La venganza del millonario

1. Presentimiento

Sam

—Sam, necesitas apúrate un poco más, de lo contario nos dejaran fuera de la ceremonia.

—No digas tonterías Alice, nadie nos puede dejar fuera, además, me niego a ir vestida de esta manera —le respondo saliendo de mi escondite. Ya me había mirado al espejo más de la cuenta y en ninguna me gustaba el resultado.

Siempre he vestido de manera más recatada, pero por hoy, mi amiga me ha obligado a ponerme estos trapos encima, que es para la fiesta de bienvenida en la universidad. Según ella, esto es por un nuevo comienzo.

—Pero qué dices, si estás preciosa —dice viéndome desde la entrada del cuarto.

Las inseguridades respecto a mi cuerpo siempre me han dado problemas, primero fue la falta de desarrollo y pasada la adolescencia seguía pareciendo una tabla. Después llegaron los cambios y fue peor porque comencé a tener más de lo normal y siempre escondí mi cuerpo a raíz de las burlas de mis compañeros.

—Déjame ponerme algo más y nos vamos.

—Nada de eso. —Me detuvo halándome del brazo y regresándome a la entrada—, esta noche es tu noche, así que disfrútala.

Sus palabras hacen que el presentimiento que tengo se vuelva más fuerte, parece que esta noche ocurrirá algo crucial en mi vida, es el sexto sentido el que me lo dice, de alguna manera desde siempre he tenido presentimientos que en algún punto se vuelven realidad.

Aun contra mi voluntad, voy con Alice a la dichosa fiesta, misma que ella se encargó de organizar junto con otros alumnos de los últimos años de carrera.

En menos de lo que imagino, hemos llegado. Antes de entrar y enésima vez, vuelvo a tirar de mi vestido para que cubra la mayor parte de mi cuerpo; parece que es imposible.

Enseguida que entramos escucho el estridente ruido de la música, además de que en el ambiente reina, casi en el instante en que pisamos la pista, pierdo de vista a mi amiga, imagino que se ha ido en busca de diversión, como ella le llama.

No pasan ni cinco minutos cuando ya me estoy arrepintiendo de haber venido. Si me hubiera quedado en casa en este momento seguramente estaría disfrutando de una película o tal vez de algo más que no sea estar rodeado de gente que no deseo ver, de gente que solo quiere alcohol y llevarse a la cama a la primera que se deje.

Me siento en una silla ubicada al final de todos, estoy segura de que aquí nadie vendrá a molestarme. Tengo en la mano una cerveza que es lo único que espero tomar esta noche, no soy la mejor llevándome con el alcohol.

Pasado un tiempo prudente y varias cervezas después, decido que es momento de volver a casa; busco con la mirada a Alice, pero parece que se la ha tragado la tierra o tal vez esta noche si pudo encontrar a su media naranja o su hijo rojo, como ella lo llama. Tomo el teléfono y trato de llamarla, tampoco tengo éxito, entonces opto por mandarle un mensaje avisándole de mi partida.

Me subo al primer taxi que encuentro y al mismo tiempo que lo hago, del otro lado entra otra persona, volteo a verlo enojada.

—Oiga, ¿qué le pasa? Este es mi coche —reclamo al notar que se está abrochando el cinturón como si no hubiera notado mi presencia.

—Pues yo no veo en ningún lado su nombre —me responde sin quitarme la vista del rostro. Algo en él se me hace muy familiar y parece que le ha sucedido lo mismo conmigo, ya que me mira más de la cuenta.

Estamos en un juego de miradas, en silencio pedimos al otro que baje del taxi; sin embargo, ninguno de los dos tiene ganas de ceder. Ya más molesta por la poca caballerosidad de este tipo, lo empujo fuera, me atrevo a desabrochar el cinturón colocándome sobre su cuerpo, y al mismo tiempo intento abrir la puerta.

Él me toma de la mano impidiéndome que logre mi cometido.

—Suélteme, y salga de mi taxi. —Vuelvo a repetirle en un tono de voz más alto, debo parecer segura de lo que digo para que me haga caso, además de que las cervezas en mi cuerpo están haciendo que sienta más valentía de la que de verdad tengo.

—Y yo le repito que en ningún lado dice su nombre, además, este es mío.

—Tampoco veo su nombre, así que váyase, debe tener un poco de caballerosidad —refuto.

Entramos en una discusión sin sentido, cada uno reclama permanecer en el coche, llevamos algunos minutos aquí.

—Si no se ponen de acuerdo, les pediré que bajen, hay más personas solicitando mi servicio y ustedes me lo están impidiendo. —Interviene el taxista y no lo pide más de dos veces, se baja y abre la puerta sacándome a mi primero y después invitando al hombre que lo haga.

Y es así como ambos terminamos fuera del taxi, cruzo mis brazos, molesta porque ya estaría llegando a casa si no fuera por este hombre que me sigue mirando como si le debiera algo.

idiota —digo en español, esperando que no entienda lo que le he dicho.

Idiota no soy, porque ese taxi yo lo había pedido —responde en un perfecto español y yo quiero que la tierra me trague.

Mi rostro se ha puesto rojo por dos razones, la primera porque no corrí con suerte y entiende el español y la segunda porque de verdad ese era su taxi y yo también lo he retrasado.




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