La velocidad del vacío

| Uno |

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Nuestra vida está escrita de forma consecutiva, letra a letra, palabra a palabra y hecho a hecho, igual que un libro. Cada capítulo relata algo distinto. Y al igual que en los libros, si no pasamos a la página siguiente, jamás podríamos continuar con la lectura, no podríamos avanzar en nuestra vida. Todo al final está conectado, y solo si ponemos atención, podremos entenderlo.

Cosas así son las que me repito cuando mis días van como la mierda, o cuando estoy intentando fuertemente de que no lo haga.

Concéntrate, Athemia. Me repito. Eres una mujer grande, madura y sofisticada. No puteas, no odias a todo el mundo, y por supuesto, no quieres mandar a volar toda la mierda que llevas encima.

Pero la verdad es verdaderamente difícil mantener tus palabras cuando es la quinta vez que peleas con tus zapatos. Y otra vez se me queda atrás, pero muy atrás.

Me detengo de golpe y pongo mi pie sobre los dedos para evitar pisar la acera totalmente descalza. Empuñaría las manos si no cargara encima con tres ejemplares de libros y un cargado chocolate caliente; aun así, nada de eso evita que rodee los ojos. Ni siquiera yo sé porque elegí estos zapatos sí sé que me van grandes. Supongo que porque aquellas ballerinas turquesa combinan perfectamente con la camisa y la falda blanca, y porque hoy es el primer día de grabación y quería lucir bien. O encajar dentro de lo que creo es una gran productora cinematográfica.

Pero siento que me veo más bien como una chica a punto de ingresar a misa. Esto es demasiado simple para mí.

Me giro lentamente aun cuando voy tarde, y veo como la gente se queda mirando mi zapato, luego a mí y me evita teatralmente. Pero siguen caminando, pasan cerca de él sin ningún cuidado; en cualquier momento podrían pisarlo. Veo a una niña tentada a patearlo al infinito y más allá, así que finalmente me apresuro a hacer equilibrio sobre mi pie izquierdo e intento alcanzar la balerina con los dedos del derecho. La pongo de vuelta en su lugar, y me alejo del medio de la vereda. Apoyo sobre la banca todas las cosas que llevo en las manos, y me siento para revisar la dirección del lugar en mi agenda una vez más. Lo leí antes de salir de casa, pero no estoy segura de si este correcto o mi mente me la está jugando, no le confió esos detalles a mi cerebro porque sé que va a fallarme. Los combinará y es increíble cómo puede convertirlos en algo totalmente diferente. Si le confiara las direcciones a mi memoria, sería capaz de terminar en un avión con rumbo a Rusia, y probablemente no me daría cuenta hasta que alguien me llamara para preguntar porque no aparecí en el lugar acordado. Secuelas del accidente, una de las tantas.

Busco la dirección en el GPS de mi móvil, cierro mi abrigo café, trepó todas las cosas sobre mi nuevamente y hago equilibrio con ellas en una de mis manos mientras intento dirigirme con el móvil. Para allá, para acá. Izquierda, derecha y luego el edificio debería estar a mis lados. Claro, como no. El punto en el móvil me indica que el lugar está justo en el medio de la calle, y ni siquiera me esfuerzo por buscar algún mágico portal secreto, o una construcción invisible. Porque allí claramente no habrá nada.

Menos mal que no tenía mi auto, porque entonces sí que habría dado millones de vueltas, y si Brynn me hubiera traído, se habría cabreado a la primera.

No me queda más que llamar a la representante para que me explique este extraño caso de desaparición. Google maps definitivamente debe actualizar su sistema de guía, porque cada vez se vuelve menos confiable. Incluso más que mi cerebro.

Tomo el teléfono y comienzo a buscar el contacto mientras intento desbloquearlo, sin embargo lo que consigo no es mucho, porque el equilibrio falla y todas mis cosas se van al suelo. No, no chocó con nada y nadie conmigo, pero mis cosas de igual forma se caen, y comienzo a pasar vergüenza, hasta mi vaso de chocolate llega al suelo, junto con los ejemplares de mis libros y la carpeta con el guion de la película.

Vaya suerte la mía.

Quizá debí considerar la idea de traer un bolso. Que día voy llevando.

Me apresuro a recoger los documentos más importantes antes de que el chocolate caliente me gane, y así comienzo una batalla en el suelo con un ridículo líquido. Como si fuera poco, el frío viento de invierno también se une a la batalla, y le pone polvo de hada a la situación para que todo comience a volar. Un par de manos se unen a mi ayuda, solo uno, de los miles que me miran y me rodean sin intención de pararse por un mínimo segundo, o recoger una de las hojas que le vuelan a los pies. Cuando por fin acaba el espectáculo, el ángel de la guarda se pone de pie y me entrega mis papeles con una flamante sonrisa que casi le rodea la cara de lado a lado.

—¡Gracias!— le digo completamente apenada mientras tomo las hojas de sus manos.

—Una dura batalla contra el viento, ¿Eh?

Le sonrío porque dice justamente lo que había estado pensando. —Y el líquido también.

—Bueno, sí. Es una pena. Apuesto que recién habías comprado ese café.

—Chocolate caliente— y no sé porque lo aclaro. Supongo que porque el Chocolate caliente es el mejor invento de la vida, ni siquiera el café se le compara, y todos deberían saber que lo amo. —Pero sí. Esta mañana todo está yendo de cabezas. Ni siquiera puedo encontrar el ridículo edificio. La dirección dice que está en medio de la calle, donde obviamente no hay nada.

Él me mira durante unos Segundo. —Bueno, es que quizá no está en medio de la calle. Quizá esta sobre ella.

—¿Que?

Veo al chico apuntar hacia el cielo y levanto la mirada con él, Justo allí, donde está el dichoso edificio. En medio de la calle, como si fuera un puente. Unido a otros dos edificios, pero no comienza si no hasta el sexto o séptimo piso. Por eso ni siquiera me extraña no haberlo visto, si venia con la cabeza pegada al móvil.




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