La velocidad del vacío

| Tres |

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Dejo la caja sobre mi cama y la inspecciono por unos momentos, buscando la forma más simple de abrirla. Tiene un lindo lazo azul que me daría pena romper. Desabrocho con cuidado la cinta y saco la tapa; bajo ella veo una tela roja con muchos brillantes y enseguida se que no me va a gustar. Lo levantó casi con miedo, y no me sorprende darme cuenta de que es lo que temía. Con mi padre jamás podemos bajar la guardia. El vestido tiene un escote en forma de corazón que llega casi al ombligo, es de material duro, y se cierra en la espalda con lazos, como si fuera un corsé. Estoy segura de que es para que todo se mantenga en su lugar, porque las señoritas no tienen de donde más afirmarse. Hacia abajo tiene un corte de sirena, y desde las rodillas corre una corta cola. Está lleno de lo que supongo son diamantes para hacerlo brillar un poco más. El vestido es hermoso, es verdad, pero no es para mi. Los zapatos de tacón son de un color plateado que por suerte no tienen brillo, y debo admitir, que es lo único que si me convence.

Leo la nota qué hay al fondo de la caja, pero no le tomo mucha importancia. Se que ni siquiera fue escrita por mi padre; debió haberla impreso alguna de sus secretarías cuando el dio la orden de enviarme algo bonito.

Se que sabrás que hacer con el.
Papá.

Se exactamente qué hacer con él.
No usarlo.

Sabía que esto sería lo que pasaría desde que mi padre me dijo que él me enviaría el vestido de regalo, por eso por los días siguientes me dedique a comprar posibles vestidos que usar.

Me lo pruebo, hago un pequeño intento, pero al final resulta ser exactamente como lo esperaba, o peor. Es una talla menos, me cierra, pero me aprieta como vestido de la edad media. Deja mucha más piel de la que me gusta llevar a la vista y tengo los senos casi que en la garganta. No quiero atraer miradas innecesarias a mí.

Dejo los tacones pero meto el resto de vuelta a su caja y empaco el vestido que voy a llevar en mi pequeña maleta para un viaje de una noche.

El chofer que mi padre contrato para que me haga compañía durante todo el viaje, me ayuda con la maleta aun cuando le digo que no hay necesidad porque es una realmente pequeña, pero él insiste e incluso me abre la puerta del auto. Creo estar segura de que es primera vez que veo a este sujeto. La mayoría de las veces es alguien diferente, pero estoy segura de que es de los que trabajan para la empresa, porque lleva un distintivo que mi padre les da cuando tienen que estar a cargo de mí. Le pregunto su nombre, pero no me molesto en escribirlo porque sé que probablemente ni siquiera tenga que llamarlo, y para cuando llegamos al aeropuerto, ya lo he olvidado. Nos sentamos en distintos asientos de primera clase, lo que me facilita mucho el no tener que entablar conversaciones con él. Hago del trayecto algo mucho más productivo que solo un viaje y paso todo el vuelo pegada a mi computadora escribiendo otro de mis nuevos libros.

El hombre anuncia que irá a buscar el auto que estaciono en el aeropuerto de los Ángeles antes de viajar a S. Francisco, y diez minutos después nos volvemos a encontrar en una de las puertas.

Aun cuando la casa de mi padre está en la misma cuidad, el prefiere contratar una habitación de hotel cerca del evento para aligerarnos el día. Una ducha y un vestido después, estoy lista para enfrentar un nuevo evento de Elite. No lo suficiente, pero tampoco es como que tuviera mucha más opción.

Es el mismo hombre quien está esperándome a la hora acordada en la entrada del hotel y me va a dejar hasta el mismo comienzo de la alfombra roja. Permito que esta vez sea el quien abra la puerta, porque sé que en caso contrario me llevare un buen regaño. «No causaría una buena impresión. Sería como ver al presidente conduciendo su propio auto» dice mi padre. Veo al hombre volver a su lugar tras el volante y alejar el auto del lugar. El lugar es un gran edificio con un impotente diseño antiguo. Cruzando la calle hay una  gran fuente de agua que arroja el agua al cielo haciendo caer a su alrededor iluminada con luces que van cambiado de color.

Tal como lo supuse, toda la prensa estaría aquí, siempre lo está, sin importar de qué demonios sea el evento. Me atrapan muchos flashes en cuanto me giro hasta la entrada y algunas voces comienzan a llamarme. Aun cuando me gustaría acercarme a ellos y responder sus estúpidas preguntas por cortesía, me obligo a mantener una sonrisa en el rostro y saludar con la mano todo el camino, sin detenerme hasta llegar a la entrada. Tengo prohibido acercarme a la prensa y soltar siquiera una palabra en esta clase de eventos sin previo consentimiento de mi padre. Otra de sus políticas de sus negocios. Me giro una última vez para sonreír a las cámaras mientras veo estacionarse a otro auto en la entrada y luego me volteo para ingresar al casino de eventos.

Relajó los hombros una vez que he traspasado las puertas principales. He hecho esto una cantidad innumerable de veces, pero siento que jamás podré acostumbrarme. Jamás dejo de sentirme fuera de lugar.

Dentro todo está iluminado con luces blancas y un suelo de cerámica que brilla. En el salón de la entrada solo veo a miembros del personal que están allí para guiarnos hasta la sala principal, donde la gente ya ha comenzado a acumularse. Por los costados veo escaleras que suben para dar acceso a otras salas y a balcones. Hay mesas con alimentos, pero la gente parece ni siquiera notarlos. Están allí para brindarte un aperitivo antes de la cena, pero está mal visto que saques algo de allí, como si vinieras con hambre desde casa. Lo que si esta bien es que tomes de cualquiera de los vasos que llevan los camareros en sus bandejas mientras pasean alrededor de la gente.

No hay ningún fin especifico detrás de todo esto. Es uno de esos eventos que se realizan grandes empresarios una vez al mes para venir a alardear con otros empresarios de su dinero, sus esposas o en mi caso, sus hijas. Quien está mejor vestida, quien ya está prometida, cuál será el crecimiento de las acciones debido a esos lazos y quién podría ser el próximo gran potencial. Al fin de año se selecciona al millonario de año, y consigue algún tipo de honor por haber realizado las cosas de mejor manera y haber incrementado de esta forma, aún más su dinero.




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