecha un completo desastre, tal como lo predije, y adivinen quién tuvo que limpiarlo, por supuesto, Brian. Recuerdo que cuando desperté, el susodicho yacía con una bolsa en la mano recogiendo todos los vasos plásticos y las cajas de pizza que habían quedado, y por no ser malagradecida con lo que Dios me deja puesto en las manos, o mejor dicho, en la comodidad de mi casa, mi desayuno, almuerzo y cena fueron eso.
Después de que todos se habían ido, en la cocina quedaron seis cajas de pizzas enteras. ¿Y qué podía hacer yo con ellas? Comerlas, de otra manera Brian lo habría hecho por mi antes, no se lo podía permitir, ¡pero claro que le dejé un trozo en la nevera! Tampoco es que fuera tan egoísta.
Miro por la ventana con tal de distraerme con cualquier cosa, el problema es que no hay nada que me llame la atención, así vuelvo a mirar al frente, en la misma posición.
La profesora está explicando algo de trastornos mentales, a lo que por cierto, poca atención presto.
Ella escribe y mueve sus manos mientras su boca se abre y se cierra, pero realmente no escucho lo que dice, solo me limito a mirar el reloj de pared, las manillas haciendo el ‹‹tick, tock›› constante, yo esperando impacientemente a que termine la clase y escuche el timbre.
Por un lapso, mis ojos caen en la espalda de Chris, quien toma apuntes y se ve muy concentrado en lo que hace, luego de ello paso a buscar con la mirada a Katty. Ambos están sentados en los asientos del frente, mientras que yo, estoy en el medio de una hilera.
El timbre suena y tomo mi mochila, en la cual ya había guardado todos mis útiles.
Salgo del salón y me quedo esperando junto a la puerta a que cierta castaña se dirija al comedor.
Para cuando sale, entrelazo mi brazo con el suyo y empezamos a caminar.
―¿Cómo te fue en los días libres? ―pregunta.
Es la primera clase del día en que nos vemos, ya que durante la mañana poco pudimos charlar.
―Ya sabrás. Todo ello se resume en un nombre ―resoplo.
―Brian ―decimos al unísono.
Katty asiente comprendiendo y de camino me pide que le cuente lo sucedido.
Le relato todo, desde que papá y mamá se fueron hasta el día anterior a clases. También le digo que fue muy agobiante tener que lidiar con mi hermano mayor, puesto que envés de parecer un adulto de veintidós, parece un niño de cinco años.
Luego de tomar nuestros respectivos almuerzos nos dirigimos hacia la mesa en la que se encuentran los chicos y nos sentamos.
Empezamos a charlar sobre cualquier tontería hasta que me detengo a mirar suspicaz a Ihan.
―¿Sabes? ―le comienzo a decir. Este está sentado a mi izquierda―, ya se acercan los próximos exámenes.
Me mira confundido al tiempo que se lleva una cucharada a la boca.
―¿Y? ―dice con dificultad.
―Y eso me recuerda a que cierta persona no comprende ecuaciones y otros temas ―lo reprendo―, así que estaba pensando que podíamos estudiar después de clases.
―Abby, no... ―lo interrumpo.
―No es una sugerencia, es una orden. Además, ya te había dicho que no me daría por vencida.
―Sí, pero...
En ese instante, alguien se sentó a mi lado sin que lo viera venir.
Giro la cabeza y no puedo ocultar la sorpresa cuando veo a Christian.
‹‹Mierda››, me digo, ‹‹Debo de verme como una idiota››
Bajo la cabeza a mi plato al tiempo que juego con mi comida.
Enfrente, puedo escuchar las tan discretas risas de Katty. Debe de estarse burlando de mí. Que patética soy.
―No hay problema si me siento aquí, ¿cierto? ―pregunta con tono amable.
―Para nada, amigo ―Connor lo saluda con un fuerte apretón de manos, mientras tanto, Ihan se limita a dar un asentimiento de cabeza en su dirección y a decir ‹‹¿Cómo estás, bro?››
Mis mejillas deben de estar rojas y trato de ocultarlo, más no puedo cuando me habla.
―Hola, Abby.
Levanto la cabeza. Él me está sonriendo, su cabello está en perfecto orden y sus ojos me miran alegres y simpáticos.
Dios mío, es todo un adonis digno de admirar.
―Ho-hola ―digo de manera atropellada, y me regaño a mí misma por balbucear.
Más risas se escuchan al otro lado de la mesa y deseo que la tierra me trague.
Le lanzo una mirada fulminante a Madi y Katty, quienes no han parado de reír desde hace un buen rato.
―¿Irás al entrenamiento? ―me pregunta y lo miro confundida.
―¿Eh?
―Al entrenamiento ―me vuelve a repetir―. Es hoy después de clases.
Oh, lo había olvidado por completo.
―Vaya, no lo recordaba ―digo incómoda y le echo un vistazo a Sam, quien está atenta a la conversación.
―Descuida, algunos de los jugadores les suele pasar que lo olvidan, también ―dice de manera amistosa.
Asiento y miro al castaño.